[Pensando demasiado, 13 de abril de 2009]
Atravesar una ciudad y una cortina de lluvia en busca de algo más que un Dry Martini. Volver a casa atravesando la ciudad con un buen sabor de boca. Eso es lo que pasó el 28 de marzo cuando se celebró una condena que está lejos de finalizar: Diez años y un día, de momento, para la Biblioteca de la Bóbila. Además, por si fuera poco, entrega de del premio L’H Confidencial al escritor Julián Ibáñez.
En la sala de actos una única luz rompía la oscuridad bajo la que se cobijaban unas almas, aparentemente inofensivas, pero sin lugar a duda, enamoradas de lo criminal. Todos los que escuchamos recitar fragmentos de la obra ganadora, con la poderosa voz de Massotkleiner nos emborrachamos de curiosidad. La descripción de los escenarios, y de los pequeños gestos del protagonista, permitió a los oyentes, ver las verdes colinas de Euskadi y ser testigos de excepción de algo que pasaba sólo para nosotros. Sin duda, la novela tiene una gran calidad y no tardaremos en tratar de encajar lo escuchado en la trama completa de “El baile no ha terminado”.
La magnífica música y el ritmo del claqué sirvieron de digestivo acompañante a esa extraña comunión de lectores, en principio, más acostumbrados a los placeres solitarios. La entrega de premios tuvo como sello la brevedad y la brillantez en la proporción más equilibrada que la del Dry Martini original: 75% de gin y 25% de Vermut seco.
Un político, una editora, un librero, un director de biblioteca y un escritor, alguien tenía que desentonar ¿No? Pues no fue así, el político fue breve parecía entusiasmado, y como toca es tradición se aventuró con promesas de inversión. La editora, una rara experta en eso de los libros, barrió para casa sin extralimitarse. El librero lleva muchas horas de vuelo y no necesitaba acaparar el escenario. El escritor, en una actitud diametralmente opuesta a la umbraliana declinó hablar de él y de su libro, pero si reconoció el relieve del premio que se le concedía. Con una sencillez admirable se metió al público en el bolsillo de su camisa de cuadros. Bien valía la pena brindar por el artista.
El culpable absoluto del lío, el cabecilla indiscutible de ésta pandilla de criminales de la tinta, Jordi Canal fue tan igual a si mismo como lo es en las distancias cortas. Nos ilustró con jugosas cifras y algunos datos y como si de la aceituna se tratase nos regaló una frase que ya quisiera para si Phillip Marlow: “La tarde es húmeda, pero el Martini, Seco”.
Un acto esplédido, una extraña mezcla de sofisticación y calidez de hogar. Un ejemplo de cómo deberían ser estas cosas.
Brindemos por ésta condena que nos ligará cada primavera a la entrega de un Premio, al cumpleaños de una biblioteca de la que nos declaramos cómplices. Como prueba incriminatoria prestamos ésta declaración, confesamos haber leído todos los libros que desde octubre hasta ahora han sido sugeridos en el Club de lectura y los que sean requeridos por su señoría. Novoa, el perspicaz consignatario creado por Ibáñez en 1986 se presentará como testigo.
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