Luis Matías López
Con tan solo los ocho capítulos de la primera temporada, y con una estética que puede repeler a los estómagos más sensibles, True Detective ha entrado en el exclusivo olimpo de las grandes series de televisión, en el que moran desde Twin Peaks (que casi parece ya en la prehistoria) a Los Soprano, The Wire, Mad Men y la que para mi gusto es la más redonda de todas ellas: Breaking Bad. Una generación de magníficos guionistas, directores y actores han logrado lo que, hace poco más de 10 años, parecía imposible: que el termómetro que mide la calidad cinematográfica se desplace de la gran pantalla a la pequeña.
True Detective es algo más que una serie de televisión. Se ha convertido en inspiradora de teorías a veces descabelladas, de clubes de fanáticos que la consideran casi una fuente religiosa o mítica, y —lo que aún es más significativo— en objeto de estudio por parte de investigadores sociales que rastrean en sus más recónditas claves literarias y filosóficas, hallando a veces mucha más sustancia de la que quizá pretendió el mismísimo creador de la serie, Nic Pizzolatto.
La editorial Errata Naturae, que ya ha dedicado varios volúmenes a profundizar en el contenido y trascendería de señaladas producciones televisivas, publica ahoraTrue Detective. Antología de Lecturas no obligatorias. En claro contraste con su propio título, este libro es casi de obligatoria lectura para los seguidores de esta serie en concreto y, de manera más amplia, para cualquier serieadicto que se precie.
En algo menos de 400 páginas, se examinan las diversas influencias literarias y filosóficas y se reproducen textos clave que, por sí mismos, conforman una entretenida y variada antología de relatos policiacos y de terror, junto a pasajes de obras de Schopenhauer y Nietzsche. Como señala en el prólogo el editor, David Sánchez, se trata de “ahondar en las influencias, las resonancias, las pequeñas traiciones o los secretos, homenajes que la serie realiza con respecto a algunos de los más destacados pensadores y escritores del último siglo y medio”. La selección incluye a autores de tan diverso pelaje como Ambrose Bierce, Robert William Chambers, H. P. Lovecraft, Dashiell Hammett y Roberto Bolaño.
Cada uno de los relatos va precedido de una presentación del filósofo y escritor Iván de los Ríos, que establece los puntos de contacto que tienen con la investigación de los misteriosos y perturbadores asesinatos que, a lo largo de 17 años, se producen en el ambiente desolado, podrido, húmedo, siniestro, decadente, pestilente y aterrador de los pantanos del sur de Luisiana, donde el progreso no ha ido más allá de deteriorar el medio ambiente sin eliminar las miasmas de un pasado en el que lo sobrenatural —o la apariencia de lo sobrenatural— todavía exige su tributo en sangre y horror.
El argumento desarrolla todo su potencial perturbador gracias a la sobresaliente muestra de su oficio del director, Cary Fukunaga, y de dos actores en estado de gracia: Woody Harrelson y Matthew McConaughey. Ambos forman una pareja de detectives, Martin Hart y Rust Cohle, que con la vieja fórmula del contraste de caracteres y una mezcla de afinidad y rechazo personales, se enfrentan a un caso que va mucho más allá de la búsqueda de uno o varios asesinos en serie, hasta convertirse en un camino sin retorno que conduce hasta la esencia del mal en estado químicamente puro.
Hace ya algún tiempo que McConaughey superó su status de actor encasillado en películas de acción y comedias intrascendentes y prescindibles, como demuestran sus papeles en Dallas Buyers Club (que le valió un Oscar) y Mud, que por España pasó casi de tapadillo. Pero me atrevo a apostar que quedará sobre todo en la historia del cine y la televisión por su interpretación de este asocial y atormentado agente Cohle, dominado por un pesimismo existencial y por la obsesión de llegar al fondo de unos crímenes cuya siniestra sustancia trasciende de los códigos habituales de la delincuencia más sádica y cruel.
Volviendo al libro de Errata Naturae: incluye una larga entrevista con Nick Pizzolatto y un extenso reportaje sobre la cadena de asesinatos que inspiraron la serie, y que se produjeron en Luisiana a escasos kilómetros del lugar de nacimiento de su creador, con unas víctimas y un ambiente social y medioambiental muy similares.
