Trabajador infatigable, Andreu Martín, escritor y guionista de cómics y cine recupera a su personaje infantil Flanagan con ‘Los gemelos congelados’, y desvela algunos secretos de su oficio en el volumen ‘Cómo escribo novela policiaca’
Alejandro Luque
Después de ganar todos los premios del género negrocriminal, desde el Hammet por partida triple al Deutsche Krimi Preis o el Pepe Carvalho, Andreu Martín (Barcelona, 1949) sigue en la brecha, y más activo que nunca: mientras ultima una nueva novela policiaca, acaba de recuperar a su personaje infantil Flanagan con Los gemelos congelados (Anaya), y desvela algunos secretos de su oficio en Cómo escribo novela policiaca (Alba).
—Ahora que todos hablan de novela negra, ¿se siente un poco como los indios a los que les contaban el descubrimiento de América?
—Yo viví el boom de la novela negra a finales de los 70 y principios de los 80. Luego ha habido una época de penuria en la que desapareció prácticamente, yo me sentía el último mohicano, viendo a muchos de mis colegas desertar. El boom aquel fue una moda que no prendió, y es penoso que un género literario, no este sino cualquiera, sea flor de un día. Eso no es cultura, la cultura no puede moverse por modas pasajeras. Ahora parece que la cosa está bien afianzada, definitivamente, como lo estuvo siempre en Francia, Alemania, Italia, Inglaterra…
—Yo viví el boom de la novela negra a finales de los 70 y principios de los 80. Luego ha habido una época de penuria en la que desapareció prácticamente, yo me sentía el último mohicano, viendo a muchos de mis colegas desertar. El boom aquel fue una moda que no prendió, y es penoso que un género literario, no este sino cualquiera, sea flor de un día. Eso no es cultura, la cultura no puede moverse por modas pasajeras. Ahora parece que la cosa está bien afianzada, definitivamente, como lo estuvo siempre en Francia, Alemania, Italia, Inglaterra…
—¿Cuál ha sido la clave?
—Cuando apareció Henning Mankell no había tirada de autores españoles. Luego, lo de Larsson. Y más tarde los otros nórdicos, y así la cosa ha ido creciendo. Paco Camarasa [librero de la barcelonesa Negra y Criminal] me hizo notar un fenómeno curioso, y es que la resurrección de la novela negra en España no vino con novelas ambientadas en Madrid ni en Barcelona, sino en lugares periféricos: Dolores Redondo en Baztán, Alexis Ravelo en las Canarias, y Domingo Villar por supuesto, una de las superestrellas…
—Cuando apareció Henning Mankell no había tirada de autores españoles. Luego, lo de Larsson. Y más tarde los otros nórdicos, y así la cosa ha ido creciendo. Paco Camarasa [librero de la barcelonesa Negra y Criminal] me hizo notar un fenómeno curioso, y es que la resurrección de la novela negra en España no vino con novelas ambientadas en Madrid ni en Barcelona, sino en lugares periféricos: Dolores Redondo en Baztán, Alexis Ravelo en las Canarias, y Domingo Villar por supuesto, una de las superestrellas…
—¿Y la época germinal del cómic, cómo la recuerda?
—¿Sabes qué pasa? Cuando no hay mucho dinero a ganar, hay buen rollo. Con la novela negra y el cómic, éramos lumpen de la cultura, y como tales éramos una gran familia. Como cuando El Jueves empezaba, era un festival trabajar allí. Eran sitios donde ibas paseando por la calle, y te ibas a la redacción, porque sabías que te lo pasarías bien. También el Playboy y el Penthouse de Manolo Vázquez Montalbán y Juan Marsé. Entrabas por General Mitre, subías, y aquella época les daba por el Poire Williams, un licor de pera que daba unas resacas espantosas. Y si ponías mala cara cuando te invitaban, te calificaban de indeseable.
