28 d’abril del 2003

"Detective Retro". El retorno al pasado de la novela policiaca norteamericana

[Prótesis: publicación consagrada al crimen, 2, abril 2003]

Jordi Canal. Biblioteca la Bòbila (L'Hospitalet / Esplugues)

Desde los años setenta han aparecido una serie de novelas policiacas influidas por la novela negra --entendida como movimiento literario norteamericano vigente entre finales de los veinte y principios de los sesenta--, con una característica común: la de situar la acción de sus tramas en tiempos pretéritos, que coinciden con el período de actividad de la novela negra.

Cuando el cine norteamericano rodaba películas como El último refugio, Sólo se vive una vez, El sueño eterno o The Postman Always Rings Twice, no tenía ninguna necesidad de "mirar al pasado", de reconstruir, se trataba de rendir testimonio de una realidad lacerante, que no sólo estaba en el ánimo de los ciudadanos y en el seno de los estamentos sociales reflejados, sino que servía para exponer sentimientos a flor de piel en el país.

Luces y sombras del cine negro (1981). Javier Coma y José María Latorre



Cinco miradas nostálgicas

En 1974 América atravesaba malos momentos: empezaban a notarse los efectos de la crisis petrolífera. Nixon dimitía por el escándalo Watergate y se retiraban las tropas norteamericanas de Vietnam, después de que el ejército más poderoso del planeta sufriera la humillación de una derrota infligida por uno muy inferior numéricamente.

Los sectores más progresistas, que habían tomado postura contra la guerra encuadrados en el Movimiento por la Paz, se dieron cuenta de que era imposible detener la guerra sin la capitulación de los EE.UU. Esta contradicción y el trauma posterior originaron la necesidad colectiva de buscar refugio en una imagen idílica del pasado, una supuesta edad de la inocencia, que convertía a los EE.UU. en un impoluto modelo de virtud.

No es extraño, pues, que una serie de autores volvieran la mirada atrás con nostalgia, sobre todo hacia los años cuarenta, cuando América se sentía orgullosa, era respetada y había liberado a Europa del nazismo. Los cuarenta representaban también la época de oro de la cultura de masas y una fuente inagotable de mitos del siglo XX. La novela y el cine negro estaban en la cumbre y Hollywood era la fábrica de sueños.

Un crítico, guionista y posteriormente director de cine, Andrew Bergman (Nueva York, 1945), publicó en 1974 --el mismo año que aparecía el film de Roman Polanski Chinatown, que representaba una propuesta similar respecto del cine negro-- El escándalo del 44 (The Big Kiss-Off of 1944), donde un caso de chantaje hacia una corista de Broadway con oscuros antecedentes en el cine pornográfico, comprometía la campaña electoral de Roosevelt. La investigación la llevaba a cabo el detective Jack Levine: judío, divorciado, malhablado, aficionado al cine y con una cabeza como una bola de billar.

Al año siguiente, en 1975, Bergman lo trasladaba a la costa oeste, en Hollywood y Levine (Hollywood and LeVine). Ambientada en 1947, durante las investigaciones preliminares de la caza de brujas del senador McCarthy, LeVine es contratado por un antiguo compañero, el guionista Walter Adrian, que se siente amenazado. Días después Adrian es encontrado ahorcado en los estudios. LeVine entra en relación com Humphrey Bogart, Lauren Bacall y uno de los inquisidores que acabaría siendo famoso, Richard Nixon; desbarata la tesis del suicidio y descubre al culpable. Acababa de ser inaugurada la corriente retrospectiva en la novela policíaca norteamericana.

También de 1975 es Hammett, del ex detective y escritor Joe Gores (Rochester, 1931). Una propuesta mucho más arriesgada ya que el protagonista no es un personaje de ficción sino nada menos que el padre de la novela negra, Samuel Dashiell Hammett. Gores le convirtió en personaje literario e hizo coincidir su etapa de detective con la de escritor, para urdir una trama en la que Hammett era requerido por un ex compañero de la Pinkerton --Vic Atkinson-- que le pedía ayuda, y como escritor enfrascado en la redacción de Cosecha roja. Una obra muy bien documentada y ambientada en el San Francisco de 1928, que dio lugar al film del mismo título, dirigido por Wim Wenders en 1982 y que aquí es conocido como El hombre de Chinatown.

