El escritor peruano es un enamorado de su oficio. En La Feria de Bogotá presentó su libro La pena máxima.
Mónica Quintero Restrepo
Santiago Roncagliolo es un asesino frustrado. Tal vez por eso se volvió escritor y le gusta tanto la novela negra, aunque él no es de un solo género ni de un solo estilo. Le gusta experimentar.
La novela anterior, Óscar y las mujeres, se publicó primero por entregas en internet. La de ahora, La pena máxima, es un thriller que sucede en Perú durante el Mundial de 1978, y en el que retoma un personaje, Félix Chacaltana, de una de sus obras más conocidas, Abril rojo. El próximo libro será de cuentos.
Santiago Roncagliolo es el escritor del apellido impronunciable, según la leyenda que hay en su familia. Aunque después de que se aprende, ya no se olvida.
Vuelve a Félix Chacaltana, ¿por qué?
"Yo le había dicho a Chacaltana que yo sí había terminado con él. Cuando tienes una novela tan exitosa como Abril rojo el problema es que te puedes encasillar y que la gente solo quiera otra novela con Chacaltana y yo tenía clarísimo que no quería hacer eso, todo lo contrario, he estado haciendo libros muy distintos, tratando de explorar, de correr riesgos, de seguir siendo creativo, pero esta vez tenía una historia muy buena sobre un hombre que nace en una guerra, muere en otra, y que en el fondo son la misma guerra. No conseguía contarla, probé en primera persona, con tres narradores en distintos momentos y un día el fiscal Chacaltana se me apareció y me dijo, "por qué no la cuento yo". Yo le dije, "de ninguna manera, no quiero ser tu rehén, que toda mi carrera dependa de ti", y él dijo, "chico, quién estaba ahí en el 78, ¿tú o yo?". Se adueñó de la historia y cuando entró fluyó tan naturalmente que él fue el protagonista y el otro personaje, Joaquín Calvo, muere en la página tres (risas). Me he vuelto a encariñar con él, pero que vaya a ver otra, depende de él y de que me vuelva a ganar la pelea o no".
Eso explica que no siempre el autor tiene las riendas de los personajes...
"Lo bueno de la novela negra, sin embargo, es que cuando un personaje se está yendo de control, o se está portando mal, puedes matarlo y mueren muchos. Me encanta matar gente, pero como es ilegal, supongo que por eso me he vuelto escritor".
Vuelve al thriller, que Abril rojo también lo era...
"Sí, me gusta mucho el género. Creo que la novela negra es un gran género para hablar de la ambigüedad moral y la política es moralmente muy ambigua. Antes no, en el siglo XX, eras capitalista o comunista, todo era en blanco y negro, pero hoy en día todo es más gris, todo es más difícil de juzgar y de clasificar y eso es la novela negra. El policial de siempre, el detective era bueno y el asesino era malo, pero en la novela negra ni el detective es tan bueno ni el asesino es tan malo. Entonces, es muy apropiada para hablar de temas políticos".
Esta novela tiene de fondo el Mundial del 78, que se jugó en Argentina, y ahora viene el de Brasil, ¿fue coincidencia presentarla ahora?
"Yo iba a sacar un libro de cuentos este año y la novela la terminé el año pasado, pero pensé que no había prisa por sacarla, solo que cuando los editores la leyeron dijeron (sube la voz), ¡qué bien, para el mundial…, y yo, aaa, claro, hay un mundial. Es posible que estén en la retaguardia mental, es el primer mundial en Suramérica después del de Argentina y es un buen momento para recordar cómo ha cambiado América Latina en estos años. El mundial de Brasil se realiza en un país con muchos problemas, pero democrático, y con una economía que crece. El de Argentina se realizó en un país que trataba de venderle al mundo la hermandad entre los pueblos y los derechos humanos, mientras torturaba y asesinaba, a muy pocas calles por cierto, del estadio de fútbol. Era muy apropiado históricamente para aprovechar y reflexionar sobre cómo hemos cambiado".
En Abril rojo usted decía que encontró elementos históricos en su país para escribir. En La pena máxima pasa igual, el 78 es una época histórica en Perú...
"Claro, de hecho La pena máxima es la historia de un momento muy oscuro del Perú, que fue la colaboración de la dictadura peruana con la argentina. Sin duda la dictadura peruana de los años 70, ni por asomo fue tan criminal como la chilena o la argentina, pero cuando tu vecino es un asesino y tú no haces nada, terminas por ser su cómplice y eso pasó. Los argentinos le preguntaron a Perú si podían entrar a secuestrar a sus perseguidos, para llevarlos a Argentina para matarlos, y Perú dijo bueno, pero, por qué, ya que vas a entrar, no te llevas también a los nuestros y, aparte de perseguir a tiros a argentinos por las calles, aparte de torturarlos en instalaciones militares del Perú, los argentinos se llevaron a varios peruanos a Jujuy, para quitárselos de encima al régimen. Hoy en día hay una orden de captura internacional contra el presidente Manuel Bermúdez, el dictador que gobernaba en ese momento y que dice que Perú no participó en la operación Cóndor, y hay un presidente de los 80, Alan García, que también tiene un triste registro de derechos humanos, que dice que no participó, para que luego no lo miren, pero participó, y también para eso se escriben libros, para que no se olvide que sí hicimos eso y no deberíamos volverlo a hacer".