—¿Sabes qué pasa? Cuando no hay mucho dinero a ganar, hay buen rollo. Con la novela negra y el cómic, éramos lumpen de la cultura, y como tales éramos una gran familia. Como cuando El Jueves empezaba, era un festival trabajar allí. Eran sitios donde ibas paseando por la calle, y te ibas a la redacción, porque sabías que te lo pasarías bien. También el Playboy y el Penthouse de Manolo Vázquez Montalbán y Juan Marsé. Entrabas por General Mitre, subías, y aquella época les daba por el Poire Williams, un licor de pera que daba unas resacas espantosas. Y si ponías mala cara cuando te invitaban, te calificaban de indeseable.
—Celebra el cuarto de siglo de su personaje infantil Flanagan, ¿cómo ha pasado el tiempo por él?
—Hombreeee, estupendamente, hace 25 años que nos dieron el Premio Nacional de Literatura y hemos decidido Jauma Ribera y yo celebrarlo reencontrándonos y escribiendo una nueva novela. Flanagan lleva barba, ya se afeita. ¡Y folla!
—Hombreeee, estupendamente, hace 25 años que nos dieron el Premio Nacional de Literatura y hemos decidido Jauma Ribera y yo celebrarlo reencontrándonos y escribiendo una nueva novela. Flanagan lleva barba, ya se afeita. ¡Y folla!
—¿Sospecharon que tendría tanta repercusión?
—Era un divertimento. Cuando nos dan el premio con No pidas sardinas fuera de temporada, el editor nos pidió más. Entonces hicimos El cartero siempre llama mil veces, y el editor nos dijo: sí, está muy bien, pero ¿y Flanagan? ¿Qué pasaba con Flanagan? Entonces fue cuando hicimos la segunda, Todos los detectives se llaman Flanagan, que curiosamente la publicamos en otra editorial, porque el editor anterior es tan tonto que nos maltrata en el contrato. Así tenemos dos primeras novelas de colección. Pero aprovecho la oportunidad para decir que Flanagan, desde mi punto de vista, es un personaje no bien tratado en la cultura española. A todas partes donde voy, radio, televisión, bibliotecas, todo el mundo se ha educado con Flanagan. Lo odio, porque me hacen viejo [risas], pero me gustaría, si estuviera menos obsesionado con mis polis de ficción y más abierto al mundo, encontrar gente que se haya dedicado a la policía o cosas parecidas que haya leído a Flanagan en su infancia.
—Era un divertimento. Cuando nos dan el premio con No pidas sardinas fuera de temporada, el editor nos pidió más. Entonces hicimos El cartero siempre llama mil veces, y el editor nos dijo: sí, está muy bien, pero ¿y Flanagan? ¿Qué pasaba con Flanagan? Entonces fue cuando hicimos la segunda, Todos los detectives se llaman Flanagan, que curiosamente la publicamos en otra editorial, porque el editor anterior es tan tonto que nos maltrata en el contrato. Así tenemos dos primeras novelas de colección. Pero aprovecho la oportunidad para decir que Flanagan, desde mi punto de vista, es un personaje no bien tratado en la cultura española. A todas partes donde voy, radio, televisión, bibliotecas, todo el mundo se ha educado con Flanagan. Lo odio, porque me hacen viejo [risas], pero me gustaría, si estuviera menos obsesionado con mis polis de ficción y más abierto al mundo, encontrar gente que se haya dedicado a la policía o cosas parecidas que haya leído a Flanagan en su infancia.
—Sé que es amante de las series, ¿qué está haciendo la televisión mejor que la literatura en este momento?
—Ahora me está gustando mucho True detective, pero mi serie favorita hasta el momento es The shield, y por descontado la gran estrella de las series, Breaking bad, lo mejor con diferencia de lo que he visto. El efecto Continuará… me parece muy importante. A mí me enganchaba El Jabato y el Capitán Trueno así, yo cada semana me compraba el cuaderno que terminaba en un momento muy interesante. Y estabas deseando que llegara la semana siguiente para saber cómo seguía.
—Ahora me está gustando mucho True detective, pero mi serie favorita hasta el momento es The shield, y por descontado la gran estrella de las series, Breaking bad, lo mejor con diferencia de lo que he visto. El efecto Continuará… me parece muy importante. A mí me enganchaba El Jabato y el Capitán Trueno así, yo cada semana me compraba el cuaderno que terminaba en un momento muy interesante. Y estabas deseando que llegara la semana siguiente para saber cómo seguía.
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