En 1977 aparece en escena un nuevo detective, Toby Peters --en realidad Tobias Leo Pevsner--, que se convertirá en el más prolífico detective de la corriente retrospectiva. De mediana edad, taciturno y pesimista, vive en Los Angeles, comparte despacho con un dentista --Shelly--, siempre está arruinado y mantiene turbulentas relaciones con Anne --su ex mujer-- y con el teniente de la brigada criminal Phil, su hermano.

Obra del crítico e historiador del cine Stuart M. Kaminisky (Chicago, 1934), el detective Peters es continuamente contratado por personajes del mundo del espectáculo del Hollywood de los cuarenta. Consúltese al respecto el estudio que ha realizado Francis A. Díaz sobre el autor en este mismo número de Prótesis.

Ya en los ochenta, H. Paul Jeffers (Phoenixville, 1934) publicó Jazz gang (Rubout at the Onyx, 1981), que sitúa la acción en la Nueva York de 1935 acabada la Prohibición. El detective de Jeffers, Harry McNeil, ex policía de origen irlandés, tiene su despacho en la calle 52, justo encima del club Onyx, es clarinetista aficionado y se relaciona con lo mejor del jazz del momento --Art Tatum, Paul Whiteman, George Gershwin...--, y lo que empieza como una rutinaria investigación de un robo de joyas, acaba con el desmantelamiento de una trama nazi durante el periodo de preguerra. Jeffers ha recreado el Nueva York de los treinta en otras ocasiones: 1939 en Muerte al micrófono (Murder on Mike, 1984) y otra vez 1935 en The Rag Doll Murder (1987).

Otro autor que se acercó a las recreaciones histórico-policiacas fue Max Allan Collins (Muscatine, 1948), principalmente conocido por ser el guionista que reveló en 1977 a Chester Gould al frente del cómic Dick Tracy. Publicada en 1984 y protagonizada por el detective Nathan Heller, la novela Un detective de verdad (True Detective) ostenta el título de la más larga narración policíaca en primera persona. Ambientada en el Chicago de 1933, en ella aparecen Al Capone, su lugarteniente Frank Nitti, Eliot Ness y hasta Ronald Reagan. True Crime (1985) es la continuación de la anterior, se desarrolla en el Chicago de 1934 y 1935, y narra la muerte de Dillinger y el rocambolesco intento de secuestro del director del FBI Edgar Hoover por parte del hampa. La serie ya en la inmediata posguerra en Chicago y Las Vegas con Neon Mirage (1988) y la colección de cuentos Dying in the Post-War World (1984-1991).

Max Allan Collins, poseedor del prestigioso premio Shamus que otorga el Private Eye Writers of America, también ha dedicado un ciclo al insobornable Eliot Ness: The Dark City (1987), Butcher's Dozen (1988) y Murder by Numbers (1993), ésta última con Ness convertido en comisario de seguridad pública en el Cleveland de finales de los años treinta, persiguiendo a los gángsteres Salvatori Lombardi y Angelo Scalise, que se acaban de hacer con la recaudación de las loterías clandestinas de los ghettos negros. De paso aparece el futuro autor de novela negra Chester Himes.

Una mirada paródica... y algunos pastiches

La aproximación al pasado también se ha realizado con clara intención paródica, como en El detective que soñaba en Babilonia (Dreaming of Babylon: A Private Eye Novel, 1977) de Richard Brautigan (Tacoma, 1935 - San Francisco, 1984). Ambientada en el San Francisco de 1942 y escrita con el estilo seco y punzante, el vocabulario fácil y las frases cortas que caracterizan a Brautigan --autor no policíaco--, contiene uno de los detectives más desastrosos de la historia del género. C. Card, soltero, demócrata y ex luchador de la brigada Abraham Lincoln en la guerra de España, pierde los casos más importantes a causa de un extraño defecto: a menudo su fantasía le lleva a Babilonia. Y eso le vine pasando desde el 20 de junio de 1933, día en que recibió un fuerte golpe de pelota de béisbol en la cabeza. Las cosas no parecen irle bien. Tuvo que desalquilar el despacho, despedir a su secretaria y vender el coche. Ha sobrevivido robando a mendigos ciegos y vendiendo fotografías pornográficas, y debe dinero a todo el mundo. No ha besado a nadie desde el día anterior a lo de Pearl Harbor y está locamente enamorado de Nana-dirat, su fantasía erótica en Babilonia. Ahora le encargan robar un cuerpo del depósito de cadáveres y su principal problema es conseguir dinero para las balas de su pistola.

