La novela del boliviano Gonzalo Lema, Que te vaya como mereces, me deslumbró como me deslumbró hace muchísimos años El mundo es ancho y ajeno del peruano Ciro Alegría porque, tanto una como otra, nos revelan maravillosamente un país, sus habitantes y poderosamente, su lenguaje mestizo.
La novela de Ciro Alegría fue publicada en 1941, en Perú, es una novela “indigenista”, sus personajes son indígenas rurales de principio del siglo XX. La de Gonzalo Lema fue publicada este año 2017, es una novela policiaca fuertemente contextualizada por la realidad boliviana contemporánea, sus personajes son mestizos, “cholos: la síntesis racial boliviana”, de Cochabamba, la tercera ciudad más importante de Bolivia, en la que casi el noventa por ciento de sus habitantes son mestizos o indígenas de la etnia quechua y donde “las rubias no podían estar de acuerdo con el indio. Eran parientes de los otros gobiernos”. En la novela de Ciro Alegría se transmite una desoladora realidad; en la de Gonzalo Lema, un conformismo, un tanto cínico e irónico de, “nos ha ido, como nos merecemos.”
El personaje principal de Que te vaya como mereces es Santiago Blanco, un cholo de cincuenta y seis años, soltero y sin hijos; había sido policía, detective privado y mendigo hasta que fue rescatado de la miseria por el corrupto coronel Uribe quien lo empleó como portero de su edificio y desde cuya azotea vigilaba “que el mundo estuviera en su lugar, que nadie le robara nada”. Santiago es un gordo sarcástico, desfachatado, para quien “la gente vivía a su manera sin mayor conciencia histórica . Era feliz . La gente y sus circunstancias muy sencillas , que se consumían cada simple día.” Santiago, comelón de comida criolla, “vivía la comida como una gran experiencia múltiple. Olores, textura, sabores , sensaciones , deglución”. Camina por Cochabamba parándose para comer lo mejor de cada fonda, de cada puesto de mercado
En el primer puesto olió los fritos de seso con arroz y papa blanca y se pasó ligero pensando que era un engaño. En el segundo puesto olió bien una densa nogada de cordero pero sin nuez, sino con maní remojado en la víspera, retostado y molido con esmero, y con el cordero tierno con su tufo a pasto silvestre y sal. En la tercera olla se asustó, porque la doña freía las costillas de vaca en una gran sartén, con ruido de gran incendio, después de haberlas hecho hervir en olla y sacarles toda la grasa. El fuego y las chispas vivas saltaban a enorme distancia. Pero en la cuarta olla encontró cuanto su ánimo inquieto buscaba: el ch’ake de trigo con pedazos de papa runa y de carne gorda. El colorante de ají en vaina. Llajua verde encima. El rocío de perejil llegaba luego, de la mano gorda y cálida de la cocinera. Ya no revisó la quinta olla, pero pronto vio que se trataba del Falso Conejo. Ese plato le recordaba su convicción udepista y lo dejaba triste un buen rato. El doctor Siles se reacomodaba en su corazón.
Santiago es portero y confidente de los inquilinos del edificio. Un viejo delincuente, “abrelatas”, le pide ayuda para encontrar el cuerpo de su hijo robado de la morgue; Santiago sigue la trayectoria del cuerpo robado en el ya conocido camino de la corrupción de los países latinoamericanos. Y Bolivia es, “un país de medio pelo que no generaba noticias… Así que se podía recorrer todos los canales en perfecto orden y luego pensar con fundamento que se había tenido la mala suerte de nacer en un lugar que no le importaba a nadie en el mundo…”
En Que te vaya como mereces, la realidad es más poderosa que cualquier ficción.
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