Una serie de películas del género más numerosas de lo que pudiera parecer, hechas por directores que luchando contra la censura, dura y arbitraria, para poder estrenar, intentaban reproducir ese género triunfante en lugares como Francia o Estados Unidos. Solo hace falta contemplar los obligatorios carteles en el inicio de las cintas, en que se insta al espectador al orden, el deber y los más nobles instintos, para comprender la dimensión de las dificultades en el planteamiento de historias donde la delincuencia, tema peliagudo era el principal. Julio Coll, director íntimamente unido a estos papeles de Arturo Fernández, es una buena prueba de ello. Es imposible que este control no influyera en la calidad de las historias. Se hicieron concesiones donde no había elección. Fundamentalmente en planteamientos éticos y comportamentales. También ocurría en los EE.UU. de Hays. Sin embargo, está demostrado que, en cuestiones técnicamente cinematográficas, la calidad alcanzó muy buenos niveles, y con bastantes directores. Lástima que fueran un tanto ingenuas en cuanto al argumento. Pero de eso hablaremos en otra ocasión.
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