Éste es el consejo que le dió una gitana a un famoso delicuente, ya fallecido, que siempre iba con traje chaqueta. Obviamente o el consejo no funciona o él no lo siguió.
La Bòbila lo ha vuelto a conseguir: regaló el pasado martes una de esos momentos tan Bòbila en lo que uno podría definir como el privilegio de escuchar públicamente lo que raramente se presenta con tanta profundidad. Su director Jordi Canal invitó a Carles Quílez, actualmente en la Oficina Antifraude de Cataluña, a que compartiésemos un documento excepcional y una charla no menos enriquecedora. Veinte años en la radio desgranando la crónica criminal dotan a Quílez de una gran frescura y de un sinfín de anécdotas que nos permiten ir más allá de rigidez de la tinta o de los límites de la literatura. Los lectores de novela negra, quiero creer, que en su mayoría vivimos al otro lado del espejo de la verdadera experiencia criminal y es necesario que de tanto en cuando nos hagamos la ilusión de estar mas cerca de los protagonistas reales, que por un giro del destino, acaban siendo retratados en esas novelas que nos gustan tanto.
Carles Quilez lleva décadas infiltrándose en el universo delincuencial y eso le lleva a poder escribir novelas, alguna de ella premiada, a las que añade su creciente voluntad por generar buena literatura. Sus relaciones con personas al otro lado de la Ley son los tochos con los que construye sus obras. Es fundamental para un periodista saber distinguir la verdad y la mentira en los testimonios que los encausados ofrecen con mayor o menor orgullo, con mayor o menor hambre de protagonismo. Es entrañable como a veces parece escaparse la invitación a no imitarles al tiempo que dan detalles de su gran pericia. La experiencia, la intuición y la inteligencia deben servir para desgranar que tanto hay de ficción y que tanto de sentimiento. En un documental de unos veinte minutos cuatro hombres curtidos por la experiencia carcelaria hablan de sus métodos, sus orígenes, sus impresiones, sus sentimientos y sus anhelos. Entre las paredes de la penitenciaria o en un bar en el Paral.lel las “hazañas” que jalonan a éstos profesionales o exprofesionales del robo impactan por que tienen el plus de lo real. Con un código muy particular, una ética paralela que les lleva a elegir la galería más peligrosa para no coincidir con pederastas o violadores, consolar a una anciana temblorosa blandiendo una 45 o pagar con veinte años la venganza de una traición, los testimonios de los cuatro atracadores de “entidades bancarias” resulta imperdible.
Quílez entiende el Crimen como síntoma de conflicto social y que cada delincuente debe ser tratado como una persona a la que se le debe dar la oportunidad de realizar un solo pago por sus culpas: “Quien la hace la paga… pero que no la pague dos veces”. La reintegración de ese mínimo grupo de individuos que se propone no reincidir es muy importante. Se atribuye psicopatía al 1,5 % de los criminales el 98,5% de los restantes entrarían en la categoría de sociópatas y son rechazados por la misma sociedad de la que son fruto. Quílez también reconoció que las víctimas son las menos escuchadas en las crónicas criminales.
Gracias por éste regalo compartido que sigue señalando a la Bòbila como un lugar extraordinario.
La Bòbila lo ha vuelto a conseguir: regaló el pasado martes una de esos momentos tan Bòbila en lo que uno podría definir como el privilegio de escuchar públicamente lo que raramente se presenta con tanta profundidad. Su director Jordi Canal invitó a Carles Quílez, actualmente en la Oficina Antifraude de Cataluña, a que compartiésemos un documento excepcional y una charla no menos enriquecedora. Veinte años en la radio desgranando la crónica criminal dotan a Quílez de una gran frescura y de un sinfín de anécdotas que nos permiten ir más allá de rigidez de la tinta o de los límites de la literatura. Los lectores de novela negra, quiero creer, que en su mayoría vivimos al otro lado del espejo de la verdadera experiencia criminal y es necesario que de tanto en cuando nos hagamos la ilusión de estar mas cerca de los protagonistas reales, que por un giro del destino, acaban siendo retratados en esas novelas que nos gustan tanto.
Carles Quilez lleva décadas infiltrándose en el universo delincuencial y eso le lleva a poder escribir novelas, alguna de ella premiada, a las que añade su creciente voluntad por generar buena literatura. Sus relaciones con personas al otro lado de la Ley son los tochos con los que construye sus obras. Es fundamental para un periodista saber distinguir la verdad y la mentira en los testimonios que los encausados ofrecen con mayor o menor orgullo, con mayor o menor hambre de protagonismo. Es entrañable como a veces parece escaparse la invitación a no imitarles al tiempo que dan detalles de su gran pericia. La experiencia, la intuición y la inteligencia deben servir para desgranar que tanto hay de ficción y que tanto de sentimiento. En un documental de unos veinte minutos cuatro hombres curtidos por la experiencia carcelaria hablan de sus métodos, sus orígenes, sus impresiones, sus sentimientos y sus anhelos. Entre las paredes de la penitenciaria o en un bar en el Paral.lel las “hazañas” que jalonan a éstos profesionales o exprofesionales del robo impactan por que tienen el plus de lo real. Con un código muy particular, una ética paralela que les lleva a elegir la galería más peligrosa para no coincidir con pederastas o violadores, consolar a una anciana temblorosa blandiendo una 45 o pagar con veinte años la venganza de una traición, los testimonios de los cuatro atracadores de “entidades bancarias” resulta imperdible.
Quílez entiende el Crimen como síntoma de conflicto social y que cada delincuente debe ser tratado como una persona a la que se le debe dar la oportunidad de realizar un solo pago por sus culpas: “Quien la hace la paga… pero que no la pague dos veces”. La reintegración de ese mínimo grupo de individuos que se propone no reincidir es muy importante. Se atribuye psicopatía al 1,5 % de los criminales el 98,5% de los restantes entrarían en la categoría de sociópatas y son rechazados por la misma sociedad de la que son fruto. Quílez también reconoció que las víctimas son las menos escuchadas en las crónicas criminales.
Gracias por éste regalo compartido que sigue señalando a la Bòbila como un lugar extraordinario.
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