A veces pueden encontrarse algunas novelas que, a pesar de su aparente naturaleza comercial, recogen cuestiones relevantes de la experiencia humana, resultando en realidad intelectualmente mucho más refinadas de lo que hace suponer su propio carácter de obra para el gran público. Me refiero, claro está, al best- seller de Víctor del Árbol, ” Un millón de gotas” (Destino, 2014). Una obra que, detrás del thriller a través del que se hilvana la trama, guarda el mérito de interpelar sobre temas nada baladís .
Ex Mosso de Esquadra, Víctor del Árbol fue uno de los primeros representantes del nuevo y singular fenómeno de los escritores procedentes del universo policial y que contribuyeron en mucho a dotar de rigor y realismo a la novela negra, limando en ella los vicios de quijotismo que han a menudo caracterizado a este género . Surgido en el panorama literario desde la esfera de los sellos editoriales independientes con títulos como El peso de los muertos (Castalia 2006) y galardonado con el Premio Tiflos de Novela, también fue finalista en el XIII Premio Fernando Lara. Su rápida proyección resultó deudora de un primer gran éxito , “La tristeza del Samurai” (Alréves, 2011). Algo meritorio por partida doble a la vista del ninguneo al que son sometidos los editores independientes por parte de la crítica y los medios.
Nota a añadir, Víctor del Árbol es uno de los autores españoles que más proyección están teniendo en el ámbito internacional en estos momentos y esto muy especialmente en el país vecino. En el 2012 recibió el Prix du Polar Européen de manos de la prestigiosa y mítica revista Le Point. Hecho muy loable teniendo en cuenta el neonacionalismo cultural que está caracterizando a un medio intelectual galo que digiere muy mal su pérdida de hegemonía en el mundo; en posturas cada vez más autodefensivas e inmerso en el nostálgico convencimiento de que no hay signos de vida inteligente más allá de las fronteras de la gloriosa Exception Française. ” Un millón de gotas” acaba de hecho de ser traducido al francés con buenas expectativas de éxito al otro lado de los Pirineos. Parece así que Victor del Árbol ha sabido superar obstáculos y barreras infranqueables, consolidando su nombre en el panorama literario.
Con un perfil que encarna al mismo anti-héroe, el personaje central de ” Un millón de gotas” ejerce sin embargo en el lector una atracción magnética. Gonzalo es un abogado de derecho civil, bastante gris, que lleva casos de violencia de género y divorcios y que por añadidura vive amenazado por los exmaridos de sus clientas. Casado con una mujer de la parte alta de Barcelona,Lola, una esposa infiel y que siempre le hace sombra y bajo el yugo de su suegro,Agustín, un hombre poderoso, arrogante, prepotente y rapiñero, frente al que se siente anulado y que le desprecia, Gonzalo se resiste a reconocer su infelicidad matrimonial y la sensación de encarcelamiento que le produce vivir en un ambiente muy alejado de sus propios origines sociales e ideológicos. Su holgada situación económica no le hace olvidar el sentimiento de soledad que le produce su vida familiar y el desasosiego por el odio indisimulado que le profesa su hijo adolescente y homosexual, Xavier, que vive afectado de por vida por una cojera a raíz de un accidente de natación en su infancia y del que considera responsable a su padre. Gonzalo compensa la indiferencia de su hijo con el amor obsesivo por su hija menor, Patricia.
En medio de una reunión mundana que su mujer le organiza con motivo de su cumpleaños, Gonzalo recibe la inesperada visita de un hombre, Alcaráz, un policía de la vieja escuela y de periplo oscuro, que le anuncia el suicidio de su hermana, Laura, una subinspectora de policía con una vida desordenada, dominada por el alcohol y las drogas, sexualmente promiscua y descentrada a raíz del secuestro y asesinato de su hijo de seis años a manos de un miembro de la mafia rusa. Se presume que su suicidio es debido a las sospechas que han recaído sobre ella, tras ser encontrado el cadáver del secuestrador de su hijo, asesinado en muy extrañas circunstancias. Sin contacto con Laura desde hacía una década, Gonzalo conserva de su relación con su hermana los recuerdos de infancia y la imagen de una muchacha extrovertida y segura de sí. Poco a poco va descubriendo el origen de su progresiva degradación tras la muerte de su hijoRoberto, pero también su implicación en la investigación de un turbio asunto delictivo y en la que va a contar con la colaboración de un apuesto joven de origen africano, Saika. Al mismo tiempo también, se desvelan los entresijos de los conflictos familiares y las razones del odio que su madre, Esperanza, una mujer anciana y rodeada por un misterioso secreto, le ha estado profesando a su difunta hermana Laura. Gonzalo tendrá que destapar muchas verdades del pasado y en el que ocupará un lugar central su propio padre, Elías, desaparecido de repente a finales de los años 60.
