Pues ya tenemos de nuevo entre nosotros a este entrañable cabronazo que es el subjefeRocco Schiavone, romano hasta la médula pero desterrado al Valle de Aosta, donde Cristo perdió la alpargata, alejado de su cálido Trastévere e inmerso sin remedio en un ambiente gélido en el que su loden y sus carísimos de la muerte Clarks desentonan lo suyo.
Schiavone, rodeado de ineptos salvo por lo que respecta a Italo Pierron, policía tan corruptible como él mismo -o sea, lo justito para redondear ingresos pero sin abusar- o al forense Fumigalli, dotado de un humor ácido y negro como procede si quieres tomarte en serio semejante profesión y no morir en el intento.
Schiavone, mujeriego irredento pero fiel a su Marina. Deslenguado, malhumorado, borde y sin embargo encantador.
Me sorprendió en Pista negra, de la que escribí en Fiat Lux, una interesante novela en la que lo de menos es su trama policiaca, no excesivamente compleja. Por eso recibo con alegría las galeradas de La costilla de Adán y las devoro en un par de tardes para constatar que el olfato no me falla y, como intuí al leer la primera de la serie, Rocco ha llegado para quedarse entre nosotros y hacerse un hueco en nuestros tiernos corazoncitos de lectores criminales.
La costilla de Adán, en la que de nuevo lo que más pesa son los personajes y los ambientes descritos, el deambular del desterrado Rocco por ese valle que odia a muerte. Como ejemplo, decir que la novela tiene unas 250 páginas -qué gusto poder condensar en ese espacio lo que se quiere contar sin abrumar al lector con tochos de 500 para arriba- y que, llegados a la 90 y en lo que se refiere al caso a resolver, subjefe y lector saben lo mismo que en la 20. Ni un pasito más y, sin embargo, una delicia de lectura que resulta difícil suspender ni siquiera durante lo que dura una merienda rápida.
Seguiremos informando, pero será un poco más adelante y en Calibre .38. De momento, vete haciendo un hueco en tu librería para esta nueva entrega y, en cuanto salga a la venta, hazte con un ejemplar.
Te va a gustar, que te lo digo yo.
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