Ignacio Pulido
J. Edgar
Hoover -quién dirigió con mano de hierro el FBI durante
casi medio siglo- señaló a Arizona Donnie Barker, Ma Barker, como
«el
cerebro criminal más vicioso, peligroso y rico en recursos» al que
había tenido que enfrentarse durante la década de los años treinta. A estas
alturas, está claro que la mitificada matriarca de la banda de criminales Barker-Karpis no
era monedita de oro. Sin embargo, todo apunta a que su historial delictivo fue
engordado más de la cuenta. Coincidiendo con el inicio de la década de lo
setenta,Roger Corman estrenó
«Mamá sangrienta» (Bloody Mama, 1970), una película de bajo presupuesto
basada disolutamente en las andanzas de esta mujer del Medio Oeste norteamericano.
La era
de la Gran Depresión ha sido una fuente inagotable de mitos de los que no sólo
ha sabido nutrirse el cine, sino que también otras manifestaciones de la
cultura como la literatura o la música. Nombres como John Dillinger, Baby Face
Nelson, Bonnie Parker, Clyde Barrow o Machine Gun Kelly están envueltos por un
aura mitológica que ha contribuido a diluir los límites de la realidad respecto
a lo concerniente a sus vidas. Arizona Donnie Barker forma parte de este
peculiar club que, sin lugar a dudas, es heredero directo de otros personajes
como los mismísimos Jesse James, Billy El Niño o Butch Cassidy. Y es que,
tomando de nuevo prestada una cita de Hunter S. Thompson ya mencionada en este
blog, «en una nación de aburridos asustados, siempre hay una lamentable escasez
de forajidos y los que alcanzan ese grado siempre son bienvenidos». Este hecho
palpable a lo largo de la corta pero intensa historia de los Estados Unidos,
sumado a una época de crisis implacable, dio pie a la aparición de toda una
suerte de asaltantes de bancos y secuestradores elevados a la categoría de
héroes por las clases más bajas y demonizados por quiénes habían hecho posible
que el sueño americano fuese cuando menos una pesadilla.
La
figura de Ma Barker goza de una posición prominente en la cultura popular. En
1939, el escritor de novela negra James Hadley Chase publicó «El secuestro de
Miss Blandish» (Anagrama, 1991), inspirado en Ma Barker y sus hijos. Con
anterioridad, la figura de la criminal ya había sido idealizada en una tira
cómica de Dick Tracy. Tras la publicación del libro de Hadley el saltó al
celuloide fue inminente. Varios films como «La reina de la mafia» (Queen of the
mob, 1940), de John P. Hogan; «Al rojo vivo» (White heat, 1949), de Raoul
Walsh; o «La hermandad del crimen de Ma Barker» (Ma Barker’s killer brood,
1960) se basan en su historia de un modo más o menos fiel así como tangencial.
La
aproximación de Roger Corman es la más conocida de todas. Sin embargo, al igual
que el resto, la fidelidad a los hechos reales brilla por ausencia. «Mamá
sangrienta» pretende ser un retrato de unos tiempos violentos en el que las
ansias por alcanzar un mejor estatus social chocan con las normas establecidas.
Para ello, Corman recurre a un naturalismo incómodo y perverso en el que se
presentan ante el espectador valores antagónicos. Por una parte, el culto a la
familia como un ente indisoluble y como fiel reflejo del espíritu
norteamericano. Por otra parte, la miseria, la violencia como única vía, el
sexo, el incesto y la drogadicción. El film supone el retorno del director al
género del crimen, palo que ya había tratado a finales de los cincuenta con «La
vida de un gángster» (I mobster, 1958) y «La ley de la armas» (Machine Gun
Kelly, 1958) así como con «La matanza del día del día de San Valentín» (The St.
Valentine’s day massacre, 1967).
Con un guión escrito por Don
Peters y Robert Tom, «Mamá
sangrienta» es la visión particular de un cineasta que se sabe
libre de expresarse sin necesidad de responder a las exigencias propias de una
gran compañía. Ahí reside quizá la frescura de la cinta de Corman, la cuál
narra la particular caída de la familia Barker en el mundo del crimen a partir de sus
días en una mísera granja del Medio
Oeste en la que Ma Kate Barker (Shelley Winters)
cría a sus cuatro hijos: Herman (Don Stroud), Arthur (Clint Kimbrough), Lloyd (Robert De Niro)
y Fred (Robert Walden).
Mientras, su sumiso y fracasado esposo, George (Alex Nicol), se
limita a hacer la vista gorda ante los primeros delitos de sus vástagos y ante
el autoritarismo de la matriarca que, un buen día, ansiosa por abandonar tan
desdichada existencia, decide poner tierra de por medio y fugarse con sus
pipiolos en busca de la fortuna. En su búsqueda, suman a otros criminales de
igual motivación como es el caso del ex presidiario Kevin Dirkman (Bruce Dern) o
la prostituta Mona
Gibson (Diane
Varsi).
