"Pan, educación y libertad" es la tercera parte de la trilogía sobre la crisis del escritor griego. Esta vez, va contra la generación que luchó durante la dictadura para terminar vendiendo su historia.
Nora Viater - Bárbara Alvarez Pla
¿Una utopía? El 31 de diciembre de 2013, pocas horas antes del Año Nuevo, una nube de papelitos se arremolina en el cielo de Atenas: son dracmas, la antigua moneda griega antes de entrar, tardíamente, al euro. Mientras, en España llueven pesetas. Así comienza la novela Pan, educación y libertad, la tercera parte de la trilogía sobre la crisis, escrita por Petros Márkaris, autor de una serie policial protagonizada por un contradictorio comisario, Kostas Jaritos, un personaje que puede ir desde los comentarios más políticamente incorrectos a una relación de amistad entrañable con un ex preso político de la dictadura. Durante la Dictadura de los Coroneles (1967/1974) era precisamente “pan, educación y libertad” la bandera que sostenía la rebeldía de los estudiantes griegos de la Politécnica. Después la vida siguió y muchos de esos estudiantes –ahora empresarios, sindicalistas, investigadores universitarios– llegaron a Europa, al bienestar, al dinero, al poder. Pero llegaron y se mantienen porque abajo, en el subsuelo de la pirámide, muchos griegos trabajan sin cobrar sólo para tener la ilusión del trabajo, para confiar en que algún día percibirán un sueldo. Otros, muchos, compran comida más barata, sólo que pasada de la fecha de vencimiento. En ese contexto, comienzan los asesinatos, que Jaritos investiga con una dotación policial casi inexistente. En sus novelas, Márkaris describe una Atenas caótica: calles atestadas de autos y cortadas por las protestas de los manifestantes. Imposible de vivir. En este libro, el autor va contra la generación que luchó durante la dictadura para terminar vendiendo su historia. De esto habló por teléfono con Clarín.
–“Pan, educación y libertad” era una consigna en la dictadura griega, una idea traicionada ...
–Era una consigna de la generación que resistió a la dictadura. Pero no es que la hayan traicionado. Más bien diría que la forma en que lidiaron con los asuntos públicos cuando la democracia volvió es una de las razones de la crisis: en parte son responsables de lo que ocurre en Grecia. Parte de esa generación sacó gran beneficio político de la resistencia.
–Imagina la vuelta del dracma a Grecia y de la peseta a España ...
–Eso fue una hipótesis de trabajo. ¿Qué pasaría si todos los países destrozados por la crisis dijeran: “Volvemos a lo que teníamos, no queremos tener nada que ver con el euro”? Esa fue mi pregunta. Si lees la novela te das cuenta de que sería muy, muy difícil. El problema no es el dracma, ni la peseta ni el euro … Europa se está cayendo a consecuencia de políticas equivocadas. Todos pendientes de lo que hace o dice Alemania…
–¿En Grecia se venden alimentos más baratos cuando están a punto de vencer y muchos siguen trabajando aunque no les paguen?
–Un tercio de la población en edad de trabajar no tiene trabajo y no hay empleo para los jóvenes, así que muchos, si tienen trabajo, lo siguen haciendo para mantener algún tipo de esperanza … “Si voy a trabajar en algún momento me darán algo de dinero” ...
–¿Cuál es el significado profundo de que la gente coma alimentos casi en mal estado?
–Lo que significa es que miles de personas viven en la calle, miles de personas no tienen dinero para comprar comida y mucha gente busca comida en los tachos de basura.
El inspector Jaritos apareció por primera vez en Noticias de la noche, una novela en la que, aunque todavía fuera de la crisis despiadada, Márkaris ya escribía sobre una Atenas corrupta e injusta. Desilusionada, pese a los autos de alta gama que atestaban las calles de la ciudad. Eso, antes del fin de la fiesta que pagaron –y pagan– los que apenas comieron un sandwich o bebieron una copa. En La espada de Damocles, una serie de ensayos sobre los últimos años, Márkaris escribe: “Las dos clínicas de Médicos Sin Fronteras que existen en Atenas están pensadas para asistir a inmigrantes sin recursos, que llegan a Grecia desde Africa. Pero cada vez son más los griegos que piden ayuda. (...) Entre ellos, diabéticos que ya no pueden permitirse comprar insulina” .
–¿Qué significa que mucha gente celebre a estos justicieros tan particulares de sus libros?
–La gente que lee mis novelas dice que está feliz porque les cuento la verdad. Uno de los grandes errores que cometieron los políticos fue no decirle a la gente toda la verdad, cuán terrible y difícil iba a ser la crisis, lo desesperados que iban a estar. El resultado fue que los griegos fueron cayendo día a día sin estar preparados. Yo trato de explicarles por qué razones están sufriendo.
–En una de sus novelas, “Muerte en Estambul” (2009), la hija de Jaritos dice: “Despierta mamá, la Grecia ideal está muerta, solo hay que enterrarla”.
–Esa Grecia que todo el mundo tiene en mente, la Grecia milenaria, la Grecia que dio a luz al pensamiento occidental está muerta. Ahora no hay nada especial.
–¿Cómo es su vida en Grecia?
–Veo a mucha gente sufrir, incluso en mi propia familia. No conozco ni a una sola familia ateniense que no lo esté pasando mal. Estoy tan harto de describir la crisis como de vivirla. Jaritos seguirá en mis novelas, pero el marco ya no será la crisis.
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