Alberto Díaz-Villaseñor
El escritor argentino Guillermo Orsi (Buenos Aires, 1946) ha presentado en Córdoba su novela Fantasmas del desierto (Almuzara). La corrupción en sus más variadas formas institucionales y humanas, así como una historia delirante, aparentemente absurda, pero perfectamente posible, centra el argumento de esta narración que comparte protagonista, el ex policía federal y vendedor de sanitarios Pablo Martelli, alias Gotán (Tango al revés), con la anterior Nadie ama a un policía (Premio Ciudad de Carmona 2007). Orsi, considerado la voz más rotunda y sugerente del género negro en español, ha publicado El vagón de los locos (Premio Emecé 1978), Sueños de perro (Premio Umbriel 2004), Buscadores de oro, Tripulantes de un viejo bolero, Ciudad Santa (Premio Hammett 2010) y Segunda vida , entre otras.
--¿Qué diferencia a sus novelas negras de las de otros países latinoamericanos?
--La novela argentina se diferencia en poco. Hay color local, registros del habla, ambientaciones que pueden parecer muy distintas, pero tienen una coincidencia profunda como reflejo de sociedades en crisis permanente, de sistemas de poder que no se modifican sustancialmente pese a las renovaciones democráticas.
--¿Y de las españolas?
--Tampoco mucho. La sociedad española es mucho más ordenada y, tras una larga dictadura, ingresa en una prosperidad casi inmediata, y eso hace que el conflicto permanezca más larvado, aunque con la crisis está empezando a emerger en su violencia más explícita. Hay autores que han trabajado con el conflicto y no han mentido, como Juan Madrid o Andreu Martín.
--¿Tenemos que renunciar a la imagen de una Argentina idílica, culta, de intelectuales tan numerosos como terneros en la Pampa?
--No he hecho el censo de los terneros (risas), pero no diría que es un mito, es parte de una realidad esa sociedad culta con el nivel educativo más igualitario de la zona. Yo soy hijo de inmigrantes muy pobres y los hijos accedimos a una universidad gratuita y de calidad que aún existe, pero tras la última dictadura se instaló un sistema sociopolítico liberal muy duro que ha hecho crecer exponencialmente grandes masas marginales, y eso explota hoy con el narcotráfico, la trata de blancas.
--La proliferación de autores negros, cuando antes Argentina los generaba filosóficos, fantásticos, metafísicos, ¿significa que el sueño se tornó en pesadilla y en una realidad fané y descangallada?
--La realidad siempre ha sido dura a lo largo de la consolidación de Argentina como nación. Nunca ha sido una sociedad no conflictiva o idílica. La literatura empezó a reflejarlo con el peronismo y después con gente como Rodolfo Walsh, que fue asesinado, y otros que abordaron la realidad social.
--Disculpe si le suena a tópico, pero el tango, con sus ambientes macarras, sus mujeres fatales, sus garitos de humo y desesperanza, ¿es el género musical que mejor identifica a la novela negra?
--Bueno, es una linda interpretación que me gusta, y no sé si es real. De hecho, Gotán, el protagonista, baila el tango melancólico, sentimental y fatal. Ahora, jóvenes escritores como es el caso de Oyola, Kike Ferrari, Gabriela Cabezón, acuden en sus obras a la cultura del rock. Pero, de alguna manera, se llega al tango antes o después; no soy un fanático pero me encanta, es una música completa, apasionante.
--Las mujeres en sus novelas son fuertes, sean malas o buenas, sexualmente devoradoras y devoradas. ¿En sus libros la pasión es lo más reconocible del amor?
--¿Eso sucede en mis novelas o en la vida real? (Risas). Es una visión absolutamente subjetiva de la condición femenina que en ninguna manera intento que se transfiera a una realidad más amplia. Son mujeres de mis novelas. A través de las mujeres uno condensa siempre su melancolía, su percepción de pérdida del reino, de aquello que se buscó que está por encima de la felicidad que nunca se alcanza. La mujer (risas) es un misterio para la condición masculina.
--En su obra, la policía, los políticos, la justicia, están instalados en una burocratización sin salida y sin alma, son racistas y violentos con los desfavorecidos. En ese marco, ¿Gotán conserva algo de dignidad y decencia?
--Precisamente por su condición de marginalidad. Gotán es apartado de la policía por su divergencia con la dictadura en una decisión tomada con coraje, por no estar de acuerdo en qué se estaba transformando la fuerza que él había elegido para servir al orden. El no sospechaba que la policía fuera a ser parte de esas fuerzas tenebrosas. En su actitud hay una dignidad profunda que lo mantiene erguido en las dos historias en las que participa.
--Petros Márkaris dice que los autores aquí aún no abordan la crisis, sin embargo ustedes allá hablan sin problemas del corralito, las devaluaciones...
--Bueno, los argentinos fuimos precursores en varias cosas (risas), entre ellas el corralito financiero como resultado de un plan económico que se inició con la dictadura militar y transfirió una enorme masa de recursos de la actividad productiva y de servicios a la especulación financiera. Eso se conoce en Argentina como "Patria financiera". Si aquí los autores no lo abordan todavía es porque la crisis es muy reciente.
--¿Hay intención redentora en sus historias, que en algún momento triunfe el bien?
--Para nada. No creo en la novela con moraleja salvo en las fábulas. Sí hay una necesidad de que todo no termine en la nada. Yo sé que todo termina en la nada, pero en el ínterin tiene que haber el destello de una esperanza a la que aferrarse, aunque suene cursi.
--Para ser porteño, no es de los que se miran el ombligo, en sus novelas no está solo Buenos Aires, hay selva, frontera, desierto.
--En un momento fui porteño de mirarse el ombligo y lo soy con cierta frecuencia, lo que llamamos el mal de Buenos Aires. Pero he conocido la fascinante Argentina profunda con su diversidad de situaciones y culturas, un país inmenso, desconocido, poco poblado, al que hay que ubicar como escenario de ficciones novelísticas. Hay mucha gente interesante viviendo más allá del río de La Plata y de la avenida General Paz.
--¿Cómo un dirigente gremial de farmacia, como usted, termina escribiendo novela negra?
--Bueno, me echaron del trabajo (risas), algo tenía que hacer con mi tiempo libre. Aunque aquello era muy propicio a sentarme en los cafés a escribir. Desde que era chico nunca dejé de escribir.
--Pese a haber estudiado Medicina, no hay venenos en sus novelas.
-No, nunca me basé en mi experiencia farmacológica, pero es una buena idea para empezar a variar las armas homicidas.
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