Hasta el detective más representativo de la historia de la novela negra ha sido víctima del pastiche. Para conmemorar el centenario del nacimiento de Raymond Chandler, el editor Byron Preiss encargó a veinticinco autores policíacos recrear la mítica figura del detective Philip Marlowe y situarlo entre 1935 y 1959, año de la muerte de Chandler. Veintitrés cumplieron el encargo, entre los que destacan Max Allan Collins, Jonathan Valin, Sara Paretsky, Paco Ignacio Taibo II, Roger L. Simon, John Lutz y Stuart M. Kaminsky. Los cuentos fueron publicados en el volumen titulado El Philip Marlowe de Raymond Chandler (Raymond Chandler's Philip Marlowe, 1988).

Una mirada personal

W.R. Burnett (Springfield, 1899 - Santa Monica, 1982), el máximo exponente de la crook story --el protagonismo de la delincuencia-- en su vertiente sobre el gangsterismo, y autor de títulos tan clásicos como El pequeño Cesar (Little Caesar, 1929), Alta Sierra (High Sierra, 1940), La jungla de asfalto (Asphalt Jungle, 1949) o El hombre frío (The Cool Man, 1968); retomó el tema de la mafia de Chicago en lo que podría considerarse el cierre de un círculo en su obra narrativa con Good-bye, Chicago: 1928, final de una era (Good-bye Chicago: 1928, End of an Era, 1981), obra de protagonismo coral. Burnett, a diferencia de los restantes autores de la corriente retrospectiva, sí vivió la época que narra y debería considerársele un caso a parte.

Dos miradas críticas

A finales de los ochenta llega una nueva hornada de autores más iconoclastas, que no tienen nostalgia del pasado sino que, al contrario, critican el pasado como origen de los males presentes; y que podrían tenen como antecedente a la Patricia Highsmith de El diario de Edith (Edith's Journal, 1978), que utilizaba la historia reciente de los EE.UU. --desde la caza de brujas hasta el final de la guerra de Vietnam-- como contrapunto de la descomposición de una familia progresista norteamericana.

Walter Mosley (Los Angeles, 1952), el máximo exponente de la novela policíaca afroamericana actual, es el creador del detective sin licencia Easy Rawlins --Ezequiel Rawlings para la policía--, aparecido por primera vez en El demonio vestido de azul (Devil in a Blue Dress, 1990) y que consiguió el premio John Creasy a la mejor novela policíaca en 1991. Rawlins es negro, ex combatiente y ex trabajador de la Champion Aircraft de donde acaba de ser despedido por un encargado racista. Le contratan para encontrar una chica, Daphne Monet, y acepta el trabajo porque necesita dinero para hacer frente a la hipoteca de su casa. Estamos en Watts, Los Angeles, en 1948.

En la siguiente novela, Una muerte roja (A Red Death, 1991), nos encontramos en 1953 en plena caza de brujas y Rawlins convertido en propietario "clandestino" de un bloque de apartamentos, fruto del trabajo anterior, del cual teóricamente sólo es el portero. El FBI lo presiona con impuestos no pagados para que espíe a un judío superviviente de los campos de exterminio nazis y se infiltre en la iglesia baptista donde ha organizado una red de beneficencia. En 1956, en Mariposa blanca (White Butterfly, 1992), Rawlins casado y padre de familia, es obligado por la policía a investigar la muerte de una chica blanca en un barrio negro, después de una ola de asesinatos de mujeres negras que había interesado más bien poco a la policía. En Betty la Negra (Black Betty, 1994), ya en tiempos del presidente Kennedy --y con Luther King como defensor de los derechos civiles de los negros--, Easy ha sido abandonado por su mujer Regina, que se ha llevado a la pequeña Edna, y continua a cargo de Jesús --el pequeño mexicano que al fin habla-- y de Feather, la hija de la "Mariposa Blanca", ha perdido su negocio inmobiliario y le contratan para que encuentre a Elisabeth Eady, la criada de unos blancos ricos de Beverly Hills, que ha desaparecido, y a quién Easy había conocido en Houston durante su infancia.

