28 d’abril del 2003

Por un estilo de vida criminal

[Prótesis, 2, abril 2003]


Hace un año, los integrantes de Prótesis. Publicación consagrada al crimen decidimos hacer una apuesta a ciegas, más de forma pasional que premeditada, que nos sirvió para encontrar multitud de espíritus afines y sorprendernos al comprobar cuán amplio es el colectivo de personas que se interesan por la novela negra, la prensa de sucesos y otras manifestaciones (artísticas o no) de la criminalidad.

Una sociedad como la actual, que vive cada vez más sometida a la “cultura del miedo”, tal y como se expone en el excelente documental Bowling for Columbine, de Michael Moore, en la que el ataque preventivo, el armamento (tanto para gobiernos como para particulares) resulta una insuperable forma de disuasión, en la que los ciudadanos rechazan sus otrora valiosas libertades civiles en aras de la “eterna vigilancia”; en resumen, una sociedad en la que el fantasma de la inseguridad ciudadana asusta más cada vez, se encuentra más que nunca necesitada de información y saturada de noticias alarmistas, que buscan llegar a ser el titular en portada, pero rara vez llegan a una explicación sólida de los hechos.

Y es que todos esos huecos que vemos en las noticias del día a día solemos verlos cubiertos en la novela negra. Muchos pueden interpretar este tipo de literatura como un entretenimiento de primera; nosotros añadimos que además de entretenida, la novela negra no es inocente; que en la mayoría de las ocasiones quien la escribe sabe de qué habla. Un ejemplo elocuente lo supone Mariano Sánchez: Para Matar supuso una conmovedora recreación de los tiempos de las manifestaciunes estudiantiles; Carne fresca nos advirtió de los peligros de la prostitución infantil bastantes años antes de que los medios de comunicación machacasen con el tema, y Festín de tiburones sacó a colación escándalos financieros que conmovieron al gremio de los banqueros españoles...

En definitiva; aquel primer número de Prótesis sirvió para expiar ciertas obsesiones personales y, una vez libres de ellas, ir viendo más caras de la poliédrica novela negra. Si en nuestro debut demostramos interés por el “terror urbano” del maestro Andreu Martín o el thriller de Thomas Harris, en este segundo número hemos optado por una mirada nostálgica al género. Nuestro gran homenajeado es Juan Madrid, quizás el más puro narrador del género, el que asume un mayor clasicismo formal. También llevamos a estudio las novelas policiacas de Carlos Aguilar, una de las mayores autoridades en cine de nuestro país cuyo registro es exótico cuando menos. Y precisamente, el plato fuerte es el estudio de Jordi Canal llamado “Detective Retro”, que analiza la vertiente historicista de narradores como Walter Mosley o James Ellroy, autor de la novela L.A. Confidencial. José Antonio López realiza un análisis de Las diabólicas, la novela de Boileau y Narcejac y sus dos adaptaciones cinematográficas.

Todos estos contenidos ya resultan un fuerte reclamo, pero sin duda el broche de oro con el que hemos contado en esta ocasión lo supone el relato “Nos volveremos a encontrar”, que nos ha cedido generosamente nuestro inspirador y “padre fundador”, Andreu Martín.

Novela negra española: caso clínico


Apuntábamos hace un año, cuando esta publicación nacía consagrada al crimen, que su objeto era testimoniar que en España también se escribe novela negra a bocajarro. Sin embargo no faltaban voces que disintieran, señalando la precaria salud del género en nuestro país. Muchos son los factores y circunstancias que debilitan al género negro; destaquemos la política editorial que predomina, consistente en rehuir la especialización, de modo que ninguna editorial es valedora del género. En esta tesitura, pensar en la actividad de ciertas editoriales hace dos décadas (Versal, Bruguera, la tan llorada Júcar...) sólo puede llevar a la nostalgia. Sin embargo, es de recibo hacerse eco de la labor de la editorial Diagonal, que está demostrando verdadera constancia y dedicación al género.

Llegaría el mes de julio de 2002, y en un marco tan propicio como la Semana Negra de Gijón, mientras Andreu Martín oficiaba como presentador en público de la revista Prótesis, apuntó con aire tranquilizador que ya estaban llegando los primeros auxilios para la novela negra española. Aparte de que esta publicación halague al escritor catalán por haber nacido bajo su inspiración, éste también señaló las numerosas iniciativas privadas que van surgiendo a favor del género urbano por excelencia.

Así, al día de hoy, quien trate de aproximarse a esta temática tendrá otro punto de referencia ineludible: “La Gangsterera” (http://www.gangsterera.free.fr/), web realizada con gran erudición, competencia y ánimos exhaustivos por el incombustible Zeki, o el boletín por mail “A hierro muere”. No menos desdeñable es la labor de la biblioteca La Bóbila, sita en el municipio barcelonés de L´Hospitalet, dirigida por el experto Jordi Canal; se trata de la única biblioteca española con un amplio fondo editorial dedicado al género que nos ocupa, que además organiza actividades y sirve de foro de reunión para los aficionados. Otro punto de encuentro es la recientemente aparecida librería Negra y Criminal, también barcelonesa, que ofrece una agenda apabullante y llena de eventos de interés para el lector.

Sacando a colación esta serie de reflexiones, no está de más reparar en la Tierra de Nadie en que ha caído la novela negra: si bien se trata de un género popular y de consumo masivo, quizás se trate de la única forma de expresión de estas características que ha gozado del beneplácito de los jueces de la “alta cultura”; es decir: los comics de Will Eisner o Bob Kane difícilmente superan su consideración de “maravillas de la subliteratura”, mientras que grandes clásicos como Cosecha roja, de Hammett, ocupa un merecido lugar propio dentro de la gran literatura del siglo XX, junto a Hemingway o Joyce.

Y no deja de resultar cuando menos representativo que el Premio Nadal, que ganase en 2001 Fernando Marías con la magistral El niño de los coroneles, se anunciase este 2003 destinado a alguna obra de suspense o policiaca. Finalmente ganó el premio Andrés Trapiello con Los amigos del crimen perfecto, y quedó finalista David Torres con El gran silencio.

En los últimos meses, los pesos pesados de la novela negra española han comparecido con nuevas novelas. De Andreu Martín tenemos Corpus delicti, mientras que Francisco González Ledesma continúa las andanzas del comisario Méndez en El pecado o algo parecido, y Juan Madrid retoma a Toni Romano en Grupo de noche. Lo más satisfactorio es que los seguidores del género no son sólo estos veteranos, sino que siguen apareciendo nuevas firmas: el activista Suso de Toro, tras sorprender gratamente con Ambulancia y manifestar activamente su repulsa hacia la tragedia del Prestige, aún tiene tiempo para ver llevada al cine su obra Trece campanadas; Rafael Reig, tras erigirse como cabeza visible de la roman fusion con la ingeniosísima Sangre a borbotones prologa casos criminales escritos por Galdós; Pablo Tusset gana relevancia gracias a Lo mejor que le puede pasar a un cruasán; la especialista en ciencia-ficción Elia Barceló coquetea de manera elegante con el suspense y las tramas negras en novelas juveniles como El caso del artista cruel u otras, como El vuelo del Hipogrifo... ¿Hace falta que sigamos poniendo ejemplos? Todo lo anteriormente expuesto son pistas claras de que la novela negra sigue viva, y como todo organismo con vida puede mutar, expandirse, variar... De lo que no podemos dudar es de su salud y del interés que suscita en propios y ajenos.

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