En esta originalísima Ceviche —novela inaugural de un ciclo y presentación de un personaje que llega para quedarse— Federico Levín ha dado si cabe una doble o triple vuelta de tuerca a la hora de buscar cómo acotar sin asfixiar el accionar de su ocasional detective. El casi indescriptible Héctor El Sapo Vizcarra vive y se mueve —poco, gordo y transpirado—, en un medio callejeramente acotado: dos ambientes chicos en el Abasto, y —dentro del barrio— en ámbitos signados por la actividad gastronómica.
Tras las huellas del ceviche perfecto, El Sapo cae en el restaurante de Doña Lili y asiste, fastidiado primero, alarmado después, al concierto improvisado del grupo Sus Majestades Incaicas y —de postre— a la muerte en vivo y en directo de El Rey, su conductor y líder musical ¿Sobredosis o asesinato? A partir de esa accidentada comida, nada será igual para El Sapo. Tras el velorio de El Rey conocerá a La Reina —Clara, su mujer— y a Agustín, uno de sus hijos, y casi sin notarlo se verá envuelto en una intriga compleja en la que aparentemente dos bandas de narcos peruanos —la del Indio Mineral y la de Sendero, su desgajamiento— compiten no sólo por la hegemonía sino por confundirlo. Que con todos estos elementos y una prosa deslumbrante de sutilezas Federico Levín haya elaborado una novela entretenida y originalísima, casi es demasiado. Como para chuparse los dedos.
Juan Sasturain
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