El silencio de un hombre (disponible en eBiblio), protagonizada por Alain Delon y dirigida por Jean-Pierre Melville, es sin duda la película icónica del llamado polar, o cine negro francés. El sombrero y la gabardina de Jef Costello, un frío y solitario asesino a sueldo con alma de samurái, remiten al clásico noir americano que Melville tanto veneraba, pero el trasfondo, y sobre todo el spleen, la atmósfera y el hastío existencialista son totalmente parisinos. Y decir París, como decir cine francés, no es decir cualquier cosa.
Cualquier cinéfilo que se precie ha
visto, en algún momento de su vida, esta obra maestra, que nunca está de
más revisar. Pero no todo el mundo es consciente de que se trata de la
punta de un inmenso iceberg. Desde sus inicios, si contamos a partir de
los folletines de la era silente, el polar fue, junto a la
comedia, el género más popular al otro lado de los Pirineos. En los 80,
el misterioso fenómeno empezó a desinflarse –la comedia, en cambio, se
quedó–, pero se calcula que, antes del ocaso, medio millar de
realizadores con pasaporte francés se foguearon en el género con mayor o
menor fortuna, con una o muchas películas, lo cual nos deja un corpus
casi incalculable de varios miles de films, con un altísimo nivel medio, entre numerosas obras maestras y un sinfín de películas de una eficacia intachable.
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