Sebastià Bennasar
(Este texto de Àlex Martín
Escribà) abre la recuperación de Ginesta pels morts, de Agustí Vehí, publicada
por Alrevés esta semana)
Hay policías y policías. Los
hay que rondan por la ciudad, ponen orden y civismo, señalizan y orientan,
cumplen órdenes y velan por la seguridad de los ciudadanos. De estos hay
muchos. En cambio, hay otros que además de hacer todas estas labores tienen cargos
de responsabilidad, como ser subinspector de la Guardia Urbana de Figueres,
doctores en Historia, docentes en materia de seguridad pública en la
Universitat Autònoma de Barcelona y escritores de primera línea de fuego. En
este artículo quiero recordar la figura de un escritor, de un intelectual, y
que ha sido para mí el gran descubrimiento literario de esta entrada de siglo.
Un hito más que hay que añadir a las letras negras catalanas, con permiso de
Rafael Tasis, Manuel de Pedrolo y Jaume Fuster. Detrás de una producción
prolífica e incansable, una tarea desplegada admirable en la que hay libros
sobre cuestiones históricas, textos sobre seguridad pública, manuales de
autoprotección, rondallas, cuentos, poesía, ensayos y artículos en la prensa,
me interesa destacar aquí hoy su
aportación al frondoso campo de la novela negra y policíaca. El resultado son
cinco novelas que todavía están por estudiar y analizar (investigadores, ya lo
sabéis), con toda profundidad por diferentes motivos: en primer lugar por el
retrato gastronómico, antropológico, histórico, artístico, cultural y
urbanístico del Empordà tan querido por el autor y a la vez tan literario e
universal, unas tramas llenas de elementos históricos mezclados de manera
magistral con elementos de género negro y la construcción de personajes y
ambientes inolvidables.
Un género –el negro y
policial- que él mismo definía como “idóneo incluso para estudiar Historia y
entenderla. Estoy convencido que la sociedad se explica mejor a través de la
novela negra”. Y no le faltaba razón: cuando leemos nos damos cuenta que todas
ellas son una fuente primaria para aprender la historia de este país: desde la
persecuciones implacables a la policía de la República por las tropas
franquistas y nazis, la creación de búnqueres en el Empordá levantados por el
franquismo, la invasión de los maquis en la Vall de Aran, la descripción de la
postguerra en la ciudades catalanas, huir de los fascistas en la embajada
española que se dedican a perseguir todo aquello que suene a republicano, son
paradigmas que confirman esta tesis. Ahora bien, por encima de todo, no querría
pasar por alto tampoco la caracterización de sus personajes, algunos de
inteligencia luminosa, diría yo, verdaderos “alter-egos” del autor, de un
policía –no lo olvidemos- que escribía novelas de policías, aquellos que el
escritor definía como “los trabajadores de la condición humana y unos
mediadores entre formas cada día más diferentes de entender la vida y la
convivencia. Alguien que ayuda y guía. Alguien que facilita la recuperación de
la normalidad cuando esta se rompe, alguien que reeduca, alguien que evita,
alguien que salva. También pienso que ser policía es sonreír en el paso de
cebra a una persona que pasa. Tal vez será la única sonrisa que se lleve en
todo el día”. De aquí que todos sus personajes despierten estimación: desde el
culto, hambriento y solitario sargento de los Mossos de Esquadra Jaume
Planagumà en Ginesta per als morts; la fidelidad a la causa republicana de
Joaquim Santgenís, comisario de tercera del cuerpo de Investigación y
Vigilancia (Brigada Criminal) –no os perdáis Abans del silenci ni la novela
póstuma Remor de serps-, que en tiempo de guerra, con media Europa en llamas y
la guerra empezada en París, el personaje opta por mantener, ante la
destrucción, la serenidad y el coraje para continuar siendo la representación
de la ley y la seguridad; el compromiso con la justicia del inspector Iríbar,
que mira de tirar hacia adelante sin odiar ni menospreciar –Quan la nit mata el
dia-; pasando –a mi parecer- por los personajes que muestran la parte más
humana y más humorística de Agustí, porque como afirmaba, “el cinismo de un
policía es el termómetro perfecto para saber cómo está la sociedad. Nos salva
el sentido del humor”. No es extraño, pues, ver en acción a personajes como
Palomu, Nicetu y Marcel·lí, los más queridos e inolvidables, protagonistas de
Torn de nit y que aparecieron por primera vez en la antología “crims.cat”, con
el relato titulado “Qualsevol nit, a Figueres, pot sortir el sol”. Unos
personajes que nos han ayudado no sólo a reír sino a superar los aspectos
idiomáticos y a construir un lenguaje policial y delincuencial en catalán,
porque como aseguraba, “escribo en catalán de manera natural pero también de
manera querida (…) Porque es evidente que escribir novela negra es normalizar,
como lo sería escribir novelas rosas, por seguir con los colores. Y normalizar,
sean cuales sean las consecuencias, quiere decir asegurar un poco más la
lengua, fortalecerla, hacerla crecer. Y eso es un deber, pienso, de todos los
ciudadanos de Cataluña”. A través de sus novelas recordaremos siempre un
escritor que contribuyó al desarrollo del género y, lo que es más importante, a
la normalización de nuestra cultura. Desde “crims.cat”, yo como director y todo
el equipo, te decimos gracias, amigo Agustí, por todo lo que nos has dado.
ÀLEX MARTÍN ESCRIBÀ
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