Claudia Piñeiro
Me gusta releer textos. Regresar una y otra vez a un autor que me interesa. Releer es volver a su mirada sobre el mundo, a su lenguaje, a su tono. No importa que uno ya sepa quién es el asesino. Yo he vuelto varias veces a distintas novelas de Raymond Chandler. Pero el texto que releí más veces no es de ficción sino un ensayo: El simple arte de matar. El original fue publicado en 1944 en la revista Atlantic Monthly, una revista literaria que se publicaba en Boston. Tengo un ejemplar que no le presto a nadie, un texto bilingüe (inglés-castellano) editado por la Universidad de León, en su serie “Taller de estudios norteamericanos”. No lo presto para evitar el mal momento de ir a buscarlo a la biblioteca y que no esté. Hay algunos libros que, definitivamente, no se prestan. Aunque ese texto hoy se encuentre fácilmente en Internet. En mi ejemplar sé dónde buscar frases que recuerdo de memoria, ironías, consejos de escritura. Tengo marcas, subrayados y hasta puntas de páginas dobladas para señalar un pasaje destacado.
Vuelvo una y otra vez a El simple arte de matar por tres motivos.
Motivo 1: El humor irónico de Chandler para hablar del género, de la mediocridad de ciertos textos, de los errores cometidos incluso por grandes escritores. Con gracia pero con contundencia, diferencia las novelas de detectives de una literatura negra de escritura y lectura más exigente. Y no se priva de guiños acerca de la crítica que supone al género policial un género menor. Hay párrafos de este tipo por los que paso una y otra vez y vuelvo a reírme. “Los relatos detectivescos de calidad media probablemente no sean peores que las novelas de calidad media, pero éstas no se llegan a ver. No se publican. Y el relato de detectives medio (o sólo un poquito superior a la media), sí sale a la luz. No sólo se publica, sino que se vende en pequeñas cantidades a las bibliotecas ambulantes y se lee. Hay incluso unos pocos optimistas que lo compran a su precio al contado de dos dólares porque tiene un aspecto muy fresco y nuevecito, y hay un dibujo de un cadáver en la portada.”
Motivo 2: La lección de escritura de género que Chandler logra trasmitir en pocas líneas. Sobre todo cuando habla de Dashiell Hammett y de por qué su literatura está escalones más arriba que la de otros autores. Como al pasar, nos indica un camino de escritura superador para el género, camino que él mismo tomará. Esos pocos párrafos sirven más que cualquier decálogo de Chandler que ande dando vueltas por ahí. “Hammett devolvió el asesinato al tipo de gente que lo comete por algún motivo, no simplemente para proporcionar un cadáver, y que usan los medios que tienen a mano, no pistolas de duelo cinceladas, curare o peces tropicales. Puso a estas personas sobre el papel tal como eran, y los hizo hablar y pensar en el lenguaje que solían usar en esas situaciones.”
Motivo 3: La búsqueda del porqué del éxito del género negro. Chandler no se limita a una conclusión sencilla, sino que va pasando por distintas hipótesis que no llegan a serle suficientes sino hasta el final. Dice Chandler que el éxito del género no puede deberse sólo a la maestría de autores como Hammett. Ni a que dentro del género se describa el mundo tal cual es: “No es un mundo color de rosas pero es el mundo en el que vivimos (...). No es divertido que se mate a un hombre, pero a veces lo es que se lo mate por tan poca cosa, y que su muerte sea la moneda de cambio de lo que llamamos civilización”. No alcanza el mundo realista ni la escritura superadora de ciertos autores. En el final del ensayo Chandler fuerza un poco más la cuerda y llega a lo que cree es el verdadero motivo del éxito del policial: “En todo lo que se puede considerar arte existe un elemento de redención (...), por esas malas calles debe caminar un hombre que no sea necesariamente malo, que no tenga mancha ni miedo. En este tipo de relatos, este hombre debe ser el detective. Es el héroe; lo es todo. (...) Si hubiera más personas como él, el mundo sería un lugar muy seguro en el que vivir, sin convertirse en un sitio tan aburrido que ya no valiera la pena vivir en él”.
Un detective ni más ni menos, como su Philip Marlowe.
A eso, a Chandler y a Marlowe en un mundo que podría ser el nuestro, se debe que volvamos una y otra vez a él.
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