29 d’abril del 2014

Cuando el cine escribe en negro

[ABC, 29 de abril de 2014]

Diego Casado

Cineastas y escritores analizan del 6 al 9 de mayo en Salamanca las claves de la consolidación de un género que sin perder su esencia, se muestra cada vez más permeable a otras influencias



El cine, por definición desde su nacimiento, es un animal sediento de historias. Las busca allí donde saltan y no hay género literario que no haya intentado adaptar para convertir sus relatos en fenómenos de masas. Al séptimo arte no se le podía escapar un campo tan apetecible como el de los detectives y malhechores, que empezaron a florecer en las páginas de las editoriales en los años veinte del siglo pasado. Tenían todos los ingredientes para protagonizar algunas de las mejores historias de la gran pantalla: eran personajes misteriosos, interesantes, fuertes, con un código propio, dispuestos al riesgo y ciertamente atractivos.
Hablar de novela negra en el cine es imposible sin hacerlo de aquella que puso todos sus cimientos. El halcón maltés de Dashiell Hammett fue la piedra angular del género. Las páginas del texto publicado en 1930 posibilitaron la obra maestra que un primerizo John Houston rodó más de una década después (antes había habido dos intentos fallidos), con Humphrey Bogart en el papel del inolvidable Sam Spade, el investigador de maneras poco delicadas que busca la pista de la estatuilla preciada.
Hammett, que empezó como novelista y acabó como guionista en Hollywood, es un indispensable del género, pero a la hora de hablar de adaptaciones al cine de novela negra hay que hacer una apartado para Raymond Chandler. Nominado en dos ocasiones al Oscar al mejor guión, sus textos, primero en forma de novela y luego convertidos en guiones de cine, causaron un fuerte impacto en la meca del cine. Suyo es el personaje de Philip Marlowe, ese detective privado severo, duro y algo dado a los excesos del alcohol. De sus novelas bebieron para convertirse en películas clásicos del género como La dama del lago y, sobre todo Sueño eterno, una de las cumbres cinematográficas que construyó Warner con sus mejores mimbres: guionistas como William Faulkner y un elenco liderado por unos sobrecogedores Lauren Bacall y Humphrey Bogart. Este último es uno de los que mejor llevaron la gabardina de Marlowe, aunque no el único. Su papel ha sido interpretado a lo largo de la historia por grandes figuras como Dick Powell, Robert Montgomery, Danny Glover o Robert Mitchum.

Periodo dorado

Chandler y Hammett fueron dos figuras que marcaron el inicio de un tipo de cine sobre el que rápidamente los grandes realizadores fijarían su atención. Y así llegaron adaptaciones de novelas con algunos resultados a la altura de los ya citados: Billy Wilder lo hizo en Perdición (con la ayuda de Chandler), Carol Reed cuando se embarcó en El tercer hombre y, finalmente, Orson Welles en Sed de mal, que estableció la conclusión de una época, según los cánones clásicos.
Pero el final de este «periodo dorado» no marca ni mucho menos la desaparición del género, que se va haciendo, eso sí, cada vez más abierto y permeable a otras influencias. Tiene todavía algunas querencias por el pasado e intenta imitarlo, a veces con gran acierto como en el L.A. Confidential escrito por James Ellroy y llevado a la gran pantalla por Curtis Hanson y una actriz en estado de gracia como Kim Basinger. Pero va buscando nuevos caminos con los que labrar su propia personalidad. Lo intentará a su manera Patricia Highsmith con Tom Ripley, personaje rodeado del crimen al que pondrán cara en diferentes adaptaciones Alain Delon, Dennis Hopper, Matt Damon o John Malkovich, entre otros. Lo haría también en España Vázquez Montalbán y su detective gastronómico Pepe Carvalho, que exploró mundos televisivos. Pero la verdadera renovación llegará del norte de Europa, con Stieg Larsson y su trilogía Millenium a la cabeza: el sueco puso a una mujer, Lisbeth Salander, como intrépida investigadora, y la complementó de un compañero que le aportaba mesura, Mikael. De ahí nacieron tres novelas que dieron a luz otras tres películas facturadas en Suecia, Los hombres que no amaban a las mujeres (esta también adaptada por Fincher en Hollywood), La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina y La reina en el palacio de las corrientes de aire, con una estética rompedora con el marco clásico pero con una intriga emparentada directamente con aquellos relatos primigenios de Chandler y Hammett.

Nuevos caminos

El cine negro no ha parado nunca, busca nuevos caminos para mantenerse en el tiempo y deja ramificaciones insospechadas en su nacimiento. Una de ellas es la de los congresos que lo analizan y que con el paso de los años van poblando la geografía nacional. El Congreso de Novela y Cine Negro de Salamanca, uno de los que ya cuenta con cierta historia, celebrará en unos días (del 6 al 9 de mayo) su décima edición. Una cita indispensable para los amantes españoles del género y que cuenta con la asistencia de los directores Alberto Rodríguez o del mismísimo José Luis Garci. Dos mentes preclaras que a buen seguro citarán algunos de los clásicos de esta lista y que sacarán algún otro título indispensable con el que acumular más jugosos crímenes en la cineteca de los asistentes.



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