La pasión por el investigador más famoso de la literatura se renueva con el auge de dos series, el hallazgo de un film histórico y una muestra que se inauguró esta semana en Londres. La vigencia de un personaje que ahora usa smartphone
Laura Ventura
Este romance es uno de los mayores misterios de la literatura. Para resolver el enigma no hay que comprender los hilos del policial, sino estudiar las pistas de una compleja trama sentimental entre un hombre del siglo XIX con sus contemporáneos y con las generaciones posteriores. Una criatura se resiste a agonizar y adquiere nuevos rostros para sobrevivir. No se trata del género fantástico, sino de una narrativa realista, cincelada con un poder de observación extremo que hizo audible una de las voces más lúcidas de la prosa. No son solo sus aventuras, o los caprichos del azar, sino lo que piensa y cómo arriba a sus deducciones, aquello que seduce a sus admiradores. Es Sherlock Holmes, genio y figura de la cultura universal. Con algo de Frankenstein, otro tanto de Dorian Grey y una pizca del rey Lear, es la envidia de otros seres de las letras inglesas. La saga del escocés Arthur Conan Doyle sigue siendo bestseller, se destacan dos series en su honor, una británica y otra estadounidense, y hay una gran expectativa por la película que protagonizará Ian McKellen sobre el detective más famoso de todos los tiempos.
En 1887, apareció la nouvelle Estudio en escarlata y en 1890, El signo de los cuatro, pero no sería hasta 1892 cuando, a través de la publicación en The Strand Magazine, la historia cobrara fama inmediata. Fueron las ilustraciones de Sidney Paget las que imaginaron la gorra de cazador y la vestimenta de Sherlock (con entramado escocés), elementos que lograron no solo ser asociados con el concepto de un detective, sino que se convirtieron en íconos de Sherlock Holmes... hasta que nuevas versiones empezaron a evaporar esa imagen.
¿Cómo explicar que la pasión hacia este personaje siga intacta? "Sherlock Holmes no es un superhéroe. No puede volar, ni levantar una masa oceánica, ni ver a través de objetos sólidos. Sus poderes son puramente humanos. Es inteligente, observador, lógico, valiente y confiable. Cuando pensamos en Superman o en Los cuatro fantásticos, sabemos que nunca podremos ser como ellos, pero sí podríamos, si realmente lo intentásemos, ser como Sherlock Holmes. Una de sus cualidades más entrañables es que no es perfecto. A veces se equivoca, pero de todos modos es mejor detective y persona que cualquiera", dice a la nacion revista Roger Johnson, el vocero de la tradicional Sociedad Sherlock Holmes de Londres, fundada en 1951, una institución que reúne a los expertos y más fervientes admiradores de esta ficción.
El editor de la publicación especializada The Baker Street Journal, Steven Rothman, destaca la conducta moral de Sherlock como principal atractivo del personaje: "Generalmente tiene razón, sabe más que los demás y busca que se haga justicia (que no es lo mismo que se cumpla la ley)".
Así como el Quijote con Sancho, Sherlock necesita a su Watson. La presencia de un adlátere es un elemento que define al género policial, pero en el caso de este adorable doctor hay una magia diferente en su confección. "Conan Doyle tenía más de Watson que de Holmes. Los dos eran escritores, médicos, deportistas", señala Johnson, quien también edita The Sherlock Holmes Journal.
El escritor Andrew Lycett, cuya biografía Conan Doyle, The Man Who Created Sherlock Holmes (2007) mereció elogios de The Times, habla de una dualidad en el espíritu del autor, que traslada a sus célebres personajes: "Holmes y Watson incorporan diferentes aspectos de la personalidad de Conan Doyle: el primero, con su enfoque científico y con un toque de romanticismo, mientras que Watson es un personaje con los pies sobre la tierra".
En 2010, la British Broadcasting Corporation (BBC), experta en adaptar para la TV relatos bucólicos y sentimentales, apostó por otro tipo de ficción. Quizá con la amenaza de no poder estar a la altura de Downton Abbey, con su cuidada ambientación de época y un culebrón imposible se superar, la cadena pública dio a luz a una serie bautizada Sherlock. El nombre de pila del héroe es hoy suficiente para identificar a esta criatura, sustantivo propio que funciona como metonimia del concepto de detective. Significó para la BBC no una sino dos, es decir, otra vuelta de tuerca, en términos de Henry James, ya que además se trasladó la acción al Londres del siglo XXI. Sherlock obtuvo un éxito instantáneo y la devoción por esta trama (cada capítulo, tres por temporada, promedia los 90 minutos) y sus personajes crecen cada año. Más de 12 millones de espectadores vieron en el Reino Unido la última entrega de Sherlock en su primera emisión [en la Argentina se puede ver por BBC Latinoamérica, en el servicio premium del cable, y en Netflix]. Este número es minúsculo comparado con la repercusión fuera de su país. Sólo en China, a cuya cultura y milenaria tradición rinde homenaje el segundo capítulo, la serie registra un promedio de 69 millones de televidentes por episodio.
