Juan Carlos Galindo
El género urbano por excelencia se abre a nuevos espacios, como queda claro en el Quais du Polar de Lyon, la cumbre europea de la novela negra
La novela negra, el género urbano por excelencia, se pasa al verde. El impulso de lo neorrural y la moda de la literatura sobre naturaleza ponen en primera plana un subgénero que está viviendo ahora su verdadera edad de oro. Una ola de traducciones y novedades traen la tendencia desde Estados Unidos y Francia al mercado en español, y así lo relatan autores y editores presentes en la 14ª edición del Quais du Polar de Lyon para buscar las causas del éxito.
“Escribir sobre lo rural no es tanto un acto de resistencia como de testimonio de un mundo que desaparece. Se trata de dar la palabra a los que ya no la tienen”, comenta Frank Bouysse, ganador del SNCF en 2017 con su noir rural Grossir le ciel, en el abarrotado vestíbulo del Palacio de la Bolsa, sede del festival. “He vivido toda mi infancia en el campo y tengo además una gran influencia de la literatura estadounidense de los grandes espacios, de William Faulkner a Cormac McCarthy”, añade con un gesto tímido. “En Francia hay una enorme tradición que hay que honrar y, además, esta atmósfera rural es un gran material para la ficción criminal”, remata su editor, Pierre Fourniaud, que dirige desde su pequeña editorial una colección dedicada a este subgénero.
El verdadero creador del término country noir es Daniel Woodrell, quien lo usó en 1996 para describir su novela Los huesos del invierno (Alba), aunque luego prohibió a sus editores emplearlo. Pero EE UU cuenta con una larga tradición que va desde algunos textos de Faulkner o Louisa May Alcott a James Crumley o Jim Thompson –el clásico 1.280 almas es, en esencia, un country noir y así se vende en los estantes de Lyon en su nueva reedición en francés– y valores actuales como James Lee Burke o Craig Johnson, con quien conversa EL PAÍS en el Quais du Polar. “Hay dos factores que explican el éxito del country noir. Primero tenemos la visión romántica de la épica del Oeste. El western no es más que un acto moral puesto en marcha en un escenario que magnifica los rasgos de los personajes. Luego está el paisaje, un espacio de vastas distancias que alimentan nuestra imaginación”, resume tocado con su sombrero de vaquero y su voz atronadora el creador del sheriff Walt Longmire (editado en Siruela).
Watson solía avisar a Holmes de la maldad que podían encontrar en el campo, lejos de los turbios callejones de Londres. Pero conviene tener cuidado. Como cuenta Sergio del Molino en La España vacía, la visión urbana sobre lo rural está cargada de morbo, prejuicios e idealizaciones. Colin Niel, ganador de uno de los premios del festival en 2017 con Solo las bestias (editado en España por Principal Noir), matiza: “No, no creo que se esté cayendo en el morbo cuando se mira lo rural desde la ciudad. Soy un chico de la banlieu, pasé mi juventud en grandes edificios, alejado de la experiencia de la naturaleza, pero mi retrato de lo rural está lejos de lo mórbido. En Solo las bestias, de hecho, el punto de partida no es lo rural o lo urbano, sino la soledad, el aislamiento no solo físico, sino también mental y espiritual y eso es algo que no es exclusiva de la gente de campo”.
La mirada gamberra de Joe R. Landsdale, el poder femenino de Tawni O’Dell o el retrato de la basura blanca de EE UU de Bill Panovich han llegado a España de la mano de Siruela. “En estos momentos en que lo neorrural es en el mundo, y en el sector editorial también, una clara tendencia, el country noir funciona de alguna manera como reverso oscuro de esa vuelta al campo, como una versión en negativo sin concesiones, libre de idealizaciones. Una mirada descarnada que no por opuesta niega la otra”, cuenta desde Madrid su editor Julio Guerrero.
El éxito de Jane Harper en Australia con su western asfixiante Años de sequía (Black Salamandra) o el de Antonio Manzini en Italia dan una idea de la extensión global de esta tendencia. En España siempre ha habido una mirada literaria a lo rural, pero el género en su vertiente negra vive ahora un lento despertar. A principios de año Salto de Página publicó El porqué del color rojo, de Francisco Bescós, y ADN apuesta para mayo por Los Caín, debut de Enrique Llamas, un oscuro thriller situado en un pueblo dividido por el odio en las España de los setenta. “Lo rural sigue estando ahí, mucho más evolucionado que en los tiempos que se retratan en Los Caín, y es un escenario en el que las pasiones, las venganzas y los instintos atávicos quizás puedan encontrarse en un estado más puro que en la ciudad, cada vez más domesticada o ensimismada a causa de las redes sociales. ¿Qué mejor escenario para un drama o un thriller?”, afirma su editor Fernando Paz.
Libreros, autores y expertos presentes en Lyon creen que parte del éxito de lo rural en Francia tiene que ver con una mirada que se aleja de los regionalismos y lo folclórico. En España, un vasto mundo está esperando a ser contado.
“LA MAFIA, EL RACISMO Y LA DESIGUALDAD TAMBIÉN ESTÁN EN LO RURAL, PERO ES MÁS DIVERTIDO”
El Quais du Polar 2018 está dedicado a Italia. Antonio Manzini es el autor más vendido allí gracias a las historias del extravagante y adorable Rocco Schiavone. En mayo llega a España la quinta 7-7-2001 (publicada por Black Salamandra como las anteriores) y atiende a EL PAÍS con él entre una firma de ejemplares y una mesa redonda. “El valle de Aosta es un lugar oscuro, no es acogedor, está rodeado de altas montañas y la roca es negra. Pongo a Rocco en ese ambiente para hablar de Italia, de cómo nada funciona, del fracaso de la política. En el campo existen las mismas reglas. La mafia, el racismo y la desigualdad también están en lo rural, pero es más divertido. ¡Si hasta la Liga Norte nació allí!”, cuenta mientras toma una cerveza. “Además, no quería hablar de Roma, se está volviendo muy aburridísima. Ya hay mucho escrito sobre la ciudad”.
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