29 de juliol del 2014

“La globalización de la economía creó la globalización del crimen”

[Clarín, 29 de julio de 2014]

Entrevista. Petros Markaris, escritor griego

Margara Averbach



Las novelas policiales de Petros Markaris sobre el comisario Jaritos se han traducido a muchísimos idiomas y esa difusión global forma parte de un renacimiento del género policial a nivel internacional, con autores de distintas nacionalidades, por ejemplo Henning Mankell y Asa Larson. Actualmente, los géneros populares occidentales, sobre todo el policial, se leen y escriben en todo el mundo. Muchas novelas comparten esquemas, reglas y características de género que cruzan nacionalidades, costumbres, tradiciones literarias. Por eso, muchas veces, los lectores creen redescubrir en ellas a otros escritores que conocen. Por formación, yo vi mucho de la novela negra estadounidense en los libros de Markaris. Y eso era un error: cuando le hablé del tema en la entrevista, él me dijo que sus referentes son sobre todo europeos y mediterráneos. Eso prueba que lo que reconocemos no son influencias específicas, nombres, sino el género mismo. Es el género el que construye puentes entre culturas. Y el género y sus puentes se apoyan a su vez en relaciones históricas importantes. La historia de las crisis económicas en Grecia y Argentina explica en gran parte la cercanía inquietante entre Markaris y sus lectores en nuestro país. Leídas desde la experiencia argentina, Con el agua al cuelloPan, educación, libertad y Liquidación final, las tres últimas novelas traducidas de Markaris, son una lección sobre los efectos de la deuda externa en países de la periferia. En esos libros, el inspector Jaritos se enfrenta a las consecuencias cotidianas de la crisis: desde el tránsito detenido por las marchas de protesta hasta las quitas en los salarios policiales y el deseo de abandonar el país que manifiestan los jóvenes. Esos detalles, constantes en Markaris, suenan absolutamente familiares para los argentinos que sufrieron el período 2001-2002. En esas novelas, los criminales cuestionan la validez de la ley a la que representa el policía sobre todo porque en esos momentos ni la ley ni el Estado ayudan a los ciudadanos
–En sus libros sobre Jaritos, la situación económica, política y social del país pesan enormemente. ¿Por qué?
–No es nada que yo haya inventado. Sciascia y Montalbán hicieron lo mismo. La novela policial nórdica sigue el mismo camino.
–Entonces, hablamos de una característica del género.
–Yo creo que la novela policial está volviendo a la novela burguesa del siglo XIX. Muchos novelistas de ese siglo –desde Víctor Hugo a Charles Dickens; desde Fedor Dostoievski hasta Emile Zola– toman una historia criminal como punto de partida. Usan la historia del crimen como vehículo para hablar sobre la realidad social. Actualmente, muchos novelistas que escriben policiales hacen lo mismo. Usan la historia del crimen como pretexto para hablar sobre la realidad social, y a veces también sobre la política de sus países.
–¿Por qué es tan importante el dinero en sus novelas, sobre todo en las últimas?
–La globalización de la economía creó la globalización del crimen. El crimen ya no es local; tiene raíces y conexiones en todo el mundo. Hay un gran flujo de dinero que proviene del crimen y pasa a la economía establecida. Eso crea lazos cercanos entre la política y el crimen organizado. Por otra parte, en países como Grecia, que fueron pobres en casi toda su historia, el flujo de dinero de fuentes como los Estados Unidos ha creado un sistema de clientelismo, organizado y dirigido por las clases políticas. Mis novelas se ocupan de los dos aspectos de ese problema.
–¿Usted escribe con la intención de producir algún tipo de efecto fuera de la literatura? ¿Aceptaría la idea de que sus libros son “literatura política”?
–Bueno, como dije antes, uso el género policial para hablar sobre la realidad social y política de mi país. No estoy interesado en escribir novelas de esas que se dedican solamente a responder a la pregunta de “¿quién lo hizo?” 
–Leer sus últimos libros desde Argentina es una experiencia especial porque hay parecidos entre la Grecia de los últimos años y la Argentina de 2001-2002. ¿Sabía usted eso? Lo que pasó en mi país, ¿lo influyó en alguna forma?
–Conozco el colapso de la economía argentina en 2001 y 2002, sí. Lo conocía cuando escribí las novelas. Pero no los detalles. Y lo cierto es que una crisis económica produce los mismos efectos en todas partes. Tiene sentido que haya semejanzas entre la crisis argentina y la griega. También los hay entre la de España y la de Grecia.
–¿Cuál es su opinión sobre la capacidad que tiene un individuo para hacer alguna diferencia en una situación crítica como la que sufre Grecia hoy o la que sufrió la Argentina en los años 2001-2002?
–Luchar es la única opción, pero no es una opción fácil. Depende mucho de la generación. Mi generación creció en la lucha. Perdimos muchas batallas pero seguimos peleando. Por otro lado, éramos muy políticos. Al contrario, muchos hoy en día, sobre todo los jóvenes, desprecian la política. Y ese es su punto débil porque, no importa lo que pensemos de los políticos, la política está íntimamente conectada con nuestra vida cotidiana y nuestra lucha por la supervivencia. No hay resistencia sin una opción política.





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