1 de desembre del 2013

Barcelona, escenario canalla de la novela negra catalana

[Debe de Haber Magazine, 30 de noviembre de 2013]


La auténtica aparición de la novela detectivesca catalana se produce durante la ominosa posguerra franquista y, según afirman los estudiosos del tema, se debe a Rafael Tasis (1906-1966) con tres obras propias que son muestras magníficas de adaptación cultural: “La Biblia valenciana” (1955), “És hora de plegar” (1956) y “Un crim al Paralelo” (1960). La primera es uno de los raros ejemplos de novela-enigma de la literatura catalana, con el encanto añadido de un trasfondo bibliófilo de relevancia nacional ambientado en la Barcelona republicana. La segunda se podría incluir en la novela negra, básicamente por la sordidez cotidiana de escenarios y personajes, en un retrato bien lúcido del clima moral del franquismo. La tercera es una novela policíaca que explota inteligentemente el filón del Paralelo barcelonés de entreguerras. Cabe destacar la aparición de personajes fijos: el comisario Vilagut y el periodista Caldes. Asimismo, Tasis realizará algunas de las mejores traducciones del género. El autor nos mostró una Barcelona que muchos hubieran querido ocultar bajo la alfombra, siendo esa la principal virtud de una buena novela negra: explicar un tiempo y una sociedad.
Dicen ahora que el género negro está de moda, porque Stieg Larsson ha vendido miles de copias de su trilogía. Lo que quizás sí que es moda es la Barcelona negra: si hace unos meses salió un libro con ese mismo título, en el que ocho periodistas escribían sobre casos reales, ahora se acaba de publicar “Matar en Barcelona” en el que doce autores escriben sobre doce crímenes reales que sucedieron en la ciudad condal.


En cualquier caso, la capital catalana tiene una buena tradición de novela negra. Desde Mario Lacruz (El inocente, 1953), Manuel de Pedrolo (Es vessa una sang fàcil, 1968), Rafael Tasis (Un crim al Paralelo, 1960) Jaume Fuster, Maria Antònia Oliver y tantos otros. Manuel Vázquez Montalbán y su serie protagonizada por Pepe Carvalho marca un punto y aparte. Su obra es una crónica total de Barcelona, de la transición y de la política catalana.
Anteriormente, había destacado el prolífico y polifacético Manuel de Pedrolo (1918-1990), literato vanguardista a la vez que apasionado de la novela de género y militante incansable por la normalización de la lectura en catalán. En el campo específico de la novela detectivesca –aparte del clima “negro” e inquietante que atraviesa gran parte de su obra ingente– publica “L'inspector fa tard” (1960), “Joc brrut” (1965) y “Mossegar-se la cua” (1968) y hace numerosas traducciones.
La figura de Pedrolo es fundamental, así mismo, como impulsor de la primera colección especializada, la mítica “La Cua de Palla” (1963-1970), que difunde en catalán los clásicos de la novela negra, sobre todo anglosajona, junto con Simenon y con algunos títulos del mismo Pedrolo. [Es característico de las forzadas servidumbres del mercado catalán el hecho de que durante los años cincuenta se hubieran publicado en Barcelona decenas de títulos de Simenon traducidos por literatos catalanes (como Ferran Canyameres, amigo personal del autor), pero en español: hacerlo en catalán era, por lo pronto, ilegal.] Bajo este impulso surgen otras colecciones: Ayma Editores lanza “El Enjòlit” (1964-1965), dedicada a las aventuras de James Bond (entonces en el cenit de la popularidad por el cine), pero también con títulos propiamente detectivescos (negros y policiales); Editorial Molino publica “L'Interrogant” (1965), con cuatro novelas de Agatha Christie, incluyendo las emblemáticas “El asesinato de Roger Ackroyd” y “Asesinato en el Orient Express”. Pero todas estas iniciativas acaban fracasando por la escasez de público lector: la masa popular a que se dirigía no estaba alfabetizada en su lengua, y, además, los equivalentes en español, de tirada amplio, eran mucho más baratos.
Sin embargo, algunos francotiradores hacen aportaciones al género: Llorenç Sant Marc (seudónimo de Juan Carandell y Marimon) con el díptico “Males companyies” (1970) y “La brillant història” (1971); Ramon Planes con “Crim al carrer Tuset” (1973); Nuria Mínguez arranca con “Una casa a les Tres Torres” (1974). Algunos autores consagrados hacen crítica social en clave detectivesca, como Maria Aurèlia Capmany (“El jaqué de la democràcia”, 1972) y Jordi Carbonell (“Un home qualsevol”, 1979).
Ya en el nuevo contexto sociocultural de los años setenta, un joven intelectual inquieto como Jaume Fuster (1945-1998), muy consciente de los factores que socavan persistentemente la proyección social del libro catalán, retoma el combate sistemático para la novela detectivesca en la lengua local, tanto con su obra (“De mica en mica s'omple la pica”, de 1972, “Tarde, sessió continua, 3,45″, 1976).
Es en los años ochenta, con nuevos condicionamientos sociopolíticos, cuando se produce la eclosión de la novela detectivesca en catalán, tanto de producción propia como traducida, en el marco de un auge de la novela de género que abarca también el erótico y, en menor medida, la ciencia ficción, la fantasía mítica, el humor y el terror. Se generaliza entonces (abusivamente) el término novela negra como designación global del género detectivesco. A Jaume Fuster (“La corona valenciana”, 1982) y en el colectivo Ofelia Dracs (“Negra i consentida”, 1983) se suman todo de autores procedentes de la literatura general, como Josep Maria Palau (“Assassinat al club dels poetes”, 1983), Maria Antònia Oliver (“Estudi en lila”, 1985), Antoni Serra (“El blau pàlid de la rosa de paper", 1985), Margarita Aritzeta (“El correu de Trípoli”, 1990), Isabel-Clara Simó (“La veïna”, 1990 ), etc., etc. El clima “negro” alimenta también otros géneros, como la novela de acción en clave fuertemente política que cultiva el tándem Jordi Querol-Moisés Merced (“Abans moros que catalans” y “València 1977″.
El grueso de esta producción autóctona se inscribe en el subgénero negro-policial, mientras que Palau se inspira en Aghata Christie y George Simenon; quizás sólo Núria Mínguez convierte en núcleo de su producción la novela-enigma, por otra parte homenajeada en pastiches como “A Mayerling, una nit...”, de Néstor Luján, que reúne Holmes y Poirot en la investigación del célebre caso, o, ya en el campo del teatro, por Jaume Fuster en “Les cartes d'Hèrcules Poirot”, desde la Cerdaña de los últimos cuarenta.
Mientras la mayoría de editoriales incluyen la novela detectivesca, catalana o traducida, en colecciones generalistas de narrativa, llegan a surgir dos colecciones especializadas en el género: Seleccions de la Cua de Palla (1985-1997), de Ediciones 62, reanudación de un clásico, ahora bajo la dirección de Xavier Coma y dedicada monográficamente a la novela negra, y La Negra (1986-98), de RBA, con autores catalanes y traducciones de autores coetáneos, sobre todo de otras literaturas europeas.
La euforia se adelgaza en los años noventa, tal vez por saturación del público, y Seleccions de la Cua de Palla y La Negra terminan cerrando. Queda, sin embargo, un buen grueso de traducciones y, sobre todo, la definitiva normalización del género en el seno de la literatura catalana, –fundamentalmente ambientada en Barcelona– por lo que, ya a un ritmo más pausado, siguen tanto la producción propia como la traducción, habiéndose convertido la novela novelística detectivesca una opción entre tantas.



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