Beatriz de León
El género policial es el que retrata más directa y fuertemente la realidad social, porque a una sociedad también se le puede conocer a través de los crímenes que se cometen en ella... y Claudia Piñeiro ha encontrado en la novela una forma de narrar y explicar a la Argentina reciente.
“En Argentina, si viene una persona a un colegio, se para en medio del patio y mata a estudiantes con un rifle nos llamaría muchísimo la atención, no es un crimen típico de nuestra sociedad, pero en nuestro país hubo miles de desaparecidos, niños apropiados, etcétera, que seguramente en otro país sería tomado como algo inverosímil; en México, también tienen determinado tipo de crimen que se explica en su sociedad que a lo mejor a otros les costaría entender”.
Piñeiro, la Primera Dama del Policial Argentino, título que le han dado en los medios y que ella considera muy pretencioso, es una de las autoras más leídas en su país; además, varios de sus libros han sido trasladados al cine. Meses atrás fue estrenada la película Betibú, dirigida por Miguel Cohan y basada en su novela homónima; el próximo año se estrena Tuya, de Alejandro Doria, y ya antes Marcelo Piñeyro había filmado Las viudas de los jueves. La próxima será Las grietas de Jara, novela con la que en 2010 ganó el Premio Sor Juana Inés de la Cruz, otorgado por la FIL.
“Tengo la suerte de que con mis libros algo les pasa a los directores que les atraen para hacer películas”, dice.
Aunque también es autora de cuento, teatro, guión, crónica y libro juvenil, confiesa que es en la novela donde más cómoda se siente. Su última novela es Un comunista en calzoncillos (Alfaguara) y en México circula ahora Tránsitos y apropiaciones. Antología de narrativa argentina contemporánea (Dirección de Literatura UNAM, 2014), presentado en la FIL y que incluye su cuento Basura para las gallinas.
Pero no sólo la han nombrado la Primera Dama del Policial, para el Corriere della Sera es la Hitchcock de Buenos Aires.
“Siempre es un halago que a una la reconozcan por algún mérito, y en este caso que sea por la novela policial. Lo de Hitchcock lo dijo un crítico importante de Italia, y ese me gusta más porque el suspense, lo que maneja Patricia Highsmith o lo que maneja Hitchcock en sus películas, me interesa mucho más que la novela negra”.
Lo que le seduce del policial es la forma en que este género da cuenta de la sociedad, porque a una sociedad también “la contás” a través de los crímenes.
“Me parece que ahí hay un lazo muy estrecho con la realidad, por lo cual el policial interesa tanto; por otra parte, el policial tiene otro atractivo, que lo señala Mempo Giardinelli, tiene una estructura que se basa en la ética de la verdad, uno entra a un policial para saber la verdad, y es lo que generalmente no pasa cuando uno entra a una noticia policial. Nosotros estamos esperando la verdad de determinadas noticias policiales, queremos saber qué pasó y no estamos seguros de si lo vamos a saber. En cambio, en el policial uno entra a una estructura literaria que se basa en la ética de la verdad”.
Violencia y sociedad civil
En casi todos los países, señala Piñeiro, han tenido fuerza los civiles ante el terrorismo de Estado, que muchas veces tapa cosas; hay corrupción, mal manejo del poder, y la sociedad confía más en los civiles que salen a exigir respuestas, como ha pasado en Argentina y sucede hoy en México.
“Me parece que tenemos más confianza con lo que tiene que ver con la parte civil que con la parte política, porque con la parte política no sabemos qué resortes se manejan y qué nos están diciendo de cierto y qué no están diciendo. Confiamos más entre nosotros, y quizá sea mejor”.
Por ejemplo, en su novela Elena sabe (2006), una madre lucha contra la enfermedad para salir a la calle a desentrañar el misterio sobre la muerte de su hija; al igual que en Argentina, México y otros países muchas madres han salido a la calle a exigir respuestas, o a investigar incluso, sobre la muerte o desaparición de sus hijos.
“La madre tiene un vínculo particular, pero también a veces los padres salen; ahora todos trabajan, pero en algunas épocas la mujer estaba en la casa y era la que podía salir a este tipo de marchas y demás; en verdad hay una fortaleza en las madres que salen a buscar a sus hijos que se ha visto pocas veces”.
Narra que la hija de Estela de Carlotto, fundadora de las Abuelas de la Plaza de Mayo, a quien secuestraron y mataron, cuando se la llevaron dijo: “Ya van a ver cuando mi mamá se meta en esto”. Porque la chica sabía que la madre saldría a defenderla, sabía quién era la madre.
Piñeiro recuerda que Carlotto luchó contra el terrorismo de Estado para encontrar a esa hija arrebatada. Por suerte, agrega, este año encontró a su nieto.
“La madre hizo muchísimo, hizo todo lo que pudo; no logró encontrarla porque era imposible; como fue imposible para los padres de los 43 chicos mexicanos evitar esa barbarie, pero por supuesto que tienen que saber la verdad, y la verdad la necesitan ellos, pero la necesitamos todos además. Los mexicanos y nosotros también, todos.
“Es imposible que como sociedad, como latinoamericanos, como género humano, aceptemos que no se sepa si realmente fueron asesinados, quemados, si están todos los muertos ahí; que se dé el castigo correspondiente a los culpables. He escuchado que los padres están muy interesados en que el equipo de antropólogos forenses argentino reconozca lo poco que ha quedado de las cenizas, supuestas cenizas de los cuerpos de sus hijos. Es la sociedad civil y son los antropólogos forenses, que tampoco es un organismo del Estado”.
Un tema que ha imperado en años recientes en la novela argentina es el de la dictadura militar, pero ahora se ha dado una vuelta de tuerca, con una literatura escrita por hijos de desaparecidos o gente que ha tenido que exiliarse, por ejemplo Laura Alcoba o Félix Bruzzone.
“Son autores que eran niños en ese momento; entonces, hay una mirada a esta situación con ojos de niño, ese niño al que obligan a esconderse. No están pensando en los héroes que podrían ser sus padres, sino en que los están obligando a esconderse. Es una mirada de niño y es muy interesante porque es una vuelta de tuerca sobre esta situación”.
Otro tema que, como en México, ha ido permeando la novela latinoamericana es el del narcotráfico, los escritores lo abordan desde las particulares de cada país. Incluso, señala Piñeiro que en el Premio Clarín de Novela, del que fue parte del jurado, se topó con que varios de los 10 finalistas tocaron el tema.
“Me gustan las frases de Daniel Link, ensayista argentino, que dice que la literatura es como una máquina de percepción, que percibe cómo la sociedad se ve a sí misma, quizá la literatura hoy no está dando cuenta de cómo es la sociedad, pero sí de cómo la sociedad se ve a sí misma, nos estamos viendo de esta manera; familias donde la droga ha entrado con naturalidad, donde el vecino puede ser un narco, que puede matar a cualquiera por la cuestión que sea. Se está metiendo en la literatura de la misma manera que se está metiendo probablemente a la sociedad”.
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