Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto (1995) de Agustín Díaz Yanes es un thriller dramático basado en una mujer española que presencia en México el asesinato de dos policías a cargo de unos gánsters, y justo antes de morir le entregan la información necesaria para descubrir en España donde se blanquea el dinero negro de la mafia. Dirigida con un ritmo vigoroso y con un estilo personal y directo que mantiene con oficio la expectación, es una obra portentosa y arrolladora que de forma perspicaz sorprende al público con lo que se le ofrece y poco a poco va generando más y más tensión gracias a su trabajada historia y certeras interpretaciones para tallar lo que sin duda es un film recordable y provocador, concluyendo una película notable que obtuvo justamente el Goya a la mejor película en su momento.
La fotografía es alusiva de cada lugar, jugando muy bien con los claroscuros en un turbio trabajo repleto de detalles sugerentes y portentosos que en ocasiones impactan y desconciertan al público por su violencia. La música es estimulante y rítmica, usando en ocasiones sonidos hipnóticos y turbadores y en otras sonidos amenazadores e intensos que penetran en el espectador y ayuda a mantener en vilo a este. Los planos y movimientos de cámara consuman una notable y bien trabajada labor técnica mediante el uso de los detalles, tercera persona, cenitales, cámara en mano, seguimiento, primeros y primerísimos planos, avanti, retroceso, plano-contraplanos, subjetivos, seguimiento y circulares que sacan lo mejor de la acción y las interpretaciones.
Las actuaciones son auténticas y admirables. Como protagonistas Victoria Abril está remarcable y con calado psicológico, Federico Luppi está impecable y contundente en su labor y Pilar Bardem está convincente y señalada, siendo destacables las interpretaciones de Guillermo Gil, Daniel Giménez Cacho y Ana Ofelia Murguía entre otros. Para estos emplea la dirección artística unos vestuarios y caracterizaciones sugestivos del personaje según su condición, pasando de elegantes a informales e incluso humildes en una buena tarea que junto con los decorados y los distintos exteriores te transportan a cada lugar.
El guion, escrito por el director, crea buena expectación desde su comienzo provocador e impetuoso y mantiene expectante al público con una trama turbia y penetrante que crea interés y suspense para satisfacción de los seguidores del género, finalizando un implacable film que es de lo más sustancioso en su historia e incluso apasionante en sus momentos de acción, siendo por tanto justa ganadora del premio Goya. Esto se lleva a cabo con una narrativa expresiva e incluso efusiva que deja claro el tono conspirador de los protagonistas para cumplir con un insidioso trabajo intachable. Cabe señalar también, el montaje seguido y acompasado que añade buen ritmo al film y mantiene eficazmente al público pegado al asiento.
Concluyendo, la considero una obra indeleble e indispensable en el cine español que mantiene eficazmente todo el rato al público pegado al asiento por su intriga y arrolladora trama repleta de inquietud y una violencia sucia e implacable, además de contener algunos detalles profundos que añaden más interés a la trama. Recomendable por su dirección, guion, actuaciones, fotografía, música, montaje, planos, movimientos de cámara, vestuarios y narrativa que hacen de Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto, un film intenso e incitador para satisfacer hasta a los cinéfilos más exigentes.
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