En cuanto a la presentación de Iván de los Ríos, su utilidad es indiscutible si se quiere extraer todo el jugo a True Detective, que, asegura, “satisface todas las expectativas del amante del terror gótico, el adicto a la weird fiction y el lector de novela negra. Y lo hace mediante su obediencia a los dictados de Lovecraft y Chandler, mediante la perfecta puesta en escena de una atmósfera densa e irrespirable, una psicoesfera implacable —aluminio, cenizas, diría Rust— que avanza por los espacios abiertos de Erath como el gigante homicida de 2666 de Roberto Bolaño”. Y, para quien tenga tiempo y ganas ahí queda esta otra definitoria frase: “La serie despliega una lógica del equívoco propia del lenguaje simbólico que, bajo la forma espectral de un nihilismo reactivo, esconde el tesoro sin mácula de un optimismo metafísico (algo que, en última instancia, cristaliza en la firmeza moral del filósofo-detective ante la decadencia del mundo externo)”.
El libro da pistas sobre algunos de los enigmas de True Detective. En el capítulo 4 se cita al asesino Ledoux hablando de “un lugar llamado Carcosa” en relación con el asesinato de mujeres y niños. Y Un habitante de Carcosa es, precisamente, el título del relato de Ambrose Bierce que abre la antología, y que hiela sangre cuando el protagonista, un muerto que no sabe que lo es, descubre su propia tumba en “las ruinas de la antigua y celebre ciudad de Carcosa”.
En cuanto al lector que quede desorientado por las referencias en la serie a El Rey de Amarillo, encontrará su brújula, la huella de ese personaje perturbador, en El signo amarillo, de Robert William Chambers.
También podrá apreciar la semejanza de Hart y —en especial— Cohle con Pepe el Tira, el héroe de El policía de las ratas (el cuento de Bolaño incluido en el volumen), una rata detective que, imbuida de un extraño sentido del deber no muy distinto del de Cohle, persigue entre las miasmas de las alcantarillas al asesino en serie que desgarra las gargantas de los roedores descuidados. El propio agente dice en el primer capítulo: “Este mundo es la alcantarilla del universo”.
No podía faltar un relato de Lovecraft, La llamada de Cthulhu, muy pertinente porque, como señala De los Ríos, “todas las fuentes culturales en las que abreva la serie participan de un modo u otro del universo existencial lovecraftiano”.
Y ya para terminar, unas referencias a El matarife y sus corderos, un texto de Arthur Schopenhauer, que se diría que mamó Cohle junto con la leche materna, como indica esta cita: “El mundo de los hombres es el reino del azar y el error, que lo dominan todo sin piedad, y junto a los cuales, además, la idiotez y la maldad fustigan con su látigo”. Y esta otra: “El mundo [es] un infierno que supera al de Dante en cuanto que cada uno es el diablo para el otro. (…) El modo de proceder de los hombres entre sí se caracteriza por la injusticia, la más absoluta falta de equidad, la dureza, incluso la crueldad”.
En fin, una dosis brutal de desesperanza, como para tragarse medio kilo de matarratas impregnado de cicuta y cortarse las venas, sobre todo si se cree en la idea del eterno retorno de Nietzsche, que viviremos una y cien veces lo ya vivido, incluso lo más horrible. Algo que queda expreso en los dos fragmentos de Así habló Zaratustra recogidos en el libro.
Afortunadamente, True Detective puede verse sin dejarse arrebatar por el pesimismo existencial. Porque, a fin de cuentas, es un simple entretenimiento, o no tan simple, pero hecho para que millones de telespectadores de diverso pelaje se lo pasen bien. No pretende ser una guía espiritual para neuróticos depresivos. Nada impide sumirse en su trama siniestra y luego ir a tomar unas copas y echarse unas risas.
El éxito de la serie la condena a prolongarse, aunque no será con los mismos protagonistas. Hart y Cohle ya dejaron su huella y será difícil superarla. Poco se sabe de la segunda temporada, salvo que constará también de ocho capítulos, se emitirá el próximo verano, se desarrollará en California y tendrá a Colin Farrell como uno de sus tres protagonistas, uno de ellos mujer. También es es probable que lleguen a medio plazo varias novelas, ya que Pizzolatto se ha reservado los derechos legales. Está por ver si logra proyectar en ese formato la trama , la atmósfera y los personajes, y si emula a los maestros del género negro y de terror cuyos inquietantes relatos se reproducen en el libro de Errata Naturae.
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