28 de maig del 2014

"El viejo muere, la niña vive", de Julián Ibáñez: retrato del buscavidas Bellón. Novela negra de la buena

[RTVE, RNE, Sexto Continente, 28 de mayo de 2014]


Acaba de llegar a las librerías "El viejo muere, la niña vive" la última obra del escritor Julián Ibañez, uno de los más destacados escritores patrios de novela negra. Charlamos con él sobre esta novela, su vida, el arte de la escritura y ese ambiente turbio y marginal que domina su trayectoria.

"El viejo muere, la niña vive", el título de su última novela tomado de una frase de Sin City.
—Chandler decía que un buen título tiene que formular preguntas. ¿Por qué muere el viejo?, ¿por qué vive la niña?, ¿qué ha ocurrido? Además, es una frase muy de comic: rápida, concisa.

—¿Se siente identificado con Bellón, el protagonista de la novela?—Sí, así es. Yo también he vivido a salto de mata buena parte de mi vida. Me hubiera venido muy bien ser un duro como el colega Bellón. 

—Los personajes turbios, que se desenvuelven en ambientes duros son una característica de su obra. ¿De dónde nacen, cómo los crea?—Desde los siete a los catorce años viví en Madrid en la plaza Tirso de Molina. Era la frontera entre los barrios altos y los bajos. Me pasaba el día en la calle. Con el enorme contraste de mis padres, dos maestros (abrieron una academia en esa plaza) perdedores de la guerra, tirando a puritanos (no religiosos, lo que era peor). Por si esto era poco, de golpe y porrazo me tocó viajar a la Edad Media (en un coche de línea, no en la máquina del tiempo). Me internaron en una apostólica (seminario de jesuitas) en un pueblo de Palencia. Yo que era ya un ferviente ateo… Creo que desde entonces he añorado a las putas de la plaza de Tirso de Molina, a duro el polvo con viejos cochambrosos, apoyadas en las barandillas de los urinarios y otros colegas y yo pasándonos el espejo (aquellas putas no llevaban bragas)... y mis padres oteando el panorama desde uno de los balcones de la academia. 

—Esos ambientes sombríos y marginales en los que usted, como autor, se siente cómodo. ¿De alguna forma le atraen?
—Por lo dicho anteriormente. Siempre me han atraído los bares de alterne cutres, no para subir las escaleras, me atrae la barra, el ambiente.

—¿Cómo nacen sus historias? ¿Tiene toda la trama en la cabeza antes de empezar a escribir, o la historia va creciendo a medida que va escribiendo?—Antes preparo una escaleta con el argumento. No puedo correr el riesgo de emplear una semana escribiendo un capítulo que luego va a la papelera porque no encaja. Se lo oí a Orson Welles: hay que ser valiente y prescindir de una secuencia que te ha costado rodar un montón y ha quedado perfecta, pero que no encaja en el montaje.

—-¿Qué es lo que, en su opinión, caracteriza a la novela negra? ¿Qué es lo que buscan en ellas los lectores?
—No sé. Lo que yo busco supongo que son personajes al límite. También situaciones tensas. Diálogos agudos… Es decir, evasión que te transporte lejos de la mesa de oficina y del polvillo gris que se va depositando sobre los dos.


— ¿Se cree este supuesto "boom" de la novela negra? 
Para mí son dos géneros muy diferentes. Mucho. ¿Crítico? No, sólo que no me atrae. Yo de chaval leí novela enigma, como todo el mundo. Hasta que cayó en mis manos "Cosecha Roja". Adiós, Agatha, adiós.

¿Qué supone para un autor ganar un premio importante, como en su caso el L'H Confidencial 2009?
—Los premios tienen una cosa buena: las editoriales te leen el manuscrito. Bueno, se supone. Luego está la pasta y la edición. Precisamente ahora comprendo que este premio es importante, y siempre se me vincula a él. Publicidad. Gracias.

¿Entiende la vida sin la escritura?
—No, siempre he trabajado de escritor a tiempo completo. Para mí escribir es una juega. Y soy un juerguista.

¿Cuándo decidió dedicarse a la novela negra?
—Cuando en un libro de cartas de Chandler leí:"analiza e imita". Tenía escrito un guión. Cogí una secuencia y me puse a redactarla "estilo Chandler" (imposible). Me lo pasé en grande. Y desde entonces ¡esto es lo mío! 

¿Hay algún escritor mejor que Raymond Chandler? ¿Sigue leyéndolo a diario?
—Claro. Ahora estoy leyendo "La broma infinita", de David Foster Wallace que me parece sensacional. En género negro Chandler me parece el mejor con mucha diferencia. Chandler es, sobre todo, estilo. Y la mayoría de los autores no lo tienen. Ah, y también es divertido.

En otra entrevista leí que a usted le gustaría ser un tipo peligroso. Como los protagonistas de sus novelas.
—Por supuesto. Ahora quizás me da igual. Pero cuando he andado rodando por ahí me hubiera venido muy bien.

En sus obras ¿Son los personajes femeninos fundamentales?
—Supongo que es una de las señas de identidad de la novela negra. La chica, oh, la chica. Por favor, una mujer fatal, no un ama de casa.

Recomiendeme una novela.
—De género negro cualquiera de las de Chandler. Quizás "La hermana pequeña", por el personaje femenino y los diálogos desternillantes con Marlow.

¿Qué le deparará el futuro a Bellón?
—Tengo alguna más con ese personaje. Y otra que estoy escribiendo. Hasta que me aburra y le dé una patada en el culo.

¿Y a Julián Ibáñez?
—No sé. Escribir, ver series y caminar muchos kilómetros por el campo. Cualquier día quizás me encuentre a un par de rufianes enterrando el botín. Y eso es lo que me espera: correr de vuelta a casa en busca de una pala.

¿Alguna vez escribirá una novela con final feliz?
—No creo. Me joden los superhéroes, y un millar de pelis americanas me han vacunado para siempre de finales felices. 

EL AUTOR: Julián Ibáñez 
 (Santander, 1940).
Considerado uno de los padres de la novela negra española junto a Andreu Martín y Juan Madrid.

Autor de culto para los mejores aficionados a la novela negra, quienes admiran sus personajes tallados con cincel, versiones del mismo tipo duro y patético que no se preocupa más que del presente, para cuyo retrato siguió el magisterio inicial del consejo de Chandler, «analiza e imita».

Ganó en 2009 el prestigioso premio L’H Confidencial con El baile ha terminado, y acaba de ser nombrado autor del mes por la revista Prótesis. Ha sido miembro del jurado del Premio Hammett.

Entre sus novelas de género negro destacan La triple dama (1980), Mi nombre es Novoa (1986), ¿A ti dónde te entierro, hermano? (1994), Entre trago y trago (2001), La miel y el cuchillo (2003), Que siga el baile (2006), El invierno oscuro (2008) Perro vagabundo (2009) o Giley (2010). 

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