Era curioso: la oscuridad que lo rodeaba no era la oscuridad inmóvil, inmaterial y negativa a la que uno está acostumbrado. Más bien, le recordaba la oscuridad casi palpable de algunas de sus pesadillas infantiles, una oscuridad perversa que, algunas noches, lo atacaba en oleadas o intentaba asfixiarlo. Puedes relajarte. Pero aún no podía moverse. Solo respirar, lo cual ya era un alivio. Su espalda descansaba contra un tabique liso cuyo material no podía determinar, y contra su pecho desnudo yacía la pantalla, su brillo permitía distinguir el rostro del médico. ¿Quizás era por este resplandor que la oscuridad circundante parecía hecha de nubes suaves y envolventes? ¿Por qué se veía obligado a permanecer tanto tiempo en una postura incómoda, sin que le dijeran nada? Justo ahora, en el diván de cuero negro de la consulta, conservaba su libertad mental, hablaba con su verdadera voz, su voz ronca del escenario y la ciudad, se divertía observando a Biguet, el famoso Biguet que había tratado y seguía tratando a la mayoría de las figuras ilustres.
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Si no creus en l'existència de l'ànima, Simenon et farà dubtar, segur. Cap altre com ell per apropar-s'hi. Imperdible l'últim capítol.
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