Víctor del Árbol, autor de `Un millón de gotas'
Núria Escur
Cuando uno acaba el libro se da cuenta de la realidad: quien lo escribió sabe muchas cosas de sus personajes que jamás dirá. Por eso los que salen en Un millón de gotas (Destino) están tan bien construidos. ¿Qué siente Víctor del Árbol cuando le dicen que es el autor revelación del thriller literario español? "Bueno, como este mundo anda tan saturado de adjetivos..., todas las novelas son trepidantes, y todos los escritores, fantásticos", bromea este barcelonés que escribe los originales a mano, escuchando a Miles Davis y usando imágenes en suspensión tan inquietantes como ese niño flotando en un lago cual estrella de mar.
Lo cierto es que en Francia está teniendo mucho éxito.
Fue a partir de ganar Le Prix du Polar Européen 2012. Supongo que allí tengo especial prédica porque mi modo de escribir es muy distinto a lo que allí están acostumbrados: nórdicos, norteamericanos clásicos, incluso mediterráneos como Márkaris. Entonces llego yo con mi novela, que no es negra sino mestiza...
¿Por qué la bautiza así?
Porque me gusta entrecruzar géneros y tiempos narrativos.
Igual nos sitúa usted en el Moscú de 1933 que en la Barcelona del 2011.
Me interesa esa libertad. Y creo que he logrado que me respeten el juego, que reconozcan mi voz. Al final, el mío es un público acostumbrado a leer, al que le gusta la novela fuerte con varios niveles de lectura. Mi pretensión es que mi lector español sea como el que tengo en Francia.
¿Alguna vez le ha dado por recopilar crónicas de sucesos?
Hay autores que lo hacen, yo no. Si ahora tuviera que inspirarme en el asesinato de la mujer de León es una perfecta novela policiaca, sólo me centraría en los que después escribieron tuits.
Le interesa más el suspense que la sangre.
Sí, porque cuando escribes este tipo de literatura es muy fácil dejarse llevar por la tendencia Tarantino. A veces me contengo.
¿Por qué le fascina tanto la atmósfera soviética? Ecos de estalinismo, mujeres como Irina, citas de Mayakovski...
Me fascina la cultura soviética y leer a rusos como Dostoyevski, capaz de recrear tipos traumáticos; Tolstói, por sus grandes epopeyas; Gogol; Chéjov... Y la estepa, el frío, evoca el mundo del silencio. Cosas que no se ven.
¿Por eso dice que le gustaría ser "un escritor del silencio"?
Cuando lees a Delibes o Machado sientes, de fondo, un mundo en silencio. Percibes la misma aridez. En el silencio es donde pasa todo: el gesto, la mirada, sólo allí condensas lo que sientes.
El lector va de susto en susto. Algunas escenas son realmente truculentas, como el lobo llevándose el cuerpo de una niña.
La violencia no me interesa mucho como recurso narrativo si no va acompañada del concepto de crudeza. La crudeza atrapa la emoción, que es lo que busco.
"Un millón de gotas", como título, ¿es metáfora de qué?
De un millón de voluntades. Siempre hay alguien que da el primer paso. A diferencia de otras novelas mías, esta tiene esperanza: podemos cambiar el mundo.
Su generación tiene ahora 46 años ¿se ha acomodado?
Los míos estamos empezando a tener una visión crítica de la realidad. Dejamos atrás la idea de la literatura como mero entretenimiento. Me estoy encontrando con una serie de escritores de distintos géneros que entendemos la literatura como espejo.
¿Qué se preguntan ustedes?
¿Hacia dónde respira el hombre del siglo XXI? Es nuestro hito común. Si no nos funcionaron ni la utopía ni el hedonismo, nuestro objetivo en el siglo XXI será la lucha contra el relativismo.
¿Ahora todo vale?
Y eso no se aguanta. No estoy hablando de hacer una novela moral, pero sí cierta afrenta al nihilismo. ¿Todo es relativo? No, señor.
¿Novela escandinava?
Alguna me entretiene y la mayoría me aburre. Me gusta leer a Mankell... Y ahora estoy en otra cosa: De ratones y hombres, de Steinbeck, maravillosa!
¿Por qué ese agradecimiento tan inquietante a su padre?
El libro lo concebí como una manera de explicar la relación entre padres e hijos. La primera rebeldía de uno surge en la adolescencia y es contra su padre.
La primera frontera.
Exactamente: la primera vez que uno quiere soltarse, desligarse de todo lo que le aprisiona. Con el paso de los años ese hilo conductor ya no es el héroe de tu infancia..., pero le quieres más. A veces, para conocer a un padre o una madre necesitas toda una vida.
En Francia dicen que es el escritor del dolor, usted lo niega.
No temo meterme en el dolor si desemboca en el amor. No me costó nada enamorarme de Irina. Con todas las mujeres de mi vida he creado una matrioska y... salió ella.
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