Cambiando de tema, usted es un lector ecléctico...
"Yo vengo de una generación muy ecléctica, que creció con la televisión, con el cine, con la alta literatura, todo era válido. En mi casa además, como era muy violento Perú, vivías encerrado en tu casa, entonces solo había dos cosas, libros y tele. Cuando eres escritor peruano te preguntas, quieres ser como Vargas Llosa, y en el fondo, sí, como Vargas Llosa y como Woody Allen y como García Márquez y todos en el mismo libro, de ser posible".
¿A los colombianos les dicen que si les pesa mucho García Márquez por ser el Nobel, qué tanto les pesa a ustedes Vargas Llosa?
"No, es decir, Vargas Llosa es parricida frustrado. Si tu quieres acabar con el padre Vargas Llosa, a ver qué haces, porque ha hecho novelas de humor, serias, políticas, eróticas. Ha hecho teatro, ha salido él al escenario, ha sido candidato a presidente, ha tenido programas de televisión, o sea que lo mejor es que te relajes y hagas tu vida. Además es lo que tendrías que hacer estuviese o no Vargas Llosa. Si siempre estás pensando en un autor y quieres ser él, solo vas a hacer un imitador. Lo verdaderamente difícil es saber lo que tú quieres, ser tu mismo y defender tu obra y tu sensibilidad".
Hace mucho entrevistó a Paul Theroux y le dijo que un hombre feliz no puede ser escritor, y uno a usted lo ve y siempre está sonriendo. ¿Entonces?
"Yo soy un contraejemplo (risas). Si eso es una regla, yo soy la excepción. He sido muy infeliz, muchas cosas han pasado en mi vida que no cuento, pero muy duras, en muchos sentidos, y entonces he aprendido a valorar ser feliz cuando lo tengo y a valorar mi felicidad sobre el éxito o el dinero. Estoy obligado a ser feliz, porque yo quería ser escritor y soy escritor. Lo lamento por Theroux".
La novela anterior, Óscar y las mujeres, se publicó primero por entregas en internet. La de ahora, La pena máxima, es un thriller que sucede en Perú durante el Mundial de 1978, y en el que retoma un personaje, Félix Chacaltana, de una de sus obras más conocidas, Abril rojo. El próximo libro será de cuentos.
Santiago Roncagliolo es el escritor del apellido impronunciable, según la leyenda que hay en su familia. Aunque después de que se aprende, ya no se olvida.
Vuelve a Félix Chacaltana, ¿por qué?
"Yo le había dicho a Chacaltana que yo sí había terminado con él. Cuando tienes una novela tan exitosa como Abril rojo el problema es que te puedes encasillar y que la gente solo quiera otra novela con Chacaltana y yo tenía clarísimo que no quería hacer eso, todo lo contrario, he estado haciendo libros muy distintos, tratando de explorar, de correr riesgos, de seguir siendo creativo, pero esta vez tenía una historia muy buena sobre un hombre que nace en una guerra, muere en otra, y que en el fondo son la misma guerra. No conseguía contarla, probé en primera persona, con tres narradores en distintos momentos y un día el fiscal Chacaltana se me apareció y me dijo, "por qué no la cuento yo". Yo le dije, "de ninguna manera, no quiero ser tu rehén, que toda mi carrera dependa de ti", y él dijo, "chico, quién estaba ahí en el 78, ¿tú o yo?". Se adueñó de la historia y cuando entró fluyó tan naturalmente que él fue el protagonista y el otro personaje, Joaquín Calvo, muere en la página tres (risas). Me he vuelto a encariñar con él, pero que vaya a ver otra, depende de él y de que me vuelva a ganar la pelea o no".
Eso explica que no siempre el autor tiene las riendas de los personajes...
"Lo bueno de la novela negra, sin embargo, es que cuando un personaje se está yendo de control, o se está portando mal, puedes matarlo y mueren muchos. Me encanta matar gente, pero como es ilegal, supongo que por eso me he vuelto escritor".
Vuelve al thriller, que Abril rojo también lo era...
