José Guillermo Ángel
Estación Suspenso, abundante en gritos y alaridos, sirenas de ambulancia y policía, corrupción de cuello blanco, salones de vicio, matones a sueldo, políticos corruptos, abusadores de mujeres, tráfico de drogas, peripecias en burdeles, huellas dactilares limadas, intentos de fuga, persistencia en el error, pasaportes y visas falsificadas, apropiación indebida de cargos, calumnias continuadas, palabras soeces, callejones oscuros, miradas frías, pistolas de gran calibre y puñales envenenados, jueces y abogados en veremos, extramuros y subversiones etc. Y la fauna podría continuar, pues en los espacios de lo noir lo indebido es permanente y tiene como caldo de cultivo la codicia, la envidia, el odio, la paranoia y la egolatría, elementos estos que carcomen los valores y convierten la moral en sanitario púbico. Y donde, en un juego macabro en el que cualquier cosa que ponga los pelos de punta puede pasar, pasa lo que sea. Y bueno.
La novela negra es un género literario que toca con lo policíaco, el thriller, los bajos fondos y las investigaciones criminales. Y si bien algunos críticos aburridos la tienen como una literatura menor, lo cierto es que en estos momentos de la historia es el medio más propicio para denunciar lo que pasa, como bien lo demuestran Paul Auster en su trilogía New York,Volker Kutscher en sus novelas sobre Berlín y la novelista francesa Fred Vargas en El Sena fluye, teniendo en cuenta también a Patrick Modiano con su serie sobre un París que desaparece y reaparece dejando atrás muchas cosas sucias. Y es que este asunto de lo sucio, que pulula y trata de legitimarse a través de egolatrías enfermizas y sistemas de corrupción delirantes, ya es algo más que un caso aislado.
Lo sórdido, que antes era sujeto de asombro y hacía temblar la base de las costumbres, hoy es una continuidad que toca con cada espacio social, sea alto o bajo, tradicional o esté metido en esto de la innovación, palabra esta que a veces sirve como tapadera para esconder lo que pasa, que no es bueno pero se maquilla, pues el desorden también es carnaval. Es como si la peste, que antes llegaba causando caos, dolor y desidia, ahora fuera la cosa más normal. Pero es anormal. Un asunto de novela negra en el que abundan las direcciones que no existen, las mentiras y acusaciones que rompen la confianza, los delirios de quienes no admiten que están haciendo mal y la esquizofrenia que hace ver lo que no es, pero se habla con eso. Novela negra, esto se ha vuelto el país.
Acotación: Los autores de novela negra, desde Edgar Allan Poe, Conan Doyle, Georges Simenon, Raymond Chandler, Chertes Himes (que fue falsificador), y faltan muchos, hasta Umberto Eco y Philip Kerr, saben que si algo está mal y huele feo, debe investigarse para llegar hasta el final. Es una cuestión de inteligencia. Pero a veces no dejan, eso es claro.
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