Roger Corman, auténtico Rey
Midas de la Serie B, sitúa
los primeros compases del metraje en la infancia de la protagonista, violada
por sus propios hermanos con el consentimiento de su progenitor. Este hecho
acontece en un bosque en el corazón de los Ozarks,
la misma región que será escenario de las primeras fechorías de sus hijos,
quiénes tampoco dudan a la hora de cometer crímenes de tinte sexual. Corman
presenta un entorno de naturaleza exuberante como una suerte de entorno arcaico
en el que, los Barker –analfabetos y desarrapados– sienten
la imperiosa necesidad de ver colmadas sus expectativas y sentirse integrados
en la incipiente sociedad del consumo, conducir coches, vestir buenas ropas,
poseer joyas así como habitar en lujosas viviendas.
Lo que en un principio
son hurtos de pequeña entidad acaba tornando en una espiral de inusitada
violencia de fuerte carga psicológica. Corman evita la casquería barata y adopta un
tono perturbador que siempre tiene como eje las debilidades de los jóvenes Barker frente a la férrea disciplina de Ma Kate Barker.
El director ahonda en los entresijos de un conflicto edípico en el que salen a
relucir otros pasajes oscuros como la agresividad incontrolable de Herman, el
irrefrenable deseo sexual de Arthur,
la adicción a la heroína de Lloyd o las tendencias masoquistas de Fred. Por otra
parte, el film se jacta de incidir en la sordidez de los crímenes cometidos por
la banda así como en magnificar los orígenes humildes de la familia, un recurso
al que se acude con más frecuencia de la necesaria.
El sexo es otro de los aspectos subrayados por Roger
Corman que, si bien, evita recrearse en este tema, si lo emplea como
vehículo para describir la doble moral de la protagonista principal. Y es que,
mientras que juzga la integridad de sus hijos por mantener relaciones con
prostitutas –lo que abrirá una brecha en el seno de la familia-, no duda en
proponerse a su secuestrado –un hombre casado- o en acostarse con Dirkman,
quien mantiene una peculiar relación afectiva con Fred Barker.
Si algo llama la atención en «Mamá sangrienta» es la
magnífica interpretación de Shelley Winters dando vida al excesivo,
violento y cruel personaje de Ma Kate Barker. Asimismo, también
cabe citar al joven Robert De Niro, quien llegó a perder doce kilos
de peso para ser más convincente en el papel de un heroinómano.
Amén de una cuidada banda sonora, «Mamá sangrienta» es
una de las mejores películas de Roger Corman. A pesar de alguno que
otro exceso y de su relajada aproximación a los acontecimientos reales, es una
cáustica crónica de las páginas más negras de la historia de los Estados
Unidos. El director busca incomodar y lo consigue a todas luces. Uno de sus
puntos en contra quizá sea el excesivo empleo del teleobjetivo y su estética,
demasiado identificada con la época en que fue rodada. De todos modos, el film
bien merece un hueco en toda filmografía sobre la Gran Depresión que
se precie.
La
auténtica Ma Barker
Nacida en 1892 en una pequeña población de Missouri llamada Ash
Grove, Arizona Donnie Barker tuvo que enfrentarse a las
dificultades económicas como fruto de las volátiles ocupaciones laborales de su
marido, George. La carrera delictiva de su familia se inició en
1910, cuando su hijo Herman cometió un robo.
Durante los siguientes años,
él y sus hermanos protagonizaron numerosos delitos menores que les condujeron,
poco a poco, a otros de mayor entidad, incluido el asesinato. En agosto de
1927, Herman se suicidó en Wichita (Kansas) después
de perpetrar un fallido asalto a un banco en el que perdió la vida un agente de
la policía. Un año después, el resto de sus hermanos acabarían con sus huesos
en prisión.
Arizona Donnie Barker, Ma Barker.
Fue durante este periodo, cuando George decidió
abandonar a la familia al desaprobar la conducta de sus hijos. La estancia en
prisión de sus vástagos así como el abandono de su marido sumió a Ma Barker en la pobreza quien, a principios de
los años treinta, compartía su vida en Tulsa (Oklahoma) con
un desempleado llamado Arthur
W. Dunlop.
En 1931, Fred salió de prisión y se unió a su
antiguo compañero de cárcel, Alvin
Karpis, con quién fundó una nueva banda. Ese mismo año, y tras
el asesinato de un sheriff, ambos emprendieron una huida por el Medio Oeste a la que se sumaron Ma Barker y su novio. En 1932, Arthur Barker fue
puesto en libertad y se unió a las actividades delictivas de la familia, que
por aquel entonces se había establecido en St.
Paul (Minnesota).
Allí cometieron sus crímenes más deleznables bajo la tutela del corrupto jefe
de policía Thomas
Brown.
Poco después, la familia
huyó de la ciudad para regresar a ella en 1933, año en el que comenzaron a
secuestrar a hombres de negocios. Esta actividad precipitaría su final. El 16
de enero de 1935 Ma
Barker y Fred fueron abatidos por el FBI mientras se escondían en una vivienda
sita en la orilla del Lago
Weir, en Florida.
Ocho días antes, Arthur había sido detenido en Chicago.
A finales de 1938, Lloyd finalizó su condena en prisión. Apenas
unos meses después,Arthur falleció mientras intentaba fugarse de
la prisión de alta seguridad de Alcatraz.Lloyd logró abandonar la delincuencia e
incluso sirvió como cocinero durante la Segunda
Guerra Mundial. En 1949 fue asesinado por su esposa. Por su
parte, Alvin
Karpis pasó
veintisiete años entre rejas. Tras ser liberado, se estableció en Málaga (España),
donde falleció en extrañas circunstancias en 1979.
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