28 d’octubre del 2013

Una venganza rabiosamente sosegada

[Elemental, 28 de octubre de 2013]

Juan Carlos Galindo

foto: Chiqui García

Un personaje, Adrián Miranda, movido por la venganza, a secas, sin más, sale de la cárcel tras más de veinte años de prisión por un crimen que no cometió. Era un yonqui, una piltrafa moral, pero no mató a su amante, el niño bien Diego Jiménez. Ahora, desenganchado y enfadado, el mismo desgraciado pero mucho más listo busca hacer justicia, a su manera. Lleva mucho esperando y no tiene prisa. En La última tumba (Edaf) no hay concesiones, no hay una búsqueda de una redención imposible para quienes vienen de lo más bajo de la sociedad. Sólo hay deseos de venganza. Una novela que se desarrolla en Las Palmas y que demuestra la buena salud del género en España.
Alexis Ravelo nos cuenta las claves de esta obra que le ha llevado a ganar el Premio Getafe Negro de 2013. Camarero hasta hace unos pocos años, humilde y de extracción humilde, - “he sobrevivido casi a base de bocadillos de chopped”- Ravelo escribe solo de lo que conoce. Por eso en La última tumba hay mucha marginalidad, mucha miseria y mucho indeseable de la alta burguesía de siempre. Más sobre Getafe Negro en Elemental.

“Mi novela es una revisión de El Conde de Montecristo, pero Adrián no tiene ni dinero y ni piedad. Adrián es un canalla y un hijo de puta malnacido”. Con este cariño y entre risas nos describe Ravelo a su personaje. “El libro surge del contacto con internos de la prisión del Salto del Negro (Las Palmas), donde impartía talleres de escritura. Me llamó la atención presos que tenían condenas muy largas y que vivían el tiempo de manera muy diferente. Tenían una paciencia y un ritmo muy especiales. Se me ocurrió que el personaje que estaba creando se venga pero no pegando tiros en la calle, sino poco a poco. Una venganza raviosamente sosegada. El dolor y la rabia que has comido durante años no estalla de golpe sino al mismo ritmo tranquilo”, aclara, a un ritmo también sosegado.
Aunque declara que no es su intención y que no es lo que persigue, Ravelo guarda varias sorpresas, nada artificiales, para el lector. La estructura funciona y está acompañada de una prosa seca y contundente, salpicada de voces de barrio, de ataques de furia, de palabras malsonantes, todo ello mezclado con momentos más reflexivos y referencias cultas.
Contada en primera persona, frente a otras como La estrategia del pequinés (Editorial Alrevés, escrita en tercera persona omnisciente: el narrador sabe lo que sabe el personaje), el envite da buen resultado.  “Adrián es dos personas. El yonki furioso por un lado y por otro el hombre que sale de la cárcel: desenganchado, que ha estudiado. Y los dos se enfrentan en su interior, pero los dos quieren vengarse, y eso es lo que les une”, afirma Ravelo para explicar el porqué del uso de esa voz.  “Es arriesgado. Pero creo que da resultado porque todos somos un poco así, llevamos máscaras para vivir en la sociedad, pero tenemos esa bestia que surge desde dentro”.
Al lector más acostumbrado a novelas enigma o a las grandes series protagonizadas por policías y detectives, puede sorprenderle que aquí sólo aparezca un miembro de las fuerzas del orden, Andrade, en un papel en principio secundario y para mostrar una imagen corrupta y lamentable. “No suele haber polis en mis novelas. Suelo contar las historias de tipos que conozco o que podría haber sido yo mismo. Yo soy de barrio y en ese mundo  no suele haber mucho trato con la policía y cuando la tratas no suele ser una policía de novela”.
La crítica social está muy presente.. A medida que se desarrolla la trama, se ve cómo están implicados los de siempre. Los que tenían el poder en el franquismo y supieron reciclarse “en lo que sea, en nacionalistas, en demócratas”, para seguir teniéndolo. En Madrid, en Barcelona o en Las Palmas. El poder económico, el poder de corromper voluntades y dictar sentencia. El libro está dedicado a “Andreu Martín, Juan Madrid y Raúl Argemí, por iluminar el camino hacia las sombras”. Por, me explica el autor, contar esa miseria que lleva a que siempre a caer a los mismos, en España o en Argentina, y a mantenerse arriba a los mismos. “Ellos reflejaron cómo es la violencia de la estructura, cómo el capitalismo crea monstruos. Eso me interesa muchísimo”. Tiene más influencias, por supuesto. En el género, el maestro, Jim Thompson: "Cada vez que lees 1.280 almas le encuentras una capa más", cuenta con admiración.
Ravelo no oculta su intención frente a la literatura: generar preguntas, que la gente se cuestione cómo está organizado el mundo. “Te das cuenta de que un canalla no se diferencia mucho en muchos sentimientos de ti, en muchas sensaciones. Me interesa que el lector se inquiete”. Nos hemos inquietado y nos hemos divertido con La última tumba. Viva la venganza cuando genera buena literatura.


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