"A una novela hay que pedirla verosimilitud y coherencia"
Javier Velasco Oliaga
Víctor del Árbol es un escritor sencillamente inusual. Su cuarta novela, Respirar por la herida, acaba de ser publicada por la Editorial Alrevés. Sin embargo, su segunda novela, pese a quedar finalista en el prestigioso premio Fernando Lara, no ha sido publicada. Su punto de inflexión literario fue su anterior novela La tristeza del samurái que ha sido traducida a doce idiomas y en Francia ha sido la sensación del año pasado, consiguiendo el prestigioso Prix du Polar Européen 2012 a la mejor novela negra que otorga Le Point.
"Nadie es profeta en su tierra", dice humildemente al comenzar la conversación. Catalanoparlante, pero de educación castellana por sus padres, se describe como un escritor que escribe en castellano, "soy de la misma cultura que Juan Marsé, Manuel Vázquez Montalbán o del mismísimo Peret, pero me haría mucha ilusión que mis obras se tradujesen al catalán, aunque mis lectores catalanes me leen en castellano sin ningún problema", señala el escritor barcelonés.
El éxito de La tristeza del samurái ha sido tan importante en Francia y otros países europeos que sus múltiples compromisos le han hecho pedir la excedencia en el cuerpo de los Mossos d´Esquadra de la Generalitat catalana. La verdad es que me cuesta imaginármelo "apatrullando la ciudad" como cantaba El Fary , a un escritor tan sólido como él, claro que también me cuesta verlo de seminarista y estuvo cinco años siguiendo la vocación sacerdotal.
El caso es que siempre se ha sentido escritor, desde los veinte años lo lleva haciendo, y su madre cuando era pequeño le dejaba en la biblioteca a la salida del colegio para ir a trabajar como limpiadora hasta la hora de la cena. Ese bagaje no ha podido por menos que hacerle el escritor que es. Si consiguió el premio a la mejor novela negra europea es porque realmente lo merece. Aunque Respirar por la herida no es una novela intrínsecamente negra, sí lo es en cuanto a la forma.
"El éxito me ha venido de forma muy rápida y abrumadora", reconoce, aunque él sigue siendo esa persona humilde y cercana que ayudaba a los ciudadanos en su antigua ocupación. Ahora le toca ser novelista y lo desempeña con la misma eficacia que lo hacía en su anterior puesto de trabajo.
La novela discurre en Madrid. "Es una ciudad que me fascina, aunque no la conozco en profundidad, la estoy descubriendo en los viajes que voy haciendo", explica. Ve Madrid con los ojos de alguien que viene de visita y se marcha, pero "lo que me gusta es como marco de mi novela, aunque la atmósfera es un poco inventada; además Madrid es todo lo contrario que Barcelona", continúa relatando.
"A una novela hay que pedirla verosimilitud y coherencia, no veracidad", apunta. Su texto es realmente verosímil. Es una novela de perdedores y, sobretodo, de "supervivientes". Cada uno de sus personajes busca una forma de sobrevivir. Por eso, todas y cada una de las personas que protagonizan la historia tienen una cruda historia detrás. Uno de ellos, Ibrahim, es un terrorista de la guerra de independencia de Argelia, "un místico sufí, que me interesa mucho por su forma de unir ese misticismo con el terrorismo", puntualiza.
Pero no es el único personaje peculiar. Guzmán, el antiguo torturador de la Dina chilena, es el protagonista que más le gusta al autor catalán. "Guzmán no investiga, sólo busca certezas, para eso utiliza la violencia que más duele de verdad, la psicológica. Va a romper a la gente por dentro; él es muy bueno en su trabajo y sabe hasta cuándo puede resistir una persona, que siempre es más de lo que se espera", explica certero.
La venganza es el motor de la novela, para Víctor del Árbol. "Nace de la impotencia y hay que tener mucho cuidado con ella porque nos puede igualar a los verdugos", especifica sabiamente. Además cree que "la verdad puede ser una gran mentira" de ahí que haya que tener cuidado con lo que se quiera saber y hasta dónde se puede llegar.
"La novela es como un cepo. Está planteada como una mordaza, que cuando se está dentro se cierra. Por eso, cada detalle de la novela importa mucho. Las casualidades son aparentes, no existen realmente. En la novela todo tiene un por qué", refleja analizando su propia obra, por algo él también hace sus pinitos como crítico literario. Y continúa diciendo, "Respirar por la herida en una novela asfixiante, no da respiro, con muchos sentimientos encontrados. He buscado un mundo de espejos que también puede reflejar monstruos. Todos podemos llevar uno dentro y salir en un momento dado. No sabemos cómo vamos a reaccionar en un momento determinado a una cuestión cualquiera", cuenta.
Por eso sus personajes viven al límite, uno busca una segunda oportunidad, otra busca entender de ahí sus contradicciones. Otros optan por el perdón, "es más difícil perdonar que vengarte, es mucho más valiente. De hecho quien no tiene esa capacidad de perdonar suele destrozar su vida", afirma. Borges -recuerda- ya dijo que la peor venganza es el olvido.
"Todos los personajes tienen un sentido", señala, de tal forma que no hay ninguna situación al azar en la novela, todo está perfectamente delimitado y milimetrado. "La casualidad es un recurso fácil", insiste. Termina Víctor del Árbol con un consejo para todos los lectores: "la vida es corta y hay que vivirla con intensidad y pasión". Su última novela tiene precisamente eso, intensidad y pasión. No se arrepentirán de haber leído una obra como Respirar por la herida. Todos tenemos nuestras propias heridas.
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