[Liberty, 31 de enero de 2010]
Sábado 30 de enero de 2010. Después de unos ajustes técnicos con el sonido, ajustes que nos impidieron escuchar la música del increíble Jimmy Smith, dio comienzo la nueva sesión de los Sábados Negros presentada y dirigida por su creador Manuel Rodríguez.
La primera intervención estuvo a cargo del amante del cine David G. Panadero que nos habló del cine de Claude Chabrol centrado en la que es, a decir de Panadero, su mejor película, El carnicero (1969). A través de cinco escenas pudimos comprobar como organiza sus películas dándole la mayor importancia a la estructura narrativa, moviendo poco la cámara y dejando que sean los personajes quienes se muevan –y lo hacen poco- dentro de la escena. Los personajes son como los de George Simenon: individuos e individuas cualquiera con una vida cualquiera.
Después de este representante de la Nouvelle Vague pasó el turno a Wallander de la mano de Lidia Están. Mankell Wallander, mucha gente ha creído que la fotografía del novelista se correspondía con la del personaje. Novelista con una capacidad de trabajo increíble que vive medio año en África (Madagascar) y otro medio en Suecia, su país natal donde centra la mayor parte de sus novelas policíacas. Wallander es un personaje víctima de su propia vida cotidiana: divorciado, se lleva mal con su hija, amante de la ópera y con acercamiento frecuente al alcohol; su casa es un desastre… Todo ello hace que sea muy creíble. En esta su primera aventura, Asesinos sin rostro, se produce un crimen brutal y, como aparece la palabra “extranjero” al lado de uno de los fallecidos, se producen reacciones xenófobas. Esto es el gran logro de Mankell, darnos a conocer la realidad sueca, ciertamente alejada de ese paraíso que muchos habíamos creído que existía.
A continuación Teresa Alonso y su sabia relación con el arte, nos habló de los Lamentos ante la tumba vacía, conocida también como La tumba de Hutten (1823-24), obra de Caspar David Friedrich. Partió Teresa de un paralelismo entre Goya y Friedrich, enlazanzo así con otra sesión anterior: época, romanticismo, guerras en Europa, invasiones de ambos países por las tropas de Napoleón… para emprender cada uno su propio camino. En el caso de Friedrich, bajo una estética romántica, proyecta sus frustraciones y sentimientos en los paisajes. En este caso, y ante la hipotética tumba del reformista luterano Ulrich Hutten, tumba que en realidad se encuentra en la isla de Ufnau, en el lago de Zurich, Friedrich la sitúa en el ábside de unas ruinas góticas, las ruinas del catolicismo, la histórica alemana. En el pedestal se puede leer la inscripción Hutten y en el sarcófago otros nombres (Jahn, Arndt…) de luchadores contra Napoleón y de revolucionarios contra la restauración monárquica. De la mano de Teresa vimos otras obras del pintor romántico, Caminante ante un mar de niebla (1818), Acantilados blancos en Rügen (1818), Monje a la orilla del mar (1808-1810)…
Y, por último, pero no menos importante, la charla con Julián Ibáñez. Después de la presentación del escritor por parte de Manuel Rodríguez, novelista de género negro, de literatura juvenil e infantil, guionista de cine y televisión, ganador del premio L’H Confidencial 2009, creador de personajes atormentados, perdedores… el mismo escritor se lanzó a una observación, “antes de que se me olvide”, a él también le gusta mucho el cine negro, el de Chabrol en concreto y la película El carnicero la considera la mejor del cineasta, sin embargo no le gustan las novelas de Simenon –en eso no coincidimos, amigo Ibáñez-, porque no le va la novela deductiva. Sobre Wallander cree que es el típico personaje de novela negra: perdedor, divorciado, borracho… Empezó a leer a Larson y la terminó por cabezonería, pues no le gustó nada. En realidad terminó la lectura porque presenta dos misterios, uno el de la habitación cerrada (una isla) y el otro es el típico de las novelas deductivas, pero que encierra una trampa: el periodista encuentra la solución del misterio al observar una fotografía, es decir, que la policía sueca es gilipollas porque no había sabido ver la foto. En resumen, no le gusta Larson –en eso si coincidimos, amigo Ibáñez.
Empezó a gustarle la novela negra cuando descubrió a Chandler. Desde entonces él utiliza lo que calificó como “el signo de Chandler”: Analizar e imitar. Cuando empezó no quiso crear a ningún policía por razones viscerales. Pero tampoco a detectives, de ahí que utilizara a gente normal, algo cínica, bajito… y surgió Novoa. Ahora sí, ahora habla de policías, pero corruptos. ¿Eh?
Juián Ibáñez, con su charla amena, divertida y amable se lanza a explicarnos muchas cosas. Sus novelas no son urbanas entre otras cosas porque él ha vivido más en pueblos que en ciudades, “mi madre es maestra”, nos dice a manera de justificación. Nos confiesa que no le gusta mucho meterse en casos reales porque dispersa la atención del lector al conocer los hechos. Sus libros son negros porque salen así, no se plantea cómo van a ser desde el principio, salen como salen. En ellos, dice, lo menos importante es el argumento, lo más es la historia tal y como sale.
Para finalizar nos habló de su última novela publicada, puesto que tiene otra entregada al editor, que iba a salir a finales de enero pero que aun no lo ha hecho. Nos habló, digo, de Perro vagabundo busca a quien morder (2009). La historia se sitúa en Puertollano y se refiere a un policía corrupto que mantiene un antro clandestino.
Más cosas se dijeron que, o bien no apunté en mi cuaderno o bien no me acuerdo. Pero la tarde estuvo entretenida. El aforo fue completo, uno de los más completos hasta ahora. Está claro que Manuel Rodríguez hace las cosas bien y la gente lo agradece.
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