Federico Vite
Chester
Himes siempre estuvo familiarizado con el mundo del hampa. Desde joven
comprendió que el trabajo asalariado —de mozo y de camarero, únicas opciones
laborales para un chico negro que estudiaba en la universidad de Columbus— no
era para él. Se involucró en un hecho extraordinario, un asalto a mano armada,
que culminó con la sentencia a 20 años de prisión, aunque sólo cumplió siete
tras las rejas. “Comencé a escribir en prisión. Eso me protegió de los
convictos y de los carceleros Los convictos negros tenían un respeto
instintitvo, e incluso miedo, por alguien que podía sentarse a escribir a
máquina y cuyo nombre aparecía en periódicos y revistas. Los carceleros no
podían tocar a quien veían como a una figura pública”, refiere Himes en sus
primeros relatos, colaboraciones para la revista Esquire (1934).
En la
cárcel se interesó por el trabajo de Dashiell Hammett y empezó a escribir
relatos. Muchos relatos, muchos realmente. Salió en libertad condicional en
1935 y en 1945 publicó su primera novela, Si grita, déjalo ir (Doubleday Doran,
Estados Unidos, 203 páginas), en la que una mujer blanca acusa de violación a
un negro, Robert Bob Jones. En realidad, todo se trata de sexo consensuado,
amoroso incluso, pero Bob es negro, ella no. Bob es empleado de un embarcadero
y descubre que una chica blanca es más dañina que un hombre blanco. Fue una
novela que escandalizó a los puritanos, un libro que le dio fama al autor, pero
esencialmente marcó la ruta por la que iría el resto de la obra de Himes:
mostrar la rabia de sentirse solo en un mundo dominado por blancos.
Cuando
apareció su primera novela en la industria editorial gringa, Himes se mudó al
Harlem. Amó esa convulsión hecha barrio. Caminaba por las calles de ese gueto
escuchando la respiración del odio en crecimiento, la inconformidad social, el
abuso, la violencia, el maltrato, el Harlem se convirtió en algo que no pudo
definir, en algo que lo alimentó.
Desde
1953 hasta 1955 viajó constantemente a Europa. Radicaba entre Francia y Nueva
York; en 1956 se mudó a Paris. Apareció en francés la novela autobiográfica Por
el pasado llorarás (El Aleph, España, 1998, 448 páginas), una versión rasurada
para evitar problemas con los censores de esa época. El libro llamó de
inmediato la atención de la industria editorial francesa. El mítico Marcel
Duhamel le encargó una novela negra. En menos de un mes escribió la primera
obra de la saga protagonizada por el Sepulturero Jones y Ataúd Johnson: The
Love of Ima Belle. Le Reine des Pommes, título de la edición francesa, ingresó
a la serie dedicada al género policial de la prestigiosa editorial Gallimard,
en 1957. Ese libro obtuvo el Gran Premio de Literatura Policial de 1958.
Himes
vivía sólo de escribir novelas. Y escribió mucho. El Harlem se le impuso, fue
un modelo de la pulsión humana que diseccionó literariamente. La segunda novela
de la serie se tituló If trouble was money, (1958, Coffin Ed.), posterior a
este documento fluyó la tinta: Harlem era el imán de la ficción. Las siguientes
entregas fueron The big gold dream, 1959; Run man run, 1959; A jealous man
can’t win, 1959; All shot up, 1960; Be calm, 1961; Cotton comes to Harlem,
1965, y Blind man with a pistol, 1969. Después de esa tanda de libros hechos en
Europa, pero con el corazón en el Harlem, el chico del Harlem comprendió la
sentencia más temible de su existencia: no regresar a Estados Unidos.
Sepulturero
Jones y Ataúd Johnson son chicos rudos que recurren al cinismo para mostrar el
sinsentido de la violencia y de la persecución racial. Lo único que nos queda
es la ironía, el escarnio, opciones antes de la locura, la histeria, parece
decirnos Himes con esos personajes hechos y derechos para un sitio como
Guerrero, un caótico pero funcional giro negro.
En
Francia, Himes no era pobre ni feliz. Pensaba mucho en el tiempo que perdió en
la cárcel. “Sin la adversidad, hubiera sido un escritor mucho mejor”, refiere
en Por el pasado llorarás. Y creía eso, que de haber terminado la universidad
estaría mejor.
A
diferencia de James Baldwing, Himes no mostraba simpatía por los otros negros,
tampoco aleccionó a sus lectores sobre lo terrible de los prejuicios raciales,
del racismo en general. No buscaba soluciones. No quiso paz. Enfocó toda su
rabia e inconformidad en la literatura. Creó novelas de corte noir yse
engolosinó con la brutalidad de los hombres del Harlem. Su única manera de
criticar las vejaciones fue denunciándolas. Y ese hombre, quien de pronto era
amigo de personalidades como Malcolm X, Picasso, Nikki Giovanni e Ishmael Reed,
descubrió España y se instaló en Alicante. Abandonó París, Nueva York, Madrid.
Sólo quiso playa. En 1969, Himes y Lesley, su esposa de origen británico,
llegaron a Moraira, Alicante. Iniciaron una etapa de profunda tranquilidad. Ya
superados varios problemas: conocieron su paraíso.
El 13 de
noviembre de 1984, 12 personas acudieron a un funeral en el cementerio de
Benissa, Alicante. El escritor estadunidense Chester Himes ha muerto. Aparte de
Lesley, sólo estaban su médico, varios vecinos, el escritor Bernat Capó y el
entonces alcalde de Teulada. En ese sitio se escribieron los dos volúmenes de
las memorias de un hombre atribulado La cualidad del sufrimiento (1972) y El
absurdo de mi vida (1976) fueron publicadas en castellano por Ediciones Versal
(España, 1988).
Himes,
más que un sensible y atormentado morenazo, sólo era un chico del Harlem que
por razones extrañas terminó exiliado en una región capitaneada por las
tenebrosas órdenes del franquismo. Hablo de un chico del Harlem que poco a poco
tiene más lectores, un prodigio que luchó contra la fatalidad de su existencia.
Puso sobre el papel la insolencia de estar vivo. Que tengan buen martes.
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