Enric González
Jorge Arévalo
El
universo literario está plagado de detectives
ariscos, alcohólicos, fumadores, insomnes, solitarios e infelices.
Muy pocos de entre ellos resultan creíbles. A esos pocos, los veraces, les
delatan algunos indicios: el temblor de manos, las lágrimas inesperadas, la
fatiga, ciertos brotes lamentables de autocompasión. Son los rasgos humanos que
muestra John Rebus, nacido en 1947 en el condado escocés de Fife, nieto de un
inmigrante polaco, hijo de un hipnotizador, soldado en las fuerzas especiales
británicas hasta que una crisis nerviosa acaba con su carrera, policía de
Edimburgo desde entonces.
Las
historias de John Rebus, el detective del escritor escocés Ian Rankin, han
obtenido un gran éxito en todo el mundo. Pero tal vez resulte necesario ser
británico para comprender que, más allá del personaje y de sus aventuras, su
primacía sobre otros muchos detectives de novela tiene razones profundas, casi
telúricas.
Por
ejemplo, el factor Taggart:
una serie televisiva sobre un policía de Glasgow llamado Jim Taggart que se
emitió durante 17 años, entre 1983 y 2010. El actor que encarnaba a Taggart
murió en 1994; la serie, sin embargo, disfrutaba de tal éxito que siguió
funcionando con los personajes secundarios. El acento de los actores era tan
cerrado que la
audiencia inglesa necesitaba subtítulos.
El
acento escocés evoca en el sur, en Inglaterra, un tipo de gente áspera, sólida,
tenaz, de cultura obrera y modales toscos. Como Bill Shankly, el mítico
entrenador del Liverpool ("el fútbol no es una cuestión de vida o muerte,
es mucho más que eso"), o Alex Ferguson, el gran manager del Manchester
United, o el propio Taggart, en cuya figura (en realidad la del difunto actor
Mark McManus) muchos ven la del propio Rebus.
Luego está el factor Edimburgo: una
ciudad bella, clásica y enigmática (la
inspiración de Rowling para Harry Potter) y a la vez fría y siniestra. La
combinación del acento, la rudeza y la ciudad resulta arrebatadora para el
lector medio inglés.
Ian
Rankin juega a fondo la baza del
submundo siniestro de Edimburgo, abundante en leyendas. Las
criptas que en el siglo XVIII se construyeron bajo los arcos del South Bridge,
hoy tapiadas o integradas en edificios más modernos y habilitadas como
atracción turística, o la hoy también visitable Mary Kings Close, arteria de la
ciudad medieval que fue condenada al subsuelo con la construcción de la Royal
Mile, forman parte de las tramas novelescas y les confieren el aire gótico de
los misterios victorianos.
Varias
veces me he acodado en la barra del Oxford Bar y del Royal Oak, los dos pubs de
Edimburgo frecuentados por el inspector Rebus (y por su autor, Ian Rankin)
tratando de imaginar cuál de los parroquianos podría parecerse al detective.
No
hay muchas pistas: pelo castaño y ojos verdes, como el padre hipnotizador;
considerando su pasado como soldado de élite, no debe ser un alfeñique. Es todo
lo que sabemos sobre su aspecto. Eso, y que pese a vestir traje exhibe un
triste desaliño. Suele
mezclar cerveza y whisky, lo que permite afinar la búsqueda.
¿Cuál de todos esos bebedores solitarios sería Rebus? Cualquiera. Cada uno de
ellos tiene aspecto de volver a un piso vacío y hostil para pasar la noche
escuchando discos de los Rolling Stones y Van Morrison, obsesionado con un caso
y con su colección de demonios personales.
La
más reveladora de las novelas de Rebus (el apellido del detective significa
jeroglífico) es Uñas
y dientes, la única que se desarrolla fuera de Escocia. El veterano
policía es enviado a Londres, una ciudad que detesta, para cooperar en la
búsqueda del consabido criminal en serie, cuyos crímenes guardan paralelismos
con los de Jack el Destripador.
Rebus
se lleva un gran bote de paracetamol y una botella de whisky de Islay
(pronúnciese Ailí) como talismanes protectores frente a la pijería londinense,
mete la pata tantas veces como puede, se pelea con todo el mundo y acaba
capturando al criminal al precio de destruir buena parte de la National
Gallery. De alguna forma, Rebus se venga de Londres. Pero sin el manto protector de la
niebla gélida de Edimburgo, Rebus se revela como un personaje inseguro,
casi conmovedor, eficaz en el trabajo e inútil para casi todo lo demás.
Las
novelas negras no alcanzan una oscuridad rotunda y satisfactoria si no reflejan
injusticia y corrupción. En el caso de Rebus, la
podredumbre social se canaliza a través de Morris Gerald Big Ger Cafferty,
patrón de la criminalidad edimburguesa. Big Ger controla políticos, apuestas,
bares y periódicos. Malvado y jovial, es simétricamente distinto al honrado y
arisco Rebus.
Lo
interesante del juego consiste en la paulatina aproximación de ambos opuestos a
lo largo de la serie. En Sobre
su tumba, Rebus y Big Ger, cargados de años y casi jubilados, se
tratan como dos viejos amigos o dos viejos enemigos; ellos y el lector
comprueban que el bien a veces es malo, y el mal a veces es bueno.
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