Francisco Ortiz
Los pájaros de Bangkok es la más poética de las novelas del ciclo Carvalho, quizá la mejor escrita y la más completa, la de mayor calidad artística para quien no ama el género negro y también para quien lo ama, la que cuenta con un mejor final y con más imágenes -literarias y paisajísticas, literarias y del alma-, con más frases recordables y con los personajes mejor dibujados. El perfectísimo equilibrio conseguido por Vázquez Montálbán entre lo duro y lo sentimental quizá no lo hallemos en tan alto grado en ninguna otra novela suya, con Carvalho o sin Carvalho dentro.
El viaje de Carvalho por Thailandia detrás de la estela fugitiva de una conocida que va en busca de sí misma y de un acompañante que alivie sus dudas existenciales está complementado con lo que ocurre después de la muerte de una hermosa rubia a la que muchos tocaron y pocos quisieron y que fue asesinada acaso por quien más limpiamente la deseó. Son dos casos que no confluyen, que se rozan pero no se contaminan vanamente, son dos rostros de piedad y desasosiego vistos con un poderoso aliento revelador de la soledad y del desconcierto, del no saber hacia dónde ir ni qué se es. Me atrevo a decir que esta es también la novela carvalhiana más existencialista, por encima de esa otra obra maestra que es Los mares del Sur, pues personajes como el economista francés perorador son un vivo y fascinante ejemplo.
Parece mentira que en nuestro país aún no se celebre a Vázquez Montálbán como se merece, que en Letras hispánicas de Cátedra no haya aparecido ya una novela de Carvalho, que no se reconozca que las mejores novelas del ciclo son imprescindibles para saber qué pasaba en este país en la época que reflejan, que tienen tanta categoría estas crónicas como las de Baroja, que Vázquez Montalbán es un autor esencial de la literatura última. Sin miedo y con convicción limpia, creó a un personaje y unas historias que pueden y deben ser leídas como negras, pero asimismo pueden y deben ser leídas como literatura del rango más alto. Entretienen estas novelas, pero son mucho más que entretenimiento. La poesía que en la prosa de Los pájaros de Bangkok encontramos, el viaje como búsqueda de lo absoluto y de lo más íntimo a la vez que presenta nuestro querido autor en este libro es una peripecia que se lee devorando y asimilando muchísimo a la vez gracias a la inteligente y abierta mirada montalbaniana, en la que están, sí, el sexo -abundante, como en la vida misma, ya se en los hechos o en las miradas-, algunos episodios violentos -el ser humano es violento y se manifiesta en muchas ocasiones más sinceramente a través de la violencia que sentado sobre su pasividad-, pero además está lo que se come -y nos define-, lo que se desea -y nos muestra-, lo que se esconde -y nos radiografía-, lo que es oficial y lo que es real -y no puede negarse, se comparta o no-: todo eso está en esta novela que es la cumbre de un género, que está en la cumbre junto a las mayores obras de Chandler, Hammett, Macdonald, Simenon, Black, y al lado y sin desmerecer de cualquier otra que sin ser negra, amigo, ahora te venga a la memoria mientras me lees. El más acertado ejercicio de estos últimos meses para mí ha sido releer a Manuel Vázquez Montalbán y estar ahora y aquí afirmando que con cuarenta y siete años de ningún otro autor he aprendido ni asimilado tanto y que ningún rubor ni ingenuidad me limitan cuando reitero que es uno de los escritores esenciales del siglo XX y que el ciclo Carvalho, en sus mejores logros, posee una belleza y una verdad inmarcesibles y rotundas de maestro de la literatura.
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