Las siguientes novelas protagonizadas por Rawlins son Un perro amarillo (A Little Yellow Dog, 1996) y De pesca (Gone Fishin', 1997), autèntico flashback en la vida de Easy que nos transporta al sur de los EE.UU., a Houston (Texas), durante la década de los años treinta, y donde conoce a Raymond Alexander Navrochet, el peligroso asesino y fiel amigo, más conocido por Mouse.
La obra de Mosley refleja el racismo de la sociedad americana que necesitó de los negros para luchar en la guerra mundial, pero que una vez acabada aquella hubiera querido arrinconar de nuevo, y la lucha de estos por acceder al american way of life.

Easy Rawlins ha sido interpretado en la pantalla por Denzel Washington en el film de Carl Franklin El demonio vestido de azul (Devil in a Blue Dress, 1995), y Mosley fue popularizado por el entonces presidente Bill Clinton al considerarlo uno de sus autores preferidos.

El más interesante --sin duda-- de los autores de la corriente retrospectiva es James Ellroy (Los Angeles, 1948), autor que jamás será recomendado por ningún presidente americano. Hijo único de una madre asesinada en 1958, Ellroy quedó fascinado por un crimen similar no resuelto de 1947, el de Elisabeth Short; bautizada por la prensa de la época como la Dalia Negra, que lo ha obsesionado hasta el extremo de citarla en la mayoría de sus obras.

Fue precisamente La Dalia Negra (The Black Dahlia, 1987) la primera aproximación retrospectiva de Ellroy, al recrear en forma de docudrama la investigación de este crimen por dos policías, Lee Branchart y Bucky Bleichert, obsesionados en el caso.

Autor de un pesimismo radical, digno sucesor de Jim Thompson, usa el police procedural para dar una visión apocalíptica de la sociedad de Los Angeles de los años cincuenta. Sus personajes, miembros del LAPD, el Departamento de Policía de L.A., son obsesivos, ambiciosos, brutales, paranoicos y asesinos, entregados a una lucha a muerte por el poder. Ellroy pone la complejidad y la truculencia de sus tramas y las relaciones entre sus personajes al servicio de un bombardeo sistemático de la nostalgia y el mito.

A The Black Dahlia la sigue El gran desierto (The Big Nowhere, 1989), una doble investigación en 1950 de una asociación izquierdista de tramoyistas y de un psicópata que mutila a sus víctimas mediante los mordiscos de mustélidos, en la que intervienen Danny Upshaw, Mal Considine y Buzz Meeks; Los Angeles Confidencial ( L.A. Confidential, 1990), obra maestra de la visión corrupta de la década de los cincuenta y de las luchas, alianzas y relaciones de tres policías, Jack Vincennes, Bud White y Ed Exley para llevar a cabo sus ambiciones, y que adaptó magníficamente Curtis Hanson con el mismo título en 1997; Jazz blanco (White jazz, 1992), una doble investigación --tan habitual en Ellroy-- y un trepidante relato subjetivo protagonizado por el sargento Dave Klein, que cierra el cuarteto de Los Angeles, auténtico fresco de la corrupción, las perversiones y el abuso de poder durante la década de los cincuenta. El cuarteto cuenta también con un magnífico personaje secundario y transversal que lo recorre y en el que oficia de príncipe de las tinieblas, Dudley Smith.

