El escritor y antiguo mosso d'Esquadra vuelve después de 'La tristeza de samurái', mejor novela negra europea en 2011
Miguel Lorenci
Comenzó Historia en la Universidad, pero para disgusto de su combativa familia, se convirtió en mosso d'esquadra y ejerció como policía entre 1992 hasta 2012. «Escribir era mi vocación desde la infancia y nunca dejé de hacerlo, así que he sido un seminarista descreído y un policía accidental, y soy un escritor mestizo que se mueve entre varios géneros, que existen para traicionarlos» explica Víctor del Árbol (Barcelona 1968) tras haber cambiado «definitivamente» la porra por la pluma.
En su juventud acumulaba ya un buen puñado de novelones que ha ido publicando poco a poco, «aunque escribo mucho más de lo que publico». Tras ganar el premio Tiflos con 'El peso de los muertos» y ser finalista del Fernando Lara con la aún inédita 'El abismo de los sueños', halló el respaldo de la modesta editorial, Alrevés. Con este sello publicó 'La tristeza de samurái', consagrada en 2011 por la crítica francesa y premiada como la mejor novela negra europea. Trató de repetir el bombazo con 'Respirar por la herida' y dejó de ser un desconocido para ser un minoritario autor muy respetado por la crítica y lo lectores más sagaces.
Publica ahora su nueva y ambiciosa novela la en un sello importante, 'Un millón de gotas' (Destino). Es un thriller épico «sobre la construcción de la memoria mediante la palabra, sus traiciones, y el dolor», explica su autor, que parte de un planteamiento muy sencillo. «¿Quién era mi padre antes de que yo naciera?» se preguntó del Árbol, que escribe a mano y que arma cada novela a partir parte de «la misma pregunta que habrá de hacerse el lector en un juego de espejos». Sabía que su progenitor fue una persona «muy luchadora» que no se dejó doblegar y «que perdió mucho trabajos por no dejarse humillar». De ahí salto a su abuelo y acabó trazando un relato en dos tiempos -como su novela anterior- que transcurre entre la Rusia soviética de los años treinta y los albores del siglo XXI en una España de trama criminales, blanqueo de capitales y casos de prostitución infantil.
«Me fascinan las grandes utopías y el comunismo fue acaso la mayor utopía del siglo XX; el trabajador llegó a creerse que podía asaltar el poder, algo que fue posible durante un instante» dice aceptando a regañadientes la etiqueta de thriller épico que vende su editorial. «Soy un escritor mestizo que ser sirve de los géneros como herramienta, en este caso para abordar una intriga psicológica con algo de epopeya y una pizca romántica» apunta. «Lo importante es ser coherente y no calentarse la cabeza con los géneros; yo descubrí que era escritor de novela negra cuando me dieron el premio en Francia» ironiza.
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