Juan Carlos Galindo
No entremos en discusiones eternas sobre si la novela negra ha de ser social o no y sobre su poder para cambiar las cosas. Pero reconozcamos que cuando alguien denuncia algo en una novela que encima es buena, cuando mete algún dedo en el ojo, cuando cuenta bien cierta injusticia que conocemos pero que ignoramos todos los días, cuando ocurre eso algo se mueve en nuestro interior.
Ese es el tipo de novelas que escribe Martin Suter, al que no conocía y con el que celebro haberme encontrado gracias a la labor de Libros del Asteroide, que acaba de publicarMontecristo (traducción de Rosa Pilar Blanco). Un periodista desnortado, una casualidad y un suicidio le sirven a este autor lleno de oficio para sacar un rato a pasear las vergüenzas del sistema suizo. Pasen y vean.
Jonas Brand, un vídeoperiodista con aspiraciones artista de cine, viaja tranquilo en un tren lleno de ejecutivos y gente del mundo financiero. Cuando el convoy se detiene por una necesidad de “atención sanitaria”, todos saben lo que ha pasado: alguien se ha tirado a las vías. Jonas graba lo ocurrido, las reacciones de los viajeros y sigue su vida. Unos días después, por pura casualidad, se da cuenta de que tiene dos billetes de 100 francos con la misma numeración. Convencido de que uno tiene que ser falso acude a su banco donde le aseguran que los dos son auténticos. ¿Imposible? Sí, siempre que no haya alguien haciendo billetes falsos desde la imprenta donde se imprimen los reales.
A partir de aquí empieza una trama sinuosa, sencilla y divertida en la que Suter nos va mostrando las miserias de un mundo que todos sabemos que está podrido. Jonas, su novia Marina y algunos otros personajes no tienen mucho interés por sí mismos. Están bien construidos, sin más. Pero el pequeño thriller que se monta alrededor del periodista, sus dudas sobre si buscar la denuncia, la verdad y la justicia o aprovecharse de la situación crean una novela que se lee de una sentada, que se disfruta.
Hay un momento en que habla una de las autoridades bancarias de Suiza. En una novela que no destaca por tener diatribas panfletarias es casi más revelador lo que dicen quienes quieren preservar el sistema a toda costa:
“Ese asunto nunca ha existido. Hay cosas que no suceden, sencillamente, porque no pueden suceder. Y, si a pesar de todo sucedieran, es el deber y la obligación de gente como nosotros impedir sus efectos. En esta pelea estamos implicados nosotros dos y mucha más gente que es consciente de su responsabilidad más de lo que supone, señor Brand”.
Es difícil contar más sin destripar la novela, cosa que ya saben que nunca hago. Sólo les diré lo que ya adelanto en el titular: no se preocupen, a su manera el crimen de cuello blanco siempre gana. Lean esta novela, que además es breve (uno a veces se pregunta por qué ese empeño de ciertos autores que no tienen tanto que contar de hacer 600 páginas) y entretenimiento de calidad. Vive le noir!
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