Javier Velasco Oliaga
“Un millón de gotas” es la nueva novela del escritor barcelonés Víctor del Árbol. Nos ha obsequiado con una de esas pocas obras maestras que nos encontramos hoy en día en la literatura, tanto española como internacional. Su novela es un thriller apasionante y demoledor, pero es mucho más, porque en su literatura caben diferentes géneros que él domina con maestría.
Conocí a Víctor del Árbol hace justamente un año, cuando le entrevisté a raíz de la publicación de su novela Respirar por la herida. Es una persona absolutamente correcta y amable, que se desvive por explicar el cómo y el por qué de su literatura. Su estilo, en la forma, es limpio y claro. Su fondo ya es otra cosa, porque quiere sacar a la luz las miserias de la condición humana y, por supuesto, su grandeza.
Su literatura no es fácil de leer. El lector de thriller lo encontrará algo enrevesado. Más bien su tipo de lector es el de novela negra, aunque a éste le gustan obras más cortas y ligeras. Es pues un escritor que se mueve entre dos aguas o, más bien, entre muchas aguas, porque en este Un millón de gotas, nos encontramos otros estilos, como el de novela histórica e, incluso, novela de amor.
El protagonista de tan singular obra es Gonzalo Gil, un abogado de mediana edad que no está viviendo la vida que a él le gustaría. La muerte de su hermana mayor le hace replantearse ciertas cosas. La más importante es conocer realmente la vida de su padre, conocido antifascista que luchó en varias guerras, la Guerra Civil Española y Segunda Guerra Mundial, y que pasó mil penalidades. Desde la Siberia soviética, en el campo de Názino, a los campos de refugiados de Argelès, guardaba bastantes secretos ocultos.
Es la búsqueda de la identidad del padre uno de los grandes enigmas de la novela. El gran amor que Elías Gil sintió por Irina, otra refugiada soviética, le marcaría toda su vida, para lo bueno y para lo malo. Una gran historia de amor entre penalidades sin fin conforma una personalidad compleja y poliédrica que no llegaremos a comprender hasta el final de la novela.
Porque la obra es precisamente eso, un gran puzle que Víctor del Árbol nos va resolviendo poco a poco. Un puzle que tiene dos líneas argumentales. La actual, que se desarrolla a comienzo del siglo XXI en Barcelona y la histórica, cuyo protagonista es el padre de Gonzalo, Elías, que se va moviendo desde 1933 en la Unión Soviética hasta la Barcelona de 1967, pasando por la Guerra Civil, los campos de refugiados en Francia, la Segunda Guerra Mundial, el París de la posguerra europea y el regreso a su tierra asturiana, con una aleccionadora historia de amistad entre el comunista Elías y el fascista Ramón Alcázar, los cuales se salvarían la vida varias veces.
Esa fiel amistad, continuará en los hijos de ambos pero ya de manera ecléctica y con desconfianza. Esta alternancia en los capítulos hace que la tensión narrativa se mantenga durante toda la novela. El lector quiere llegar al capítulo siguiente para saber en qué queda cada una de esas historias. Cada capítulo va cayendo como una losa sobre las expectativas del lector, al que no le queda más remedio que devorar los capítulos.
Si Víctor del Árbol ya nos sorprendió con sus novelas anteriores, con Un millón de gotas se reafirma como uno de los grandes valores de nuestra literatura negra. Ha pasado como un bólido sobre los grandes maestros del este género, consolidándose como uno de los grandes. Esta novela tiene el don de que no le sobra ni le falta nada. Todo está medido con una precisión milimétrica que hace que no echemos en falta nada. No nos extraña su fichaje por Ediciones Destino, que le va a ayudar en la difusión que se merece.
En conclusión, estamos ante una de esas obras que acaparará noticias y opiniones de todo tipo porque el escritor catalán no se casa con nadie. Desmonta con razones la maldad de las ideologías extremistas. Nos describe un mundo sórdido donde nadie es totalmente bueno o totalmente malo, donde la corrupción y las mafias campan a sus anchas y donde el porvenir es algo a lo que nos da miedo llegar. No nos ocurre lo mismo con el final de la novela; es algo a lo que deseamos llegar lo más rápidamente posible.
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