1 de juny del 2014

La mejor banda sonora de jazz de la historia del cine

[Notas de cine, 31 de mayo de 2014]

Antonio Martínez



“Un tranvía llamado deseo” fue la primera película que introdujo el jazz en la música de cine. No es que antes no se hubiera escuchado jazz en las pantallas. Sonaba por ejemplo en escenas ambientadas en fiestas o clubs nocturnos, pero el jazz, como tal, quedaba fuera de la música incidental de las películas. Después de “Un tranvía llamado deseo” vendrían otras grandes bandas sonoras de jazz como “El hombre del brazo de oro” o “Anatomía de un asesinato” pero la que puede considerarse la mejor banda sonora de jazz de la historia es “Ascensor para el cadalso”, un film francés de 1958 dirigido por Louis Malle y presidida de principio a fin por la trompeta de Miles Davis.


En 1957 el trompetista Miles Davis llegó a Paris para ofrecer una serie de conciertos. La ciudad del Sena se había convertido en el paraíso de los músicos de jazz. Los artistas norteamericanos descubrieron allí un lugar donde eran reconocidos como ídolos, cuando en su propio país todavía muchos sufrían el desprecio y la marginación a causa de su color de piel.
Davis decidió aprovechar su estancia en París para conocer a los intelectuales y a las estrellas francesas de moda como Jean Paul Sartre, Simone de Beauvoir o Boris Vian. Incluso se enamoró de Juliette Gréco con la que mantuvo un tórrido romance durante algunas semanas.


En esas mismas fechas el director Louis Malle acababa de rodar su primera película, la adaptación de una novela negra del escritor Noel Calef titulada “Ascensor para el cadalso”, protagonizada por Maurice Ronet y Jeanne Moreau. Nada más terminar el rodaje Louis Malle buscó a un compositor para que hiciera la banda sonora. Fue Jean-Paul Rappeneau, por entonces ayudante de dirección de Malle y que después dirigiría películas como “Cyrano de Bergerac”, quien propuso contratar a Miles Davis.
El músico norteamericano aceptó. La única condición que puso fue que instalaran en la habitación de su hotel un piano y un proyector para ver la película ya que no estaba dispuesto a trabajar en otro lugar. En poco más de una semana esbozó una partitura, apenas unas líneas generales musicales ya que su fuerte era la improvisación.

La noche del 4 al 5 de diciembre de 1957, Davis, acompañado del cuarteto que le había acompañado en sus conciertos en París, es decir, el batería Kenny Clarke y tres músicos franceses, piano, saxo y contrabajo, se dieron cita en el estudio Poste, un edificio lúgubre y oscuro muy acorde con el ambiente de la película. Las escenas que precisaban música habían sido montadas en continuo para ser visionadas una y otra vez y los músicos comenzaron a improvisar con la vista puesta en la pantalla. Según relató el escritor Boris Vian, presente en la grabación, el ambiente fue de lo más relajado. La propia Jeanne Moreau preparó un pequeño bar para atender a los músicos durante toda la noche.

 
La música de Miles Davis acompaña las seductoras imágenes urbanas del París en blanco y negro que muestra la película. Es casi un personaje más, como una especie de voz en off que explica las emociones de los personajes y anuncia los giros de la trama. Su trompeta está llena de matices: dudas, desesperación, pasión… El pulso sostenido del bajo acompaña siempre las apariciones del personaje masculino. En cambio a Jeanne Moreu se la identifica siempre con la trompeta. En las escenas en las que ella deambula por las calles y visita varios locales preguntando por su amante, la música de Miles Davis se convierte en el propio paseo dejando en el aire una inquietante incertidumbre.

En uno de los temas de la banda sonora, el titulado “Diner au Motel”, hay una extraña sonoridad en la trompeta de Davis. Al parecer en un momento determinado de la grabación, un pequeño fragmento de la piel de su labio se despegó para ir a colocarse en la boquilla. En vez de parar, el músico decidió seguir tocando, aceptando de buen grado el pequeño matiz sonoro que le daba a su música esa vibración.





“Ascensor para el cadalso” constituye una inmejorable fusión entre cine y música. Para muchos especialistas se trata de la mejor banda sonora de jazz de la historia. Una banda sonora improvisada en una noche mágica en Paris.

Un año más tarde Miles Davis repetiría la misma fórmula de trabajo en Nueva York. Los músicos franceses que le acompañaron entonces habían sido sustituidos por otros genios del jazz como John Coltrane o Bill Evans y lo que grabaron entonces fue “Kind of Blue”, para muchos el mejor disco de jazz de la historia.



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