La pipa, en el siglo XXI, es un objeto vetusto, casi anacrónico, poco popular aún entre los fumadores, una especie en extinción. El productor Mark Gatiss y el guionista Steven Moffat imaginaron cómo sería el personaje de Conan Doyle en una era de cadenas de gimnasios y fundamentalistas de la vida y decidieron que el vínculo del detective con el hábito de fumar -otrora considerado sofisticado; hoy, demonizado- no sería inexistente. Así, el actor Benedict Cumberbatch se arremanga para mostrar en su antebrazo tres parches de nicotina en el primer capítulo de la serie. "En estos días resulta imposible fumar en Londres", dice su criatura.
Como prueba irrefutable de que Sherlock Holmes es un personaje clásico, como ocurre con los héroes de la tragedia griega, posee el poder de atravesar los siglos y continuar siendo coherente y verosímil. Este Sherlock posee su propio blog y una página donde ofrece sus servicios, como detective consultor -según define su actividad- su smartphone, a través del cual puede sacar fotos de las evidencias y confiar en el GPS del dispositivo. Sin embargo, él es más inteligente que su dispositivo y confía más en las bibliotecas que en la información que pueda encontrar online. En el segundo capítulo debe descifrar un código encriptado y Sherlock le dice a su fiel colaborador Watson, interpretado por Martin Freeman, que a pesar del poder de las tecnologías, éstas no han podido superar la mente humana.
Moffat obtuvo un Emmy por su trabajo como guionista, premio bien merecido ya que conservó el espíritu del relato de Conan Doyle. Se advierte desde la oración inaugural de Sherlock que la narración está en primera persona, más precisamente en la voz de un médico cirujano del ejército que tras sufrir un accidente en el frente de batalla, en Afganistán, regresa a Londres. Moffat es fiel al texto original e invoca los mismos argumentos con los cuales advierte el detective que Watson acaba de volver de la guerra, e incluso adivina dónde estuvo destinado. También descubre cuál es el vínculo entre el doctor y su hermano sólo con mirar el estado del celular del galeno. "Cuando caminás con Sherlock, ves también el campo de batalla", le dice a Watson un personaje y con ese argumento explica aquella adrenalina por la cual se acerca al detective. Otro hallazgo de la miniserie es que se muestra el hilo de los pensamientos del detective cuando se abstrae de su entorno, con un texto sobreimpreso en la imagen y con un montaje que ilumina los detalles de la escena del crimen.
Rothman sostiene que esta proliferación de series impactó de modo positivo en la cantidad de suscripciones de su publicación cuatrimestral, con residencia en Filadelfia, fundada en 1946. Estas versiones audiovisuales aseguran una larga vida al detective. "El programa de la BBC atrajo a una gran cantidad de jóvenes y de mujeres, más que en otras versiones, a pesar de que siempre hubo lectoras femeninas", dice a la nacion revista.
DESDE EL ORIGEN DEL CINE
El detective atrajo a los cineastas desde siempre. El año próximo se presentará en el Festival de San Francisco el Sherlock más antiguo del séptimo arte, interpretado por el actor William Gillette, en 1916. Hace algunos meses se encontró por casualidad este tesoro del cine mudo en la Cinémathèque Française, obra que se creía perdida para siempre.
La virtud de lo clásico es que jamás pasa de moda. Por eso este personaje resiste y sale airoso de ser ubicado en distintos contextos temporales. Además de estos saltos cronológicos algunos autores imaginaron cómo sería esta cabeza privilegiada en diferentes momentos de su vida, no sólo a los 30 y pico, como en el texto original, la misma edad que tiene la criatura de Cumberbatch. En 1985, Barry Levinson filmó El joven Sherlock Holmes, el secreto de la pirámide, con guión de Chris Columbus, ambientada en la adolescencia del personaje, y ahora es el turno de Mr. Holmes. El director Bill Condon, inspirado en la novela de Mitch Cullin A Slight Trick of the Mind, traslada la cámara a 1947 para narrar las últimas aventuras del detective ya anciano, en la piel de Ian McKellen, al cuidado de su ama de llaves, Laura Linney. Esta versión, si bien no proviene del puño de Doyle, es una de las preferidas de Rothman, experto en este universo: "Holmes se enfrenta, por su edad, con problemas de memoria, ¿podés ser Sherlock Holmes si tu mente comienza a abandonarte?", se pregunta.
No será la primera vez que un personaje femenino encarne al compañero del excéntrico detective, más cercano a la voz, la mirada y la razón popular, o, mejor dicho, cuya capacidad de raciocinio está más cerca del lector. En el caso de la serie norteamericana Elementary, Lucy Liu interpreta a la doctora Watson, la acompañante terapéutica de un paciente en recuperación de las drogas [en el texto original Holmes fumaba opio]. Es el actor inglés Jonny Lee Miller quien interpreta al detective en esta versión de la CBS ambientada en Manhattan, la ciudad que eligió para purgarse de sustancias tóxicas.
Roger Johnson, quien además de ser miembro de la Sherlock Holmes Society escribió junto con Jean Upton The Sherlock Holmes Miscellany, rescata la labor y el cuidado hacia el detective en Sherlock y en Elementary. Al mismo tiempo, habla de una "versión exagerada" de Guy Ritchie, el director de las dos versiones ambientadas en el siglo XIX con Robert Downey Jr. y Jude Law, quien anunció que pronto filmará la tercera entrega. "En la primera película, por ejemplo, la topografía de Londres es decididamente otra a la de la época; Holmes y Watson van vestidos de modo inadecuadamente a una cena en un restaurante de clase alta; se muestra a Holmes desaliñado y poco afecto a la higiene, algo que no coincide con la descripción de Conan Doyle de su «amor gatuno de aseo personal», y Downey Jr. no mide casi dos metros, como aparece en los libros. Pero nada de esto realmente importa. Los actores crean personajes y una relación muy creíble, con sus diferencias y malentendidos", opina.
El espíritu de Holmes, este hombre inasible, sagaz, dueño de una mente privilegiada, osado, huraño, adicto a sustancias, poseedor de un único amigo, y capaz de transgredir en pos de la resolución un caso, no se ha plasmado solo en la forma de policial. Si se utilizase la lógica de la narratología, aquella que busca patrones en la estructura de los textos, la serie Dr. House bien puede considerarse heredera de Sherlock Holmes.
UN HOMBRE INMORTAL
A diferencia de su magistral criatura, el texto de Conan Doyle no tiene reservado un capítulo en la historia de la literatura. Su calidad narrativa no es elogiada por la crítica ni la academia. Desde esta perspectiva, el gran rival de Sherlock Holmes no es el profesor Moriarty, sino Auguste Dupin, el detective de Edgar Allan Poe, quien aún defiende el título, con La carta robada al mejor cuento policial jamás escrito. Al personaje francés le dedica Holmes algunas líneas en Estudio en escarlata, cuando Watson alaba sus dotes: Dupin era hombre que valía muy poco.
Lycett habla del mensaje y la postura de Conan Doyle frente a la sociedad de su época, la victoriana, a través de su personaje: "Definitivamente estaba reflexionando sobre el ascenso del razonamiento científico mientras en simultáneo el sentido de espiritualidad se iba perdiendo".
Sherlock Holmes es inmortal e incluso logró burlar el destino que le tenía guardado su propio autor. Lycett confirma que Conan Doyle se aburrió de esta historia y decidió matarlo, o, al menos ideó un final elegante, poco sangriento, para el héroe. La intriga fue atroz luego de su última aparición en el relato de 1893, donde desaparece en las cataratas de Reichenbach. Fue por la insistencia de su madre que Sherlock Holmes debió regresar, pero este hecho ocurrió una década después, en 1903, con The Adventure of the Empty House cuando el clamor popular fue insostenible para Conan Doyle.
El halo que recubre a este personaje es tan poderoso que aunque se sabe que el universo de Sherlock es una ficción, muchos de sus admiradores visitan, como si de una meca se tratase, su museo de 221b Baker Street, en Londres. Allí se recrea la sala de estar y las habitaciones donde el detective habría vivido con su amigo Watson. La convocatoria que tiene este museo es tal que solo cierra en Navidad. A este tradicional paseo se acaba de sumar una exhibición en el Museum of London. Allí se encuentran distintas ediciones de los libros, las ilustraciones de Paget para The Strand Magazine, objetos que se utilizaron en las distintas versiones en el cine y otra memorabilia.
La devoción hacia Holmes habla de un componente esperanzador de la naturaleza humana. El detective siempre se ubica del lado de la Justicia, obsesionado con descubrir la verdad y llegar a aquellos sitios donde la ley y la estructura burocrática, que vela por el ciudadano, fallan. El lector o el espectador que se sumerge en este universo busca trazar paralelos con su propia percepción de la realidad, estar alerta a los pequeños detalles que tanto hablan del otro, de aquel con el que convivimos. Rebelde con causa, paladín de la razón, héroe contemporáneo, símbolo de la inteligencia encauzada hacia el bien, estandarte del valor de la amistad, Sherlock Holmes pone la lupa en aquellos sitios donde no nos detenemos a mirar y hace visible lo obvio, lo elemental.
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