27 de gener del 2014

Marta Sanz: «Las mujeres deberíamos practicar un feminismo autocrítico»

[Diario Sur, 27 de enero de 2014]

Es una de las voces literarias más pujantes de su generación. Hoy abre en Málaga el ciclo 'Un café cargado de lecturas', un espacio de encuentro para autores y lectores

M. Eugenia Merelo

foto: José Ramón Ladra

Marta Sanz (Madrid,1967) entiende la literatura como un «acto íntimo de comunicación». Por eso, le viene como anillo al dedo el nuevo espacio de encuentro literario puesto en marcha mano a mano por el centro cultural Generación del 27 y el Aula de Cultura de SUR y que hoy inicia su andadura. Despertadora de conciencias, comprometida con temas sociales y femeninos, fue finalista del Premio Nadal en 2006 con la novela 'Susana y los viejos'. En 'La lección de anatomía' utilizó su propia biografía como material literario. En la novela negra 'Black, black, black' creó el personaje del detective homosexual Arturo Zarco, que recuperó en 'Un buen detective no se casa jamás'. 'Daniela Astor y la caja negra' es su último trabajo, una nueva mirada a la Transición española de la mano de la cultura popular y de actrices como Susana Estrada, María José Cantudo o Amparo Muñoz.
-Llega a Málaga para estrenar un punto de encuentro entre escritores y lectores. Gana terreno la cultura en pequeñas dosis: microteatro, pequeñas exposiciones o clubes de lecturas. La creación, ¿busca ahora la intimidad, agotada del 'boom' del consumo de masas?
-Evidentemente, hay muchos modelos de negocio, de industria que se están quedando totalmente obsoletos y que han quebrado. Pero también, siempre he tenido la sensación de que la literatura es un acto muy íntimo de comunicación y que la posibilidad que nos ofrecen los clubes de lectura, los talleres y los encuentros con los lectores pueden convertir la lectura en un proceso comunitario. En sus contactos con los lectores, los escritores obtienen una retroalimentación impagable. Y los lectores pueden profundizar en sus interpretaciones y en sus hipótesis sobre un libro. A diferencia del teatro y de otras actividades que siempre se han compartido, la literatura en este momento está recuperando ese carácter comunitario que había perdido.
-Y llega a Málaga con el eco de su última novela, 'Daniel Astor y la caja negra' (Premio Tigre Juan 2013), una vuelta literaria a la Transición. ¿Por qué una revisión de la época a través de la convulsión social y religiosa que supuso el destape?
-Creo que no se ha indagado todavía en la Transición a través de una mirada femenina. La literatura tiene que hablar de los ángulos muertos de la realidad y creo que la Transición vista desde de la mirada de las mujeres es uno de los ángulos muertos de la historia reciente que se podía reflejar en la literatura. Y si yo quería contar esa historia a través de la mirada de la mujer había dos polos fundamentales: el destape y el aborto.
-Una nueva mirada para un nuevo orden.
-Hay una coincidencia de tipo histórico y biológico que a mí me parece una metáfora muy bonita: para las mujeres que nacimos a finales de los 60 o a mediados de los 70, la Transición coincidía con nuestra adolescencia, con nuestro paso a la juventud, con nuestra mayoría de edad, con nuestra primera sexualidad en un país que en ese momento también estaba pasando de una minoría de edad tutelada por un caudillo represor a una supuesta adolescencia y juventud que auguraba un orden nuevo.
-Las mujeres se despojaban de la ropa, pero no lograron despojarse de otras muchas cosas.
-En el fenómeno del destape se produjo una pequeña paradoja. Por una parte, para mí, el destape en el momento en que llegó era imprescindible, porque suponía la necesidad de liberarse y de mostrar el cuerpo después de 40 años de represión franquista. Pero, por otra parte, también acrecentó lo que es la objetuación del cuerpo de la mujer, entendido como mercancía. Y eso naturalmente aminora mucho la posibilidad de las libertades femeninas: la mujer no se concibe como un sujeto para tomar decisiones, sino que solamente ve la posibilidad del objeto.
