Fernando Díaz de Quijano
El escritor publica Todos los buenos soldados, una novela negra con la guerra de Ifni de fondo y el humorista Miguel Gila atrapado en medio de una serie de extraños asesinatos.
Foto: Beatriz Faura
El escritor y columnista David Torres (Madrid, 1966) empezó Todos los buenos soldados (Planeta) como un reto divertido, pero en seguida supo que el libro que tenía entre manos iba a ser sombrío y cruel. Esta mezcla de novela histórica y novela negra comienza en la nochevieja de 1957. Miguel Gila y Carmen Sevilla, además de otros artistas, vuelan a Marruecos para animar a las tropas españolas sitiadas en Sidi Ifni. Pero el humorista se verá envuelto en la colonia por una serie de asesinatos, suicidios y misteriosas desapariciones dentro del estamento militar, por debajo de las cuales se adivina la herida aún abierta de la guerra civil.
Pregunta.- ¿Cómo le vino la idea de escribir esta novela?
Respuesta.- Fue un reto de Fernando Marías. Él me contó la anécdota real de que Miguel Gila había estado en Sidi Ifni. Pensó que sería divertido que Gila se convirtiera en una especie de detective aficionado de una serie de crímenes, pero cuando me documenté y empecé a escribir, supe que no iba a ser tan divertida, sino negra y muy dura, como la España de la época.
P.- La guerra de Ifni pasó desapercibida para la opinión pública.
R.- Fue el gran éxito de la propaganda de Franco. Ha sido la última guerra que hemos vivido los españoles y en los medios de la época apenas adquirió el rango de una escaramuza. La opinión pública no conoció la verdad y apenas hay libros sobre el asunto.
P.- ¿Conocía bien el estamento militar antes de embarcarse en una novela como ésta?
R.- Hice la mili en Burgos y eso me ha servido para no cometer los típicos errores que aparecen en las novelas. Por ejemplo, en España no se dice “señor, sí, señor”, sino “sí, mi capitán”, y al contrario de lo que mucha gente cree, los militares aquí se tutean.
P.- En su libro aparecen legionarios toscos y legionarios refinados. ¿En la legión cabían y caben muchos tipos de personas?
R.- Hay de todo como en todas partes. Lo peor que se puede hacer como novelista es caer en los estereotipos.
P.- En el libro aparece un asunto tabú: legión y homosexualidad. ¿Tiene base real?
R.- La homosexualidad en la legión es algo que ya contó Gila en su autobiografía Y entonces nací yo (1995). Sigue siendo un tabú absoluto, pero no sólo en la legión. ¿Cuántos futbolistas homosexuales han salido del armario?
P.- Emplea un estilo directo y ágil en consonancia con el contenido de la novela.
R.- Siempre me planteo el estilo como algo que no estorbe, porque una novela es ante todo una máquina de producir emociones. Pero sí busco una cierta plasticidad, necesaria para describir el desierto, el ruido del mar, el agobio de los soldados. Tiene que haber un equilibrio: que el estilo no estorbe, pero que el libro no sea plano.
P.- Todos los buenos soldados es una mezcla de novela histórica y novela negra. ¿Qué ingrediente es el más importante para usted?
R.- Es una novela caqui, porque es negra pero dentro del estamento militar. La novela negra es un género magnífico para contar todo tipo de cosas, en este caso el gran crimen que hay por debajo de esta historia: la guerra civil, que vuelve a asomar a través de un personaje fundamental que apenas brilla, Adela, una de las pocas mujeres de la novela. Ella representa esa historia olvidada de España, la de las mujeres de la época, que ocupaban un segundo plano.
P.- ¿Cree que las heridas de la guerra civil siguen abiertas hoy?
R.- Para poder llegar a la paz y al perdón, hay que pedir perdón. La historia no se puede cerrar en falso. Cientos de miles de personas aún se preguntan qué pasó con los suyos. ¿Cómo van a olvidar si no saben qué olvidar? Eso es una enorme falla psíquica en la historia de España que estamos repitiendo en pequeño con ETA, por eso exigimos a los terroristas que pidan perdón.
P.- Como profesor de la escuela de escritura Hotel Kafka de Madrid, ¿qué consejos da a sus alumnos?
R.- El principal y casi único consejo que les puedo dar a quienes cometen la locura de querer ser escritores, es que no se rindan. El mismo consejo de Cela: el que resiste gana. La cantidad de decepciones y frustraciones que provoca la práctica de la literatura es tan enorme que hay que tener más moral que el Alcoyano o no vas a ninguna parte.
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