Ellroy está desarrollando actualmente una nueva trilogía denominada Underground USA o trilogía americana, inaugurada con América (American Tabloid, 1995) para desmontar toda la mitología creada alrededor del Camelot de J.F. Kennedy. Desde la preparación de la conquista del poder en 1958 hasta el asesinato en Dallas el 1963, desfilan las ambiguas relaciones de tres individuos --tres a la sombra del poser--, Kemper Boyd, Ward Littell y Peter Bondurant, con el clan Kennedy, la mafia, el FBI y la CIA, los gángsteres, los sindicatos y el movimiento anticastrista.

En Seis de los grandes (The Cold Six Thounsand, 2001), segunda parte de la trilogía, James Ellroy sigue desvelando la historia oculta de la década de los sesenta en los Estados Unidos, con su estilo conciso y una equilibrada mezcla de ficción y realidad. Inicia con la llegada a Dallas de un agente del FBI con la misión de asesinar a Wendell Durfee, un jugador negro, el mismo día en que cae asesinado J.F. Kennedy, y finaliza en 1968 con las muertes de Bobby Kennedy y del activista negro de los derechos civiles Martin Luther King. En medio, cinco años de agitado ambiente político y social, los conflictos raciales, el KKK, el todopoderoso J. Edgar Hoover al frente del FBI, el movimiento anticastrista, la introducción de heroína en los EEUU y la guerra de Vietnam.

La influencia de la corriente retrospectiva en España

Curiosamente, a pesar de que la corriente retrospectiva es típicamente americana por las razones expuestas anteriormente, algunas obras de autores españoles pueden considerarse influídas por la corriente retrospectiva. Tal sería el caso de La verdad sobre el caso Savolta de Eduardo Mendoza, El señor Capone no está en casa de Andreu Martín y Amanecer con hormigas en la boca de Miguel Barroso.

Aparecida tres meses antes de la muerte del general Franco, La verdad sobre el caso Savolta (1975) de Eduardo Mendoza (Barcelona, 1943) sitúa el presente narrativo en 1927 y evoca un pleno judicial por unos hechos acaecidos entre 1917 y 1919 en Barcelona, en plenas tensiones sociales, las revueltas anarquistas y los conflictos de clase. La verdad sobre el caso Savolta contiene elementos folletinescos pero se acerca mucho a la novela negra por el tono desesperanzado y la acusación de los poderes políticos, económicos y policiales en una historia sobre el contrabando de armas durante la Primera Guerra Mundial, en la que se encuentran referencias a personajes políticos de la época como Cambó, Alfonso XIII y Maura. Premio de la Crítica en 1976, fue llevada al cine por Antonio Drove en 1979.

Andreu Martín (Barcelona, 1949), uno de los máximos representantes de la novela policíaca en España, dedicó su segunda obra, El señor Capone no está en casa (1979), a la recreación de Chicago entre la Matanza del Día de San Valentín el 14 de febrero de 1929 y la salida de Al Capone de Homelsburg el 17 de marzo de 1930, en clave paródica. Protagonizada por el detective Zaccaria (Zack) Dallara, hundido económicamente por la Depresión, y acosado por los gángsteres irlandeses y de Al Capone y por la policía.

También Miguel Barroso (Zaragoza, 1954) recreó magníficamente la Habana de los últimos tiempos de la dictadura de Batista en Amanecer con hormigas en la boca (1999). Una de las más interesantes novelas policíacas españolas de los últimos años, tanto por la trama como por el ejercicio de lenguaje; y narra las aventuras del ex presidiario Martín Losada que llega a Cuba en busca del botín que guarda Albert Dalmau, un amigo con quién se dedicó a robar bancos para vengar la derrota militar de la República. La búsqueda de Dalmau le sumerge en una Habana en pleno hundimiento del régimen de Batista, rebosante de mafias, políticos corruptos y colorido caribeño.