Desigualdad
-¿Hemos avanzado tanto como deberíamos?
-No hemos avanzado tanto como deberíamos. Creo que, por supuesto, hemos avanzado en muchísimas cosas, y decir lo contrario sería una ingenuidad o, incluso, una falta de respeto hacia unas mujeres que durante muchos años han luchado y han reivindicado los derechos de todas. Pero sin embargo, si una mira a lo que hay en su entorno, se da cuenta de que la mujer es mucho más susceptible de precarización, de que las condiciones laborales de ellas son muchísimo peores y de que somos víctimas de la violencia de género. Y luego hay un gran problema, y es que muchas mujeres ni si quiera perciben esa desigualdad con la que todavía convivimos, eso es lo que me parece más grave. En mi novela lo que se hace de alguna forma es practicar un feminismo autocrítico. Todas las mujeres deberíamos practicar un feminismo autocrítico.
-Avanzamos lo que podemos y avanzamos lo que nos dejan. La reforma de la ley del aborto del ministro Gallardón nos devuelve de pronto al pasado.
-Es un recorte más en los derechos. Se están amparando en la excusa de la crisis para retrotraernos a un momento de la historia española de hace 30 o 40 años. Por ejemplo, el miedo ese a no hablar del aborto como un derecho sino como otra cosa ya nos indica mucho.
-Sus novelas anteriores se enmarcaban en el género negro. ¿Se ha cansado de los bajos fondos?
-Antes de las novelas negras ya había escrito cinco o seis novelas de temática social y de reflexiones sobre las mujeres. Por otra parte, mis novelas negras han reflexionado muy poco sobre los bajos fondos porque lo que yo he pretendido es denunciar la violencia de la realidad y cómo esa violencia cristaliza en formas literarias también violentas, en la medida en que faltan al respeto al lector, al que solo se pretende seducir de una manera comercial. Mis novelas negras son muy atípicas. Mi detective es un detective que no se entera de nada y las tramas no son previsibles, no son seductoras desde el punto de vista de los lectores acostumbrados a consumir este tipo de género.
-Dice Juan Madrid que los bajos fondos están en los bonitos y limpios despachos. ¿Lo comparte?
-Los bajos fondos están en la vida cotidiana de todas las personas. Están en las comunidades de vecinos, en el interior de las casas y, como dice Juan Madrid, en los despachos, y ahora en las multinacionales y en todas partes. La vida privada y la vida pública no dejan de ser una proyección de un sistema económico perverso que ya estamos viendo en este momento, que es el capitalismo más salvaje. Yo soy de las que considera que capitalismo salvaje es una redundancia.
-Dijo hace algunos años que escribir es un acto prepotente, que muchas veces encierra grandes dosis de soberbia. Varios años y varias novelas después, ¿lo sigue pensando?
-Creo que escribir es siempre una manera de pedir silencio a la comunidad a la que estás entregando tu libro o tu punto de vista. Es una conciencia respecto a lo que uno tiene que decir. Y sigo pensando que sigue siendo, por una parte, un acto prepotente, pero que al mismo encierra una gran generosidad.
-En esa petición de silencio, ¿se siente correspondida?
-Como decía al principio, para eso los clubes de lectura, los encuentros con los lectores son importantísimos. Ahí es donde me mido y aprendo.
-García Márquez dice que escribe para que le amen. ¿Para qué escribes usted?
-Escribo porque tengo la sensación de que tengo cosas que decir y me gusta compartirlas con los demás, sencillamente. Yo creo que la literatura es un proceso de comunicación. Escribo por esa punción, por esa necesidad, por la sensación de que las cosas a mi alrededor no están todo lo bien que deberían estar. Intento compartirlos con los otros, comunicarlas e intervenir modestamente en las conciencias individuales como una forma, ojalá, de llegar a cambiar la conciencia colectiva.


0 comentaris:

Publica un comentari a l'entrada

 
Google Analytics Alternative