15 de desembre del 2013

Marlowe el sentimental

[La Razón, 15 de diciembre de 2013]

Guillermo Altares


No me gustan sus modales, señor Marlowe —dijo Kingsley con una voz que, por sí sola, habría podido partir una nuez de Brasil.
—No se preocupe por eso, no los vendo.
Este diálogo de La dama del lago resume la esencia de Philip Marlowe. Es impertinente, no tiene un sentido muy estricto de la jerarquía y, detrás de una capa de cinismo y descreimiento, se esconde alguien con un profundo sentido de lo que está bien y lo que está mal. Marlowe tiene su propia moral, que no siempre encaja con la de la sociedad en la que vive, y está dispuesta a defenderla. En ese sentido es un personaje clásico de la ficción estadounidense, el héroe reluctante, que dice defender sus propios intereses pero que, al final, forzado por las circunstancias, defiende los de todos.
Así se define el propio Marlowe en el arranque de la primera novela en la que aparece, El sueño eterno (1939): “Tengo 33 años, fui a la universidad una temporada y todavía sé hablar inglés si alguien me lo pide, cosa que no sucede con mucha frecuencia en mi oficio. Trabajé en una ocasión como investigador para el señor Wilde, el fiscal del Distrito. Su investigador jefe, un individuo llamado Bernie Ohls, me llamó y me dijo que quería usted verme.
Sigo soltero porque no me gustan las mujeres de los policías”.
Y luego, claro, gran parte del éxito de Marlowe se basa en que, por encima de todo, es un sentimental. Aquí van dos muestras, la primera dedicada a una amante y la segunda a un amigo, tomadas de la que para muchos es su mejor novela, El largo adiós:
“Nos despedimos. Vi cómo el taxi se perdía de vista. Subí de nuevo, entré en el dormitorio, deshice la cama y volví a hacerla. Había un largo cabello oscuro en una de las almohadas y mí se me había puesto un trozo de plomo en la boca del estómago. Los franceses tiene una frase para eso. Los muy cabrones tienen una frase para todo y siempre aciertan. Decir adiós es morir un poco”.
“Compraste una buena parte de mí, Terry. Con una sonrisa y una inclinación de cabeza y un gesto de la mano y unas cuantas copas en un bar tranquilo de cuando en cuando. Estuvo bien mientras duró. Hasta la vista, amigo. No voy a decirte adiós. Te lo dije cuando significaba algo. Te lo dije cuando era un saludo triste, solitario y definitivo”.
Raymond Chandler (1888-1959) escribió siete novelas y dos cuentos protagonizados por Philip Marlowe. Chandler bebió de la renovación de la novela negra que impulsó, entre otros, Dashiell Hammett. Además de que los detectives de los dos escritores, Sam Spade y Marlowe, fueron interpretados en el cine por Humphrey Bogart, Hammett y Chandler comparten una mirada profundamente ética hacia la realidad; los dos se empeñan en mostrar los aspectos más oscuros de nuestra sociedad y la corrupción que esconden aquellos que parecen tan poderosos como intachables.

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