"Sí, me gusta mucho el género. Creo que la novela negra es un gran género para hablar de la ambigüedad moral y la política es moralmente muy ambigua. Antes no, en el siglo XX, eras capitalista o comunista, todo era en blanco y negro, pero hoy en día todo es más gris, todo es más difícil de juzgar y de clasificar y eso es la novela negra. El policial de siempre, el detective era bueno y el asesino era malo, pero en la novela negra ni el detective es tan bueno ni el asesino es tan malo. Entonces, es muy apropiada para hablar de temas políticos".
Esta novela tiene de fondo el Mundial del 78, que se jugó en Argentina, y ahora viene el de Brasil, ¿fue coincidencia presentarla ahora?
"Yo iba a sacar un libro de cuentos este año y la novela la terminé el año pasado, pero pensé que no había prisa por sacarla, solo que cuando los editores la leyeron dijeron (sube la voz), ¡qué bien, para el mundial…, y yo, aaa, claro, hay un mundial. Es posible que estén en la retaguardia mental, es el primer mundial en Suramérica después del de Argentina y es un buen momento para recordar cómo ha cambiado América Latina en estos años. El mundial de Brasil se realiza en un país con muchos problemas, pero democrático, y con una economía que crece. El de Argentina se realizó en un país que trataba de venderle al mundo la hermandad entre los pueblos y los derechos humanos, mientras torturaba y asesinaba, a muy pocas calles por cierto, del estadio de fútbol. Era muy apropiado históricamente para aprovechar y reflexionar sobre cómo hemos cambiado".
En Abril rojo usted decía que encontró elementos históricos en su país para escribir. En La pena máxima pasa igual, el 78 es una época histórica en Perú...
"Claro, de hecho La pena máxima es la historia de un momento muy oscuro del Perú, que fue la colaboración de la dictadura peruana con la argentina. Sin duda la dictadura peruana de los años 70, ni por asomo fue tan criminal como la chilena o la argentina, pero cuando tu vecino es un asesino y tú no haces nada, terminas por ser su cómplice y eso pasó. Los argentinos le preguntaron a Perú si podían entrar a secuestrar a sus perseguidos, para llevarlos a Argentina para matarlos, y Perú dijo bueno, pero, por qué, ya que vas a entrar, no te llevas también a los nuestros y, aparte de perseguir a tiros a argentinos por las calles, aparte de torturarlos en instalaciones militares del Perú, los argentinos se llevaron a varios peruanos a Jujuy, para quitárselos de encima al régimen. Hoy en día hay una orden de captura internacional contra el presidente Manuel Bermúdez, el dictador que gobernaba en ese momento y que dice que Perú no participó en la operación Cóndor, y hay un presidente de los 80, Alan García, que también tiene un triste registro de derechos humanos, que dice que no participó, para que luego no lo miren, pero participó, y también para eso se escriben libros, para que no se olvide que sí hicimos eso y no deberíamos volverlo a hacer".
Cambiando de tema, usted es un lector ecléctico...
"Yo vengo de una generación muy ecléctica, que creció con la televisión, con el cine, con la alta literatura, todo era válido. En mi casa además, como era muy violento Perú, vivías encerrado en tu casa, entonces solo había dos cosas, libros y tele. Cuando eres escritor peruano te preguntas, quieres ser como Vargas Llosa, y en el fondo, sí, como Vargas Llosa y como Woody Allen y como García Márquez y todos en el mismo libro, de ser posible".
¿A los colombianos les dicen que si les pesa mucho García Márquez por ser el Nobel, qué tanto les pesa a ustedes Vargas Llosa?
"No, es decir, Vargas Llosa es parricida frustrado. Si tu quieres acabar con el padre Vargas Llosa, a ver qué haces, porque ha hecho novelas de humor, serias, políticas, eróticas. Ha hecho teatro, ha salido él al escenario, ha sido candidato a presidente, ha tenido programas de televisión, o sea que lo mejor es que te relajes y hagas tu vida. Además es lo que tendrías que hacer estuviese o no Vargas Llosa. Si siempre estás pensando en un autor y quieres ser él, solo vas a hacer un imitador. Lo verdaderamente difícil es saber lo que tú quieres, ser tu mismo y defender tu obra y tu sensibilidad".
Hace mucho entrevistó a Paul Theroux y le dijo que un hombre feliz no puede ser escritor, y uno a usted lo ve y siempre está sonriendo. ¿Entonces?
"Yo soy un contraejemplo (risas). Si eso es una regla, yo soy la excepción. He sido muy infeliz, muchas cosas han pasado en mi vida que no cuento, pero muy duras, en muchos sentidos, y entonces he aprendido a valorar ser feliz cuando lo tengo y a valorar mi felicidad sobre el éxito o el dinero. Estoy obligado a ser feliz, porque yo quería ser escritor y soy escritor. Lo lamento por Theroux".
0 comentaris:
Publica un comentari a l'entrada