15 de gener del 2014

Plinio o el zen manchego

[La Vanguardia, Culturas, 15 de enero de 2014]

Kiko Amat

La editorial madrileña Rey Lear emprende una tarea de reedición de la serie de novelas detectivescas de Francisco García Pavón centradas en la figura de Manuel González, alias Plinio, jefe de la Guardia Municipal del pueblo manchego de Tomelloso, y de su ayudante Lotario

Como muchos otros (malos) estudiantes de BUP, no atesoro un recuerdo sublime de las lecturas obligatorias en literatura castellana. Yo tenía diecisiete años y ya había leído a Colin McInnes y JD Salinger, cuyos libros eran (admítanlo) bastante más amenos que La Regenta. Ese desafortunado primer encuentro con la narrativa ibérica enquistó en mí un duradero prejuicio que sólo terminaría hace unos años, cuando le pedí al escritor Santiago Lorenzo modelos patrios de ficción divertida, ágil y cómica. Lorenzome dirigió, entusiasmado, a la serie Plinio de Francisco García Pavón (Tomelloso, 1919 - Madrid, 1989). Localicé Las hermanas coloradas (1970) y El rapto de las sabinas (1969), ambas para Destino y best sellers de facto, me puse a ello y, miren lo qué les digo, aún no he conseguido frenar. A ello ha contribuido la recuperación de Plinio por la editorial Rey Lear, con Otra vez domingo (1978), Voces en Ruidera (1973) y El reinado de Witiza (1968), entre otras.


El ‘munipa’ de Tomelloso
Descubrir a García Pavón es una revelación. Conocer aManuel González, alias Plinio, Jefe de la Guardia Municipal de Tomelloso (La Mancha), uno de los más afortunados encontronazos de un lector. Los Plinios son una cosa única, un género en sí mismos. Se trata de novela detectivesca situada en un pueblo manchego durante los “años del desarrollo” tardofranquistas. El Sherlock de dichas novelas es, ya dije, un munipa aldeano, “primer listo del pueblo” e inspirado deshacedor de entuertos local mediante sesera y “pálpitos”. Su Watson es el veterinario de Tomelloso, Don Lotario, que también aporta medio de transporte (un 600, of course).

La trama suele ser adictiva, intrigante, sin más sordidez de la estrictamente necesaria. Hay asesinatos de vez en cuando, pero a menudo los casos versan sobre desapariciones de gemelas, embarazadas suicidas, médicos que se esfuman y gritos en las lagunas de Ruidera (como un Baskerville pliniesco).

El estilo de Pavón es castizo pero esbelto e imposiblemente elástico. García Pavón escribía como quería, y encima con humorismo. Los libros rezuman pasión: por la vida, el vino, las costumbres, las siestas, las tetas y los amigos. Plinio es un hombre lleno de sentido común y amor por la existencia, comprensivo y cachondón; un protagonista entrañabilísimo, fuente de aforismos memorables y recetas para la plenitud cotidiana. De hecho, los Plinios pueden agarrarse también como libros de zen manchego. De ellos no extrae uno tan solo un rato gozoso y suspensero, sino también enseñanzas para deambular satisfecho por este vertiginoso mundo de hoy: “Era tan bueno el fresco de la cueva, tan tragadero el blanco y aromático y viril el tabaco del señor veterinario, que los tres hombres tardaron mucho en romper a hablar. Allí permanecían acluecados, perdidos en sus humos, sus tragos y sus imaginativas” (de El reinado de Witiza). Uno empieza leyendo sobre el Tomelloso de Plinio y termina mudándose allí. Y, créanme, es un espléndido lugar donde residir.


Hablan tres fans de Plinio

“A propósito de García Pavón, dos cosas: su lenguaje no informa ya de una fonética, de una entonación o un ritmo, que también. Sino de una complexión, mental y hasta anatómica: la del íbero asceta maltratado por sus gobernantes y payasos oficiales. Brooklyn y eso está muy bien, pero las cosas se empeñan en pasar irremisiblemente en cualquier sitio, ya sea en núcleo exótico o, como es el caso, en un pueblo como el que García Pavón describe: un predio mocho, fofo, romo, soso, tomilloso. Para que nosotros deduzcamos que, ergo, todo sitio es excitante escenario”.
Santiago Lorenzo, escritor (Los huerfanitos)

"Yo era aficionado a novelas de crímenes, y el hecho de que se hablase de crímenes en España, con un investigador de aquí, con su estilo propio, sus deducciones y método pesquisidor, me impactó. Además, vengo de familia manchega. Cuando mi tía Vicenta apareció un día con un ejemplar de Las hermanas coloradas se me abrió el cielo. Aquellos personajes, aquellos nombres, aquellos motes y pueblos y paisajes que yo conocía de primera mano... Y había asesinatos, ¡y un guardia municipal que los resolvía acompañado de un veterinario en 600! No se podía pedir más”.
Gustavo Perona, librero (Llibreria Cercles, Bailén, 201)

 “Nunca pensé que empatizaría con un policía local, ni que lo querría como a un amigo. Pero si es fan de empinar la bota, los razonamientos más audaces y sus casos pasan por desentrañar el misterio de robos de jamones y tumbas vacías, todo es más fácil. Me sucedió con el personaje de Plinio (costumbrista pero mágico y, por ser español, cómico y trágico a la vez): descubrí cómo mis personajes favoritos extranjeros (el caso de Sherlock Holmes o Arsenio Lupin) podían trasladarse a territorios cercanos sin perder el encanto. O ganándolo, incluso”.
Miqui Otero, periodista y escritor (La cápsula del tiempo)


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