La corriente retrospectiva

El sector nostálgico de la corriente retrospectiva se caracteriza por la utilización de personajes de la época relacionados con la cultura de masas --sea el cine, el jazz o la novela negra--, que aportan verosimilitud al relato y una fuerte carga de mitomanía. Bergman y Kaminsky, relacionados con el mundo del cine, situan la acción de sus obras en el Hollywood de los años cuarenta. Jeffers en Nueva York, alrededor del mítico club de jazz Onyx y en 1935, cuando se imponía el swing de las big bands. Gores en el San Francisco de 1928, en torno a la figura de Dashiell Hammett y el nacimiento del estilo hard boiled, que es tanto como decir de la novela negra. Collins, Burnett e incluso Andreu Martín en Chicago, durante los años treinta, con personajes que se han convertido en mitos del siglo XX como Al Capone o Eliot Ness. Incluso cuando Brautigan realiza una parodia del género la sitúa en los años cuarenta, con un estilo y una trama que recuerdan el ritmo y la estructura de los cómics, otra de las aportaciones americanas a la cultura de masas. Incluso cuando se ha querido hacer un pastiche se ha escogido al detective por excelencia de la novela negra, Philip Marlowe, popularizado en el cine por Humphrey Bogart.

El sector crítico, en cambio, huye del ejercicio nostálgico y se acerca al pasado en busca de las raíces de los problemas contemporáneos. Utiliza también personajes reales, pero con la intención de desmitificarlos. Más próximo a los propósitos de la novela negra, el sector crítico parte de situaciones personales más interiorizadas; sean colectivas, como la negritud en Mosley que le lleva a hablar de racismo; sean individuales, como el asesinato de la madre de Ellroy que le lleva a la obsesión por la Dalia Negra y a mostrarnos la parte más oscura, la más corrupta, de la década de los cincuenta. Los dos parten de la posguerra mundial, pero no para mostrarnos una América victoriosa o el esplendor de la cultura de masas sino el despido racista de Rawlins o el asesinato de la Dalia Negra. Tanto Mosley como Ellroy tienen la voluntad de evolucionar sus ciclos narrativos hacia la actualidad.

El personaje recurrente es el del detective privado, eso sí, cada uno con sus características peculiares. Los hay que son negros y sin licencia --Rawlins--, judíos y calvos --LeVine--, de ascendencia irlandesa --McNeil--, rusa o tal vez centroeuropea --Peters--, sonados y pobres --Card--, literarios --Marlowe-- o reales --Hammett--, incluso cuando Andreu Martín hace una aproximación a la corriente crea a Zack Dallara, un detective de origen italiano que sufre en carne propia los problemas originados por la depresión económica. Todos son héroes positivos. Demócratas y antifascistas. Hammett destacó en la vida real como defensor de los derechos civiles y como militante antifascista; LeVine está fichado por el FBI por haber firmado un manifiesto en favor de Sacco y Vanzetti en 1927 y por haber contribuído en 1937 en favor del comité de ayuda a los refugiados españoles; Card es un ex luchador de las Brigadas Internacionales; McNeil en el transcurso de una investigación desmantela una trama nazi; Rawlins se hace amigo de un judío comunista al cual debería espiar... Sólo los personajes de Ellroy se apartan de esta norma. Personajes mucho más complejos, dotados de una inmensa gama de registros, son antihéroes, policías corruptos y asesinos en lucha por el poder. La misma encarnación del Mal.

La corriente retrospectiva "recrea" el pasado, pero, finalmente, acaba siendo una elipsis, porque de lo que realmente habla es del presente. Es una invectiva contra el presente, tanto para los autores que retornan al pasado huyendo del presente, como para los que se sumergen en el pasado buscando en él el origen de las situaciones que han convertido este presente en un lugar del cual huír.

Pero mientras el sector nostálgico habría creado un espejo deformador que convertía el pasado en una especie de arcadia donde buscar refugio, el sector crítico lo ha roto en mil pedazos. El sector crítico además se ha impuesto la tarea de "reescribir" la historia desde la ficción, de retomar los aspectos más oscuros --aquellos en que la historiografía oficial ha pasado de puntillas o, más descaradamente, ha tergiversado totalmente-- y desde la distancia temporal analizarlos y divulgarlos.

Ya no existe refugio posible. El último refugio se reveló inexistente para Roy Earle en High Sierra de W.R. Burnett y el retorno al pasado de Jeff Bailey le costó la vida en Build the Gallows High de Geoffrey Homes. La realidad se nos presenta absolutamente descarnada y al individuo sólo le queda la opción de asumirla y hacerle frente. "La verdad nos hace libres, aunque duela", nos dice Ellroy.

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