Juan Carlos Galindo
La muerte, más aún, la muerte violenta es el jugoso material, venenoso también, del que se ha alimentado la carrera periodística de Javier Sinay (Buenos Aires, 1980). El crimen y la búsqueda, del yo y de la identidad judía, de los orígenes, de los porqués. “Me interesa que el crimen sirva para hablar de algo más. Quedarse en el crimen es morbo, un ejercicio simple. Si se mira bien esconde otros aspectos culturales, sociales y generacionales que son los que me interesan”, reflexiona Sinay durante la conversación de varias horas que mantuvo con EL PAÍS en Madrid, donde acudió como invitado de la novena edición de Getafe Negro.
Letraherido en incansable investigación de la vida, con una mirada algo tímida protegida por sus gafas de pasta y sus formas sencillas, Sinay despliega las obsesiones que gobiernan su relato de las zonas sombrías de su sociedad, la complicada relación con la verdad, la intromisión de mitos, leyendas y mentiras, el periodismo de sucesos, la nota roja, como la ventana desde la que mirar el alma humana. “El hombre no quiere ser violento pero lo es. Una muerte violenta es un hecho fascinante porque se da la paradoja de que no queremos llegar a eso pero llegamos todo el tiempo (...) un homicidio es algo que dura poco pero a partir de lo que luego hay muchos discursos”, cuenta el ganador del Premio Gabriel García Márquez de Periodismo 2015 porRápido, furioso, muerto.
El reportaje, publicado en Rolling Stone, aborda el caso de Axel Lucero, un joven amante de las motos, ladrón que encuentra la muerte cuando roba el vehículo de un policía fuera de servicio pero armado, un suceso que esconde grandes paradojas sobre la sociedad argentina. “Es un enfoque completamente pesimista sobre lo mal que funciona el sistema punitivo, sobre el poder como algo que nadie puede cambiar. Por otro lado había gente enfadada porque di voz al ladrón y gente enfadada porque di voz al policía Jorge Rubén Caballero”, resume.
La responsabilidad, el cliché y la leyenda
Pero es en sus libros donde Sinay encuentra más espacio para ejercer el periodismo como quiere . “En Argentina se publica mucho más ensayo” asegura con un fino rehilamiento porteño. Sangre joven (Tusquets Argentina, en una colección editada por Leila Guerriero) es un complejo, a veces escalofriante y otras veces descorazonador conjunto de relatos en los que víctimas y victimarios de crímenes brutales son jóvenes, en ocasiones poco más que niños. Un libro con el que ganó el Rodolfo Walsh de ensayo en la Semana Negra de Gijón en 2010. “Es un premio que recogí como fan absoluto del género” cuenta este lector temprano de Andreu Martín y Juan Madrid, autores que descubrió durante la adolescencia, en el expolio de la biblioteca de su tío Sergio.
Junior era un chico algo oscuro y solitario que un día en Carmen de Patagones mató a varios compañeros de clase con una pistola e hirió a más de una decena. El caso destrozó familias, conmocionó a Argentina, y condicionó la vida de la ciudad para siempre. El relato, incluido en Sangre Joven, fue un punto de inflexión para el Sinay periodista. “Cuando escriba, piense que mi hijo lo va a leer desde ahí arriba” cuenta que le dijo el padre de una de las víctimas, en su casa, al lado de una mesa de cristal llena de fotografías del chaval. “Me di cuenta de que no valía el cinismo ni las bromas, que ese era el precio de trabajar con la realidad, de ser el portavoz de las emociones”.
El cliché es algo completamente habitual en el género, un elemento contra el que luchar y del que aprovecharse. “Son verdades que funcionan, por eso se repiten tanto, pero hay que ser consciente y esforzarse cuando se usan para decir más. La nota roja está llena de ellos y muchas veces vienen de la novela negra. Son un punto de partida que superar” explica.
Muerte y esperanza en la Patagonia
Años después de este excelente relato sobre la violencia juvenil Sinay se chocó con varias respuestas esenciales, el porqué de su voluntad omnívora en lo intelectual, el porqué de su amor por el periodismo, cómo se desarrollaba su identidad judía.
No se dio cuenta de repente sino durante los cuatro años que tardó en escribir Los crímenes de Moisés Ville(Tusquets Argentina), una investigación familiar, criminal, un perfil social de los primeros inmigrantes judíos que llegaron a Argentina desde Europa del Este con la muerte, de nuevo, como detonante. “Fueron unos crímenes increíbles en un lugar donde el Estado todavía no había llegado” , cuenta para resumir el argumento del libro, una búsqueda de la verdad a partir del relato de su bisabuelo, periodista pionero. “Nunca imaginé que fuera tan complejo” añade, todavía algo sorprendido por las versiones que le llegaban de cada uno de los asesinatos. “En Moisés Ville hay un discurso familiar que me interesa mucho. Cómo cuenta cada familia estos hechos terribles. ¿Qué sentido tiene que una persona mate a otra? Cada sector de la sociedad lo entiende de una manera. Es tan común y tan complicado de aceptar… nunca vamos a aprender a lidiar con eso”. Pero Moisés Ville es sobre todo una búsqueda del porqué. “Hay que darle sentido a un hecho. Si no está el porqué no se entiende el cómo y viceversa” , explica.
Periodista al que le gusta trabajar con calma -”llegar a un sitio, el primer día hablar con la gente , pasear, ver y observar”- y escribir con la investigación ya hecha, Sinay se encontró con la realidad de su identidad judía mientras se metía de lleno en la vida de estos agricultores que huían de los pogromos y encontraron muerte, violencia y también esperanza en América. “Mi judaísmo es el resultado de cinco generaciones de secularización. Lo que me queda es una visión del mundo, esa cosa tan de intelectual judío, mal que me pese. Noto cierto amor por los libros, por el periodismo, una tradición que ahora comprendo. Soy un judío americano y feliz”.
La conversación sigue durante varias horas, se pasea por los problemas de Argentina, por la corrupción, por la imposibilidad de poner en una novela negra patria a un policía como héroe, de la tradición del Estado como agente de la violencia criminal. Le dejo, mediada la tarde, refugiándose de la lluvia en una librería de Madrid, alimentando su vicio, buscando la siguiente respuesta .
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