Natalia Calvo
Es un libro indispensable, una muestra de la mejor narrativa negra de los últimos tiempos. |
Cuando me llegó “Un millón de gotas” (Destino, disponible en FantasyTienda) fue por un encargo urgente. Destino acababa de publicar esta novela policíaca y yo no tenía muy claro quién era su autor, a pesar de haber coincidido con él en la presentación de su anterior novela “Respirar por la herida”, en la Semana Negra de Gijón 2013.
Víctor del Árbol parece uno de esos tipos eclécticos que están dispuestos a escribir sobre casi todo. Mosso d’esquadra y licenciado en Historia, ha ganado infinidad de premios con sus anteriores obras, entre ellos el Tiflósen 2006 con “El peso de los muertos” o Le Prix du polar Européen, Le Prix QuercyNoir y Premio Tomo Negro por “La tristeza del samurái”. Se define como un autor ruso y le gusta adentrarse en los recovecos más oscuros de la mente humana. ¿Lo consigue?
“Un millón de gotas” cuenta varias historias encadenadas, pero que se transforman en una sola. El pasado está presente en todas y cada una de las páginas de la novela, convirtiéndola en un todo coral con el que el autor llama la atención sobre quiénes somos y quiénes fuimos a través de nuestros recuerdos.
Por un lado está Gonzalo, atormentado por el suicidio de una hermana a la que llevaba tiempo sin atender en parte por desavenencias políticas y en otra por haberse instalado en una vida cómoda y falaz. Con la muerte de Laura, todo el pasado se le echa encima y el agobio por saber qué motivos llevaron a este desenlace le llevará a inmiscuirse en una problemática trama mafiosa llamada La Matrioshka, que asesinó a su sobrino y parece tener intención de no dejarle disfrutar de su madurez.
Por el otro tenemos a Elías Gil, un héroe de la República cuyas acciones rebeldes no están reñidas con una personalidad más que difícil. Becado en la URSS y traicionado hasta pasar sus peores días en Názino, un inhóspito lugar de Siberia auspiciado por Stalin, vuelve con fuerza en la Guerra Civil Española para convertirse en una figura indispensable en el imaginario colectivo de izquierdas y a la que nadie, ni siquiera su esposa o sus hijos, se atreven a poner en tela de juicio. Hasta que Laura decide revolver el pasado y sacar a la luz sus más íntimas oscuridades.
Víctor del Árbol parece uno de esos tipos eclécticos que están dispuestos a escribir sobre casi todo. Mosso d’esquadra y licenciado en Historia, ha ganado infinidad de premios con sus anteriores obras, entre ellos el Tiflósen 2006 con “El peso de los muertos” o Le Prix du polar Européen, Le Prix QuercyNoir y Premio Tomo Negro por “La tristeza del samurái”. Se define como un autor ruso y le gusta adentrarse en los recovecos más oscuros de la mente humana. ¿Lo consigue?
“Un millón de gotas” cuenta varias historias encadenadas, pero que se transforman en una sola. El pasado está presente en todas y cada una de las páginas de la novela, convirtiéndola en un todo coral con el que el autor llama la atención sobre quiénes somos y quiénes fuimos a través de nuestros recuerdos.
Por un lado está Gonzalo, atormentado por el suicidio de una hermana a la que llevaba tiempo sin atender en parte por desavenencias políticas y en otra por haberse instalado en una vida cómoda y falaz. Con la muerte de Laura, todo el pasado se le echa encima y el agobio por saber qué motivos llevaron a este desenlace le llevará a inmiscuirse en una problemática trama mafiosa llamada La Matrioshka, que asesinó a su sobrino y parece tener intención de no dejarle disfrutar de su madurez.
Por el otro tenemos a Elías Gil, un héroe de la República cuyas acciones rebeldes no están reñidas con una personalidad más que difícil. Becado en la URSS y traicionado hasta pasar sus peores días en Názino, un inhóspito lugar de Siberia auspiciado por Stalin, vuelve con fuerza en la Guerra Civil Española para convertirse en una figura indispensable en el imaginario colectivo de izquierdas y a la que nadie, ni siquiera su esposa o sus hijos, se atreven a poner en tela de juicio. Hasta que Laura decide revolver el pasado y sacar a la luz sus más íntimas oscuridades.
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