Julieta Grosso
Bajo un paisaje donde se funden las tradiciones arcaicas con los emblemas de la modernidad, el escritor y viajero francés perfila "Yeruldelgger. Muertos en la estepa", primera entrega de una inquietante trilogía ambientada en territorio mongol donde una seguidilla de crímenes brutales hilvanan la agenda caliente de un país que convive con grupos neonazis, abusos de poder, el narcotráfico y las secuelas de la ocupación soviética.
Ian Manook es en realidad uno de los seis seudónimos con los que este escritor francés nacido hace 68 años en Meudon (Francia) se intenta convencer de que su relación con la literatura es una aventura más de las tantas que integran su foja profesional, donde sobresalen el oficio sostenido como cronista de viajes junto a la escritura de guiones, novelas juveniles y una veintena de novelas inconclusas.
"Yeruldelgger" (Salamandra) es la primera parte de una trilogía ambientada en la remota geografía de Mongolia, donde sin embargo la agenda problemática no difiere de las sociedades occidentales. Y acaso sea justo ésa la pretensión mayor del narrador: demostrar cómo la corrupción, el racismo, el crimen organizado y los abusos del poder están enquistados en esta escenografía exótica como lo dictan las peores admoniciones sobre la aldea global.
En la estirpe de detectives atormentados que desde Philip Marlowe al Wallander de Henning Mankell ha trazado una genealogía de la novela negra se abre paso el inexpugnable Yeruldelgger, hombre sombrío y violento que trabaja afiebradamente para olvidar y al mismo tiempo redimirse de la muerte trágica de una de sus hijas y la desintegración de su vida familiar.
Algo de ese pasado tortuoso reaparece en las primeras páginas de la novela cuando una tribu nómade desentierra el cadáver de una niña de cinco años que ha sido devorado por la arena junto a su triciclo, una escena demoledora que anticipa la crudeza de una trama centrada en una triple pesquisa: el asesinato y emasculación de tres ciudadanos chinos, el hallazgo de dos prostitutas ahorcadas y la misteriosa aparición del cuerpo infantil en plena estepa.
Con esta historia que aprovecha el rico escenario aportado por las yurtas -las típicas viviendas medievales utilizadas por los pueblos nómades de Asia Central-, el escritor desgrana los síntomas de una civilización atravesada por el malestar social y acechada por la amenaza de la desaparición, todo eso radiografiado a través de las herramientas de la novela negra.
"La literatura negra implica una convención especial entre el escritor y el lector, un tipo de complicidad que pone al lector al límite de la tolerancia. Son pactos más complejos que los que establece el policial tradicional, donde un escritor escribe sobre un tema específico y no apunta a tensar las fronteras morales de quien lee", sostiene Manook en una entrevista con Télam que tiene como trasfondo una librería de San Telmo.
- Télam: ¿Qué motivó la elección de un escenario exótico para narrar temas universales como el tráfico de drogas, la corrupción o la prostitución?
- Ian Manook: He hecho este libro para responder a un desafío de mi hija, que me retó a escribir dos libros por año en un género diferente cada vez. Cuando arranqué con la escritura de esta novela, no tenía ninguna cultural del policial o la novela negra. Ni como escritor ni como lector. En los 80 había leído apenas a autores como John Le Carré, Robert Ludlum y Frederick Forsyth pero nada más que eso.
El punto de partida fue similar al método que utilizo cuando en mi trabajo debo escoger una foto. Creo que hay que ser pertinente y al mismo tiempo inesperado. Esas dos condiciones asociadas son esenciales para escribir una novela policial. En este caso, lo pertinente estuvo concentrado en la elección de una historia que respeta la arquitectura de la novela negra tradicional mientras que el componente sorpresivo estuvo enfocado en el contexto, que se me apareció como una geografía mineral.
Los países con mayor presencia mineral son Patagonia, Australia, Alaska y Mongolia. El único de todos esos que tiene una tradición chamánica fuerte es este último. Y ese componente era muy importante para mí porque todo lo que integra la sustancia de la novela policial -la cuestión de la muerte, el destino, la venganza- en las tradiciones chamánicas todos esos aspectos aparecen presentadas desde un ángulo diferente, interesante. Ese matiz diferente hace que se puedan pensar temas de las sociedades europeas o latinoamericanas pero desde un punto de vista novedoso.