A lo largo de la trama Víctor del Árbol pone luz al lejano periplo del padre deGonzalo, que remontará a la época de la Segunda República y la Guerra Civil, pero sobre todo a los primeros años del estalinismo en una Unión Soviética testigo de cómo se van sembrando las semillas del totalitarismo. Estudiante asturiano de ingeniería y con ideas comunistas, Elías acude a la Unión Soviética con el fin de colaborar en el Plan Quinquenal. En medio de los peores momentos de la represión en la URSS, Elías es arrestado arbitrariamente por la policía política soviética y deportado a Siberia, junto a otros tres compañeros extranjeros que habían acudido a Rusia fascinados por la Revolución, un francés,Claude y dos británicos, Martin y Michael, a los que les une una relación amorosa. Durante su deportación , los tres amigos viven rodeados por la sombra de un delincuente común, Igor Stern, un hombre malvado, de ademanes animalescos e instintos caníbales. Rumbo al campo de Názino, Elías conoce mientras tanto a una joven enfermera, Irina, viuda de un profesor de literatura represaliado por Stalin y a su pequeña hija, Anna. Gonzalo va tener que descubrir el significado de ambas en la vida de su padre.
“Un millón de gotas” gira sobre todo en torno dos ejes, la investigación policial en la que Laura ha estado implicada antes de suicidarse y la comprensión de las razones de la enigmática desaparición de Elías, un padre al que Gonzalo tiene por un ídolo a raíz de sus profundos ideales y heroísmos durante la Guerra Civil, la Segunda Guerra Mundial y la resistencia frente al Nazismo. El autor despliega un catálogo de personajes, de historias y contextos aparentemente inconexos, pero cuya verdadera y objetiva inter-relación va desvelando a lo largo de la trama y con una singular capacidad para sorprender al lector. A lo largo de la novela Del Árbol juega con las dimensiones cronológicas y los contextos históricos con una indiscutible habilidad narrativa, pautando los tiempos y trasladando al lector del presente al pasado, sin brusquedad ni confusión.
La angustia, el remordimiento, la culpa, el odio, el rencor, el ansia de poder y la venganza dominan a los personajes centrales, pero también los sentimientos amorosos. La pasión romántica más normativa se entrecruza con pinceladas de homoerotismo y hay que reconocerle al autor el loable mérito de abordar cuestiones como la homosexualidad más allá de las representaciones patologizadoras, los arquetipos risibles, la frivolidad o la mera e hipócrita corrección política a la que se nos tiene acostumbrados. Sin embargo, si una principal virtud debe reconocérsele a ”Un millón de gotas” es el ingenio de su autor para superar ciertas limitaciones narrativas de la novela negra, bordeando otros géneros literarios, entre ellos la novela histórica y la política. De hecho, Del Árbol ha reconocido él mismo que su producción literaria alberga un género “mestizo” más que estrictamente “negro“. Salvadas todas las distancias, debe mencionarse a otros escritores que también se han embarcado en esa arriesgada empresa de los géneros fronterizos, como es el caso por ejemplo de Claudio Cerdán con su thriller, “La revolución secreta” (Alrevés ,2014) y que en medio de un entramado de hombres lobos, ha sabido introducir no pocos factores de reflexión histórica,civilizatoria y ética y hacer de su novela una crítica hacia la bestialidad humana y la barbarie de la guerra. Se confirma así el surgimiento en España de una nueva generación de escritores que han sabido otorgarle una cierta estatura intelectual al género del thriller, desmontando muchas de las ideas recibidas sobre su estatuto de literatura vinculada a la cultura del “medio pelo”.
”Un millón de gotas” abre en toda su amplitud un abanico de problemáticas, en especial cuestiones actuales como la realidad del crimen organizado alrededor de la explotación y las vejaciones al encuentro de los individuos más indefensos. También interpela sobre elementos de muy hondo calado político e ideológico, entre otros, las difíciles relaciones con la memoria histórica y la incidencia que a menudo tienen respecto a nuestras interacciones más personales y humanas. Aun así no debería obviarse el espíritu que planea en todo momento sobre la obra de Víctor del Árbol y que consiste en recordarnos el dolor que nos producen las verdades ocultas en un lugar recóndito del pasado y el desconcierto que puede llegar a zarandearnos al descubrir las miserias que rodean a aquellos que hemos estado toda la vida idealizando. Del Árbol no deja de poner sobre tapete de cómo las utopías y los grandes ideales pueden llegar a ser pervertidos por nuestras propias bajezas, sucumbiendo bajo las garras de esa banalizada maldad humana de la que nos hablaba Hannah Arendt. Pero sobre todo y ante todo, Un millón de gotas alberga una reflexión sobre las consecuencias de la mentira, un alegato contra el abuso de poder y una invitación a no perder la perspectiva de la memoria histórica respecto a las atrocidades del totalitarismo.
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