“Lionel Essrog (Edward Norton), un solitario
detective privado que padece el síndrome de Tourette, se aventura a
resolver el asesinato de su mentor y único amigo, Frank Minna (Bruce
Willis). Lionel solo dispone de unas pocas pistas y de la fuerza de su
mente obsesiva para desentrañar secretos celosamente guardados que
mantienen el destino de Nueva York al borde del abismo. El misterio lo
lleva a los clubes de jazz empapados en ginebra de Harlem, a los barrios
marginales de Brooklyn y, por último, a los salones dorados donde se
juega el poder de Nueva York. Lionel deberá enfrentarse a matones, a la
corrupción y al hombre más peligroso de la ciudad para honrar a su amigo
y salvar a la mujer que podría ser su propia salvación”.
Así reza la sinopsis oficial de Huérfanos de Brooklyn, la película que dirige, escribe, produce y protagoniza Edward Norton, obsesionado desde 1999 con el potencial cinematográfico que tenía la novela de Jonathan Lethem
en la que ha basado su guion. Sin embargo, el cineasta ha situado a los
personajes contemporáneos de Lethem en un período y una trama
diferentes y sumergirles en una atmósfera especial ambientando el drama
en los años 50, una época de grandes cambios para la ciudad de Nueva
York.
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