- T: La novela tiene escenas de una violencia descostumbrada ¿Este rasgo tiene vinculación de alguna manera con el espacio donde transcurre?
- I.M: La cultura chamánica o la nómade permite un tipo de violencia éticamente justificada que por el contrario no está justificada en las sociedades más contemporáneas. La diferencia es que en la representación del mundo en nuestra cultura el hombre está en el centro y el mundo en la periferia del cículo mientras que en la cultura chamánica, ambos -hombre y mundo- conviven dentro del mismo círculo. Por eso en este tipo de comunidades la violencia contra el hombre está habilitada porque no es él el único habitante del mundo. Y a veces para que sobreviva el mundo, hay que ser necesariamente violento contra el hombre.
- T: La trama es original en su escenario y su planteo. Sin embargo, el personaje principal no se desmarca de esa geneología del detective hosco y atormentado que es una marca de la novela negra ¿Por qué decidió mantenerse fiel a esa tradición?
- I.M: A eso me refería con la necesidad de conservar un elemento pertinente que entronque la novela con la tradición que la precede. Me interesó en ese sentido la idea de un detective que contiene a todos los anteriores, que revalida esa condición de hombre atormentado que persigue su afán de justicia y que al mismo tiempo no logra perdonarse a sí mismo por los errores cometidos.
En los tres libros que integran la saga el rol de Yeruldelgger va sufriendo mutaciones: en el primero es un hombre enojado, en el segundo ese malestar crece y en el último intenta buscar una solución a sus problemas. El siente de alguna manera que carga con la violencia política y económica que lo rodea y por lo tanto se vuelve también violento.
- T: ¿Cuáles son las razones por las cuales la novela negra está tan valorizada actualmente en Europa y en Latinoamericana? ¿Es acaso el género que mejor interpreta el signo de los tiempos?
- I.M: Pienso por un lado que la literatura policial tradicional en los últimos veinte años ha perdido capacidad de reflexión y el sentido de la intriga en tanto que la llamada novela negra ha logrado desarrollar un tipo de tramas con aventura que se encarama en el centro de la escritura y permite a los autores hablar de cosas que trascienden la intriga. Por ejemplo, en esta novela el enigma planteado me parmite instalar también el problema geopolítico relacionado con las formas de explotación de la riqueza mineral en Mongolia. Hay entonces un nuevo tipo de literatura negra más implicada en la reflexión de las cosas que no funcionan muy bien en el mundo.
En la estirpe de detectives atormentados que desde Philip Marlowe al Wallander de Henning Mankell ha trazado una genealogía de la novela negra se abre paso el inexpugnable Yeruldelgger, hombre sombrío y violento que trabaja afiebradamente para olvidar y al mismo tiempo redimirse de la muerte trágica de una de sus hijas y la desintegración de su vida familiar.
Algo de ese pasado tortuoso reaparece en las primeras páginas de la novela cuando una tribu nómade desentierra el cadáver de una niña de cinco años que ha sido devorado por la arena junto a su triciclo, una escena demoledora que anticipa la crudeza de una trama centrada en una triple pesquisa: el asesinato y emasculación de tres ciudadanos chinos, el hallazgo de dos prostitutas ahorcadas y la misteriosa aparición del cuerpo infantil en plena estepa.
Con esta historia que aprovecha el rico escenario aportado por las yurtas -las típicas viviendas medievales utilizadas por los pueblos nómades de Asia Central-, el escritor desgrana los síntomas de una civilización atravesada por el malestar social y acechada por la amenaza de la desaparición, todo eso radiografiado a través de las herramientas de la novela negra.
"La literatura negra implica una convención especial entre el escritor y el lector, un tipo de complicidad que pone al lector al límite de la tolerancia. Son pactos más complejos que los que establece el policial tradicional, donde un escritor escribe sobre un tema específico y no apunta a tensar las fronteras morales de quien lee", sostiene Manook en una entrevista con Télam que tiene como trasfondo una librería de San Telmo.
- Télam: ¿Qué motivó la elección de un escenario exótico para narrar temas universales como el tráfico de drogas, la corrupción o la prostitución?
- Ian Manook: He hecho este libro para responder a un desafío de mi hija, que me retó a escribir dos libros por año en un género diferente cada vez. Cuando arranqué con la escritura de esta novela, no tenía ninguna cultural del policial o la novela negra. Ni como escritor ni como lector. En los 80 había leído apenas a autores como John Le Carré, Robert Ludlum y Frederick Forsyth pero nada más que eso.
El punto de partida fue similar al método que utilizo cuando en mi trabajo debo escoger una foto. Creo que hay que ser pertinente y al mismo tiempo inesperado. Esas dos condiciones asociadas son esenciales para escribir una novela policial. En este caso, lo pertinente estuvo concentrado en la elección de una historia que respeta la arquitectura de la novela negra tradicional mientras que el componente sorpresivo estuvo enfocado en el contexto, que se me apareció como una geografía mineral.
Los países con mayor presencia mineral son Patagonia, Australia, Alaska y Mongolia. El único de todos esos que tiene una tradición chamánica fuerte es este último. Y ese componente era muy importante para mí porque todo lo que integra la sustancia de la novela policial -la cuestión de la muerte, el destino, la venganza- en las tradiciones chamánicas todos esos aspectos aparecen presentadas desde un ángulo diferente, interesante. Ese matiz diferente hace que se puedan pensar temas de las sociedades europeas o latinoamericanas pero desde un punto de vista novedoso.
- T: La novela tiene escenas de una violencia descostumbrada ¿Este rasgo tiene vinculación de alguna manera con el espacio donde transcurre?
- I.M: La cultura chamánica o la nómade permite un tipo de violencia éticamente justificada que por el contrario no está justificada en las sociedades más contemporáneas. La diferencia es que en la representación del mundo en nuestra cultura el hombre está en el centro y el mundo en la periferia del cículo mientras que en la cultura chamánica, ambos -hombre y mundo- conviven dentro del mismo círculo. Por eso en este tipo de comunidades la violencia contra el hombre está habilitada porque no es él el único habitante del mundo. Y a veces para que sobreviva el mundo, hay que ser necesariamente violento contra el hombre.
- T: La trama es original en su escenario y su planteo. Sin embargo, el personaje principal no se desmarca de esa geneología del detective hosco y atormentado que es una marca de la novela negra ¿Por qué decidió mantenerse fiel a esa tradición?
- I.M: A eso me refería con la necesidad de conservar un elemento pertinente que entronque la novela con la tradición que la precede. Me interesó en ese sentido la idea de un detective que contiene a todos los anteriores, que revalida esa condición de hombre atormentado que persigue su afán de justicia y que al mismo tiempo no logra perdonarse a sí mismo por los errores cometidos.
En los tres libros que integran la saga el rol de Yeruldelgger va sufriendo mutaciones: en el primero es un hombre enojado, en el segundo ese malestar crece y en el último intenta buscar una solución a sus problemas. El siente de alguna manera que carga con la violencia política y económica que lo rodea y por lo tanto se vuelve también violento.
- T: ¿Cuáles son las razones por las cuales la novela negra está tan valorizada actualmente en Europa y en Latinoamericana? ¿Es acaso el género que mejor interpreta el signo de los tiempos?
- I.M: Pienso por un lado que la literatura policial tradicional en los últimos veinte años ha perdido capacidad de reflexión y el sentido de la intriga en tanto que la llamada novela negra ha logrado desarrollar un tipo de tramas con aventura que se encarama en el centro de la escritura y permite a los autores hablar de cosas que trascienden la intriga. Por ejemplo, en esta novela el enigma planteado me parmite instalar también el problema geopolítico relacionado con las formas de explotación de la riqueza mineral en Mongolia. Hay entonces un nuevo tipo de literatura negra más implicada en la reflexión de las cosas que no funcionan muy bien en el mundo.
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