José Martínez Ros
David Peace (Gran Bretaña, 1967) es considerado uno de los renovadores de la novela negra contemporánea; esto es indudable, pero sólo si contemplamos el género policíaco le considera desde un punto de vista muy amplio, que abarque desde La Orestiada de Esquilo a Los demonios de Dostoievski y El extranjero de Camus. Peace desprecia en especial los juegos de pistas, sospechosos falsos y giros sorprendentess de la escuela detectivesca británica. Sus primeras novelas, las que componen el impresionante ciclo de Red Riding quartet realizan una autopsia de su país durante las traumáticas décadas de los 70 y los 80, utilizando el modelo criminal para efectuar un monumental estudio sobre la política y la sociedad británica. Esas novelas que lo lanzaron a la fama (sobre todo, gracias a su brillante adaptación por parte de la televisión inglesa) fueron escritas entre Tokio y Estambul, donde el joven Peace ejercía como profesor de inglés, y su hilo conductor son los asesinatos de Peter Sutcliffe, El destripador de Yorkshire. Peace, según él mismo ha declarado, llevaba muchísimo tiempo obsesionado con esa historia, que marcó su infancia en el norte industrial de Inglaterra, pero no fue hasta la lectura de Jazz Blanco de James Ellroy, el autor de La dalia negra, L.A. confidencial o Seis de los grandes, cuando encontró el modo de narrarla. Y la influencia de Ellroy, en especial sobre sus primeras obras, resulta más que significativa: la prosa telegráfica, los párrafos breves, los diálogos cáusticos y la acción vertiginosa; los paisajes sociales conflictivos, con generosas dosis de racismo, desigualdades sociales, droga y corrupción políticos, en este caso la Inglaterra en crisis de los setenta; los protagonistas atormentados que avanzan tras una obsesión entre pistas falsas, policías brutales, periodistas sobornados, episodios alucinógenos de violencia y sexo salvaje y cadáveres mutilados...
Después de dos novelas independientes, GB84 que reconstruye la gran, y fracasada, huelga de los mineros británicos contra el gobierno de Margaret Thatcher y la guerra sucia del estado y los servicios secretos contra los sindicatos; y su mayor éxito popular, también adaptado al cine, de Dammet United, que ha sido varias veces considerada la mejor novela jamás escrita sobre el deporte profesional, y en particular sobre el fúbol. Y llegamos asu empeño más ambicioso: la Trilogía de Tokio, ambientada en su país de adopción. Como indica Peace: “Inicialmente, lo que quería hacer era escribir cuatro libros que contaran la historia desde la posguerra hasta los Juegos Olímpicos de 1964, fecha que considero el momento en el que Japón fue aceptada de nuevo en la comunidad mundial. Y quería usar el crimen como modo de contar la historia. “ Tras Tokio año cero, Ciudad Ocupada, el segundo libro, está basado en el conocido “Incidente de Teigin”: el envenenamiento de 12 empleados de banco durante un robo en enero de 1948.El libro, dividido en doce capítulos, recoge otros tantos puntos de vista de individuos relacionados con el Incidente de Teigin (desde una de las víctimas hasta el presunto asesino, pasando por otros como un periodista, un inspector de policía y un militar norteamericano que investiga crímenes de guerra). Una técnica inspirada por el clásico de la literatura nipona –y del cine por su maravillosa adopción al cine por Akira Kurosawa- Rashomon. Como en la famosa obra de Ryūnosuke Akutagawa, Peace excava en la historia, buscando la verdad a partir de distintos testimonios fragmentarios. Así, a veces el texto se enmascara de artículo periodístico, el reporte policial, el informe militar, cartas personales o un diario censurado.
Las novelas de la Trilogía de Tokio resultan tan fría como duras, violenta y, sobre todo, plagada de detalles y referencias culturales e ideológicas que probablemente no todo tipo de lectores están dispuestos a tratar de descubrir y, al menos, intentar comprender. Pero el lector capaz de adentrarse en el laberinto narrativo de David Peace hallará una obra maestra, una novela impresionante, que cumple plenamente los objetivos literarios del autor: “«Dostoievsky escribía crimen; Kafka escribía crimen; Brecht escribió crimen; Orwell escribió crimen. Dickens. Greene. Dos Passos. Delillo. Etc. Para mí, hoy en día, “literario” sólo significa autores británicos con su máster en escritura creativa que quieren escribir la “Gran Novela Americana” y llenan las librerías con mierda ilegible, sin argumento ni personajes, ni pelotas ni corazón y, por encima de todo, sin una voz realmente británica. “
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