Sergio Torrijos Martínez
Para hacer una buena novela hardboiled hay que empezar metiendo diez piedras a grande, si alguien ignora los arcanos del mus lo siento por él, pero se ha perdido el juego de naipes más complejo y psicológico que se ha inventado dejando al poker a la altura del juego de la oca. Decía, siento el interruptus, que hay que empezar a lo grande, pero de verdad. A la idea de aquel director de cine que aseguraba que una buena película debía empezar con un terremoto y de ahí elevar el tono.
Pues la novela se inicia así.
Un comienzo brutal y luego todo por derecho, violencia administrada, asuntos más que turbios y la historia del protagonista, Durán, que nos va metiendo en situación. Una situación que es la descripción de la Cuba actual, la que según la contraportada “exhibe un falso aperturismo al mundo y esconde las promesas rotas que han marcado generaciones enteras”.
Esa es la Cuba de verdad, o al menos la que nos muestra Vladimir Hernández. Personalmente no puedo juzgar, por desgracia no he visitado aquellos lares, pero me hago a la idea de que lo que cuenta el autor está más cerca de la realidad que cualquier folleto turístico.
Para esto sirve muy bien la novela negra, es decir, mostrar la realidad tal como se vive al pie de calle, y hay muchos autores que olvidan esa premisa clásica y cargada de profunda verdad. Novelar la realidad para así mostrarla, eso lo hace estupendamente bien el autor.
El argumento se inicia con la excarcelación de Durán y su inclusión en un grupo que va a cometer un atraco. Algo se tuerce y lo que parecía un golpe sencillo pronto se complica de manera muy violenta. Durán y su compañero, Ruben, salen del presidio tras cumplir una parte de su pena por un delito de “supervivencia”, de esos que se cometen por llegar más holgado a fin de mes, será esa la parte más ordinaria de la obra porque no dan la impresión de estar preparados para el grado de violencia al que se van a enfrentar. Poco a poco el autor nos va suministrando datos de la biografía de Durán y entonces sí comienzas a apreciar que el protagonista tenía muchísimos más matices de los que pudiera parecer en un primer momento. Esa parte de la novela es una auténtica delicia, sabiendo saltear la situación real con hechos ocurridos en un pasado más o menos cercano para recrearnos al protagonista en complejidad.
Dejo la información ahí para que ustedes lo disfruten tanto como lo hice yo.
Se sustenta la obra sobre una prosa contundente, elástica, fulgurante, que hace que todo el artificio de ficción sea entretenido y ameno. No se escapan algunos localismos que son imposibles de descifrar pero que le dan a la obra un sabor muy caribeño.
Un ejemplo:
“…teniente del Ministerio del Interior y oficial recaudador del penal Combinado del Este, salió una noche que anunciaba lluvia de un prostíbulo de “matadoras” de diez pesos en el reparto Cotorro, medio ebrio y sobradamente satisfecho por el placer obtenido a cambio de tan poco dinero”.
La palabra “matadoras” es imposible de discernir, puedo llegar a hacer una idea pero no creo que se acerque a la realidad de lo que es. Aún así, creo que se entiende la idea general aunque no los detalles.
He detectado una influencia clásica muy importante, más tirando a los vecinos norteamericanos, que ya se sabe inventaron lo del hardboiled.
Si debo juzgar la conveniencia de darle un premio -recibió el Premio Internacional de Novela Negra 2016-, creo que han acertado. Como novela me parece buena y para el lector me parece una joyita que te hace disfrutar.
Mi recomendación más encendida.
Indómito
Vladimir Hernández
Roca Editorial
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