Es esta una novela policial, de investigación, con un tal
Santiago Blanco de protagonista. Exinvestigador de la policía retirado, malvive
como portero del Edificio Uribe. Ocho pisos y multitud de apartamentos con
gente dispar viviendo en ellos junto a una farmacia en el bajo. Una especie de
13 Rue del Percebe de Cochabamba (Bolivia) en pleno 2015.
Abrelatas era un delincuente al que le tomó
afecto Blanco. Ahora es un camarero de dientes podridos y encías inflamadas. Su
nuevo oficio lo ha ablandado del todo. Expolicía y exdelincuente se aprecian,
al fin y al cabo “ambos oficios son primos hermanos”. Al Abrelatas le han
matado al hijo. Estaba comenzando sus primeras experiencias como ladrón. Era
autista. “Me lo han asfixiado con una cuerda y una bolsa de basura.”, clama
Abrelatas. Pero eso no es todo “me lo han robado de la morgue mientras yo
buscaba la lana para el cajón.” Santiago Blanco se conduele de la
desgracia de su amigo y comienza a investigar. De pronto se halla inmerso en un
caso nacional que amenaza la integridad territorial de Bolivia y al cuerpo de
seguridad patrio. Al mismo tiempo, Blanco tiene una lucha interna de
sentimientos que le mantiene en vilo hasta tomar una decisión definitiva.
Este es el quinto libro que Gonzalo Lema
escribe sobre su personaje Santiago Blanco. Hasta ahora se ha publicado una
novela “Dime contra quién disparo” así como tres libros de cuentos: “Un hombre
sentimental”, “Fue por tu amor, María” y “La reina del café y otros cuentos
policiales”. Santiago Blanco tiene la misma edad que Gonzalo Lema, su autor, 57
años. Lema comenzó la saga cuando Blanco tenía 31 años y ha ido avanzado y
madurando a la vez que él. Tras multitud de vicisitudes que incluyen el vivir
debajo de un puente, Santiago Blanco parece destinado a un eterno retorno y su
resurrección forzosa es la clave de esta novela. Blanco anda huyendo de su destino
pero no encuentra sosiego; vuelve una y otra vez a las andadas, a pesar de que
su creador alguna vez tuvo la osadía de jubilarlo.
Ganadora de la XI edición del Premio
Internacional de Novela Negra L’H Confidencial, el jurado ha valorado el
“reflejo que el autor hace de la realidad socio-política boliviana, que sumerge
al lector en la dura realidad cotidiana de Cochabamba mediante una amalgama de
personajes excéntricos y perdedores”. Una crítica brutal a los estamentos de
poder bolivianos que tiene como referente la corrupción de todo lo público
empapando y fomentando lo privado.
El personaje: Santiago Blanco
Su creador dice de él que es “un hombre
sentimental” y un “solitario meditabundo”. Con 57 años a sus espaldas es un
sabueso de vocación con la ética de un futbolista. No en vano Gonzalo Lema se
basó en la personalidad de un árbitro que conoció para crearlo. Está divorciado
de Marilú, una falsa rubia con la que estuvo casado durante una semana. Ahora
anda enamoriscado de Soledad, exprostituta que le da silpanchos fiados y que
ahora se llama Gladis. Regenta un pequeño kiosko de comidas enfrente del
Edificio Uribe en el que trabaja Blanco.
Su alimentación ocupa bastante espacio de
esta obra dado que es una de las cosas más importantes del investigador. Glotón
de comida criolla anda siempre buscando nuevos lugares donde saciar su voraz
apetito. Pero nunca obedece a ninguna norma coherente. Básicamente (nunca
mejor dicho) come cuando le apetece, duerme cuando le queda tiempo y echa un
polvo siempre que se le pone alguien a tiro. No le importa tanto su relación
con Gladys como para no liarse con la fiscal Margot Talavera de la morgue con
su obesidad mórbida o como para hacerle ascos a la chilena del clande experta
en masajes con final feliz.
Es aficionado a los suplementos literarios,
los cuales corta en trozos para limpiarse el culo, sobre todo las páginas de
escritores que desdeñan a su país.
Mantiene pocas amistades que desaparecen con la misma facilidad con la que aparecieron. Lo mismo le pasa con el dinero, ya que si bien Blanco le da una gran importancia a la hora de fijar tarifas y realizar cobros, su gran prodigalidad cuando llega el momento de gastarlo, lo deja continuamente al borde de la pobreza. Irregular, errante, incorruptible en lo que se refiere a su particular ética, es un personaje que parece siempre atrapado en una constante e interminable caída sin nada a lo que aferrarse.
El Edificio Uribe
El Edificio Uribe donde trabaja Santiago
Blanco no debería existir. En los archivos municipales no consta ningún papel
de este magnífico edificio. No hay ni una solicitud de construcción. Menos un
plano. Lo que es peor, el terreno está a nombre de un señor muerto hace muchos
años. Sin embargo existe gracias al que le da su nombre, el coronel Uribe,
quien lo construyó sin licencia para alquilar los apartamentos a la fauna
social boliviana más selecta.
En el octavo vive una viejecita animosa
dueña de un telescopio. Con él anda todo el día buscando a Dios entre las
nubes. Tiene demencia senil y a veces no abre la puerta porque no sabe
localizarla. El séptimo está ocupado por un prostíbulo clandestino. El hare
krishna del sexto tiene la cabeza rapada y un mechón olvidado en la nuca, un
camisón anaranjado y sandalias. En el quinto está emparedado en una columna un
albañil caído del andamio en las obras al que todo el mundo cree desaparecido.
Junto a él se abre la casa de la vidente señora Lobo, no hay mejor lugar,
claro. El cuarto se haya habitado por un dramaturgo en constante ensayo de sus
obras. Al tercero se muda la querida del coronel Uribe, una viuda negra que
jugará un papel destacado en la trama. En el segundo un gordo bonachón cría
animales: tres gatos, una víbora, un loro, un perro, varios canarios y una
tortuga que amenazan con invadir el edificio. Más abajo solo queda la farmacia
de la bella señorita Margarita siempre dispuesta a buscar marido. Santiago Blanco
no es un buen portero, conserje, guardés o como quiera llamársele pero se gana
la confianza de todos los inquilinos. Los avatares de la portería no le roban
el ánimo ni el tiempo para continuar con su investigación. Apoyado en la azotea
sobre alguna de las letras del nombre del constructor, Blanco suele llorar
recordando su pasado y pensando en su Gladys.
La Bolivia de 2015
Gonzalo Lema retrata la sociedad boliviana
con un realismo casi catastrófico. Edificios enteros construidos sin licencia,
tugurios de comida refrita sin el más mínimo concepto de higiene, ríos
convertidos en alcantarillas, policías torturadores, poderes que tapan las
miserias con más muertos o más dinero, carteristas en cada esquina, lupanares
en cualquier comunidad, morgues con muertos que nadie reclama e infinidad de
miserias que son el caldo de cultivo de personajes como Santiago Blanco y otros
millones de seres que parecen abocados a no tener futuro. Sin embargo la
esperanza brilla, al igual que con el expolicía, siempre hay pequeñas alegrías
que nos hacer creer que nos espera un futuro mejor, al menos eso es lo que
buscan él y su Gladys.
La Literatura boliviana actual
Gonzalo Lema nació en Tarija pero es de Cochabamba.
Ejerció la abogacía y otros ámbitos del servicio público en La Paz. Su
contacto con la despiadada burocracia de allí le hizo aprender a esquivar y
regatear golpes y zancadillas del día a día. Volvió pronto a su Cochabamba de
adopción y crecimiento donde se refugia ahora en el sueño dorado del
lector-escritor retirado. El autor, Premio Nacional de Novela en 1998 y
finalista del certamen Casa de las Américas en 1993 es uno de los más
destacados narradores actuales de Bolivia.
La población boliviana, compuesta en su
mayoría por indígenas y mestizos, ha enriquecido la literatura con muchos
matices, criollos o de otra índole, para convertirla en lo que apreciamos en la
actualidad: una literatura muy rica, oriunda de las tierras bajas, de los
valles y de los Andes bolivianos con un sustrato de de cuentos y relatos, de
historias orales puestas por escrito que rezuma las vivencias de sus
habitantes.
Entre los más conocidos autores bolivianos
actuales destacamos a Edmundo Paz Soldán, paisano de Gonzalo Lema,
novelista y cuentista de renombre con más de una veintena de libros publicados,
quien además ejerce de colaborador en numerosos diarios. Giovanna Rivero
es otra afamada cuentista boliviana cuyos relatos han sido incluidos en
numerosas antologías publicadas tanto en EE.UU. como en Latinoamérica. Por
último Rodrigo Hasbún es un escritor y guionista boliviano de ascendencia
palestina, elegido en 2010 por la revista británica Granta entre los 22 mejores
escritores de lengua española menores de 35 años.
De entre ellos es Gonzalo Lema con su
residencia dentro de Bolivia quien sabe mantener el pulso de la actualidad
boliviana, la sensación de su día a día tal como se plasma en las andanzas de
Santiago Blanco a lo largo de casi tres décadas de narrar sus peripecias.
La novela
Santiago Blanco es un mar de dudas.
Incómodo en su papel de conserje del Edificio Uribe malvive buscando algo que
le dé sentido a su existencia más allá de comer y transpirar. Siente la
obligación de ayudar al Abrelatas a saber qué le pasó a su hijo. Más bien, qué
le paso al cadáver de su hijo, pues el exdelincuente parece haber aceptado la
muerte de su vástago como pago por sus pendencias, pero no puede soportar que
encima le roben su cuerpo.
Blanco usará al que fuera su ayudante en
los remotos y duros tiempos de la policía nacional: el negro Lindomar Preciado Angola, para investigar lo
sucedido en Chicaloma, la ciudad donde parece estar la clave. Pero la detención
de su acólito retrasará sus pesquisas.
Mientras se resuelve el problema Blanco
tiene que enfrentarse a la invitación de Gladys para que se marche con ella a
Villamontes y deje para siempre las investigaciones y Cochabamba. El sentido de
la responsabilidad obligará a Santiago Blanco a resolver la desaparición del
hijo del abrelatas antes de tomar su decisión personal.
Entre lluvias torrenciales, montones de
comida criolla, cervezas, gaseosas y cuerpos sudorosos, la determinación de
Blanco dará todos los tumbos posibles para zanjar su ultimo (?) caso antes de
iniciar un nuevo futuro.
Sin duda una novela negra especial que ha
conseguido alzarse con el Premio Internacional de Novela Negra L’H Confidencial